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+13 Poemas de Manuel Acuña ¡Románticos e inolvidables!

Poemas de Manuel Acuña
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¿Quién es Manuel Acuña? ¿Cuáles son sus mejores poemas? Los poemas de Manuel Acuña se caracterizan por desarrollar temáticas de amor y sátira, inspirados gran parte de ellos en sus propias experiencias.

Comenzó su carrera prematuramente, con tan solo 20 años de edad ya se encontraba encaminado en el mundo de la literatura, dando los primeros paso en una carrera que sería breve pero provechosa.

¿Quién es Manuel Acuña?

Considerado como uno de los representantes del romanticismo mexicano, Manuel Acuña nace el 27 de agosto de 1849.

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Como muchos autores sentía gran interés por ejercer activamente la política y la carrera periodística.

Pero a pasar de su ferviente pasión por las letras decide ingresar a la escuela de medicina, carrera que fue absorbida por la afición a la escritura.

Influido en ocasiones por diferentes autores, Acuña que destacaba por ser un romántico empedernido, comienza ha adoptar otras corriente y le da un auge de revolución y protesta existencial a sus trabajos, dando un toque de humorismo y acento de burla a sus poemas.

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Los aportes de Manuel Acuña a la literatura mexicana del siglo XIX fueron esenciales para la evolución de literatos posteriores.

Por esta razón es importante recordar los más románticos y populares trabajos del escritor, para que sus enseñanzas no se pierdan en la historia.

Poemas de Manuel Acuña cortos

Parte de las obras y trabajos de Manuel Acuña consta de folletos y poemas, siendo el más relevante de su carrera como literato uno inspirado en su gran amor no correspondido.

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Por el cual dejó un legado poético que exhibe sus sentimientos más profundos y sinceros.

Acuña durante su corta carrera como literato colaboró con grandes escritores de la época y se hizo notar en diferentes editoriales, revistas y periódicos.

Algunos de los más sonados son El renacimiento, El libre, El eco de ambos mundo, El domingo entre otros.

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El estilo que Acuña manejaba al momento de escribir es característico de la corriente del romanticismo.

La mayoría de sus trabajos utilizan palabras dulce para describir situaciones o historias sobre amores correspondidos o no.

Aquí tienes algunos trabajos poéticos del escritor mexicano inspiradores y perfectos para dedicar.

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A un arroyo

Este poema de Manuel Acuña con que aperturamos esta lista es un verso dedicado al escritor de misma nacionalidad Juan de Dios Peza.

Con el que mantuvo una estrecha relación de amista, tan fuerte que lo consideraba parte de su familia .

Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.

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Vino el invierno con sus nieblas, vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.

Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide un cielo.

Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puede reflejar ni la esperanza.

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A una flor

Continuamos la lista con un hermoso poema de Manuel acuña que describe el pesar y la agonía que sufre un persona y el autor entre palabras motivadores aporta ánimo para que se levante y siga.

Cuando tu broche apenas se entreabría
para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?

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¿No ves, acaso, que esa sombra impía
que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?…

¡Resucita y levántate!… Aún no llega
la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.

Injusto para el sol es tu reproche,
que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.

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Un sueño

El romance y la pasión a parece en esta primera oportunidad para dar testimonio de la habilidad que poseía el escritor mexicano al momento de componer.

Aquí se describe un sueño que es contado a un dama y sin perder tiempo, entre palabras bellas y cautivadoras surge la petición de un beso.

A Ch….
¿Quieres oír un sueño?…
Pues anoche
vi la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un «beso»,
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.

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Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos,
y sabrás quién es «él», y quién es «ella».

Soneto

Un dedicatoria triste es la qye tenemos a continuación. Un poema de Manuel Acuña que describe una despedida ante la perdida física de un ser amado.

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Pero curiosamente el verso transmite una sensación de paz y calma elemento no vistos con frecuencias en poemas de este tipo.

Porque dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

Porque en pos de otro mundo y de otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

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Yo vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;

Que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena,
mejor es el sepulcro que la vida.

La felicidad

Los poetas y escritores dentro de sus trabajos plasman la visión propia de las cosas explicando a los lectores con palabras poéticas definiciones.

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Este es el caso de este poema del escritor mexicano que describe elementos naturales con el objetivo de brindarle un significado a lo que hoy se conoce como felicidad.

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!…

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad…!

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A Rosario

Nos topamos nuevamente con otro poema romántico de la autoría de Acuña, este es una dedicatoria a una mujer a la que le regala versos llenos de dulzura.

Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con que el primer ensayo se perdona.

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Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente,
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena;

Guárdala y de la ausencia en el quebranto,
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.

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Poemas de Manuel Acuña inolvidables

Son pocos los datos que se conocen sobre la vida de Manuel Acuña, sin embargo existen algunos que son públicos.

Hijo de Francisco Acuña y Refugio Navarro quienes lo adentraron por primera vez en el mundo fascinante de las letras y la escritura.

Acuña estuvo relacionado afectivamente con la también escritora de poesía Laura Méndez con la quien tuvo un hijo el cual fallece lamentablemente poco después de su nacimiento.

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A pesar de su matrimonio, la relación amorosa más sonada del escritor es la que mantuvo con Rosario de la Peña, quien resultó ser musa inspiradora de varias de sus obras.

+13 Poemas de Manuel Acuña cortos e inolvidables

La vida del escritor estuvo sumergida en constantes inseguridades, nervios alcohol y diversas relaciones amorosa aspectos que marcaron sus trabajos y sobre todo su poesía.

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Adiós a México

Qué mejor manera de iniciar con esta lista de poemas, que con uno dedicado al país natal del escritor.

Este texto deja expuesto los sentimientos más reales de Acuña quien con toques de romance convierte un pensamiento nacionalista en un bello trabajo.

Pues que del destino en pos
débil contra su cadena,
frente al deber que lo ordena
tengo que decirte adiós;

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Antes que mi boca se abra
para dar paso a este acento,
la voz de mi sentimiento
quiere hablarte una palabra.

Que muy bien pudiera ser
que cuando de aquí me aleje,
al decirte adiós, te deje
para no volverte a ver.

Y así entre el mal con que lucho
y que en el dolor me abisma,
quiero decirte yo misma,
sepas que te quiero mucho.

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Que enamorada de ti
desde antes de conocerte,
yo vine sólo por verte,
y al verte te puse aquí.

Que mi alma reconocida
te adora con loco empeño,
porque tu amor era el sueño
más hermoso de mi vida.

Que del libro de mi historia
te dejo la hoja más bella,
porque en esa hoja destella
tu gloria más que mi gloria.

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Que soñaba en no dejarte
sino hasta el postrer momento,
partiendo mi pensamiento
entre tu amor y el del arte.

Y que hoy ante esa ilusión
que se borra y se deshace,
siento ¡ay de mí! que se hace
pedazos mi corazón…

Tal vez ya nunca en mi anhelo
podré endulzar mi tristeza
con ver sobre mi cabeza
el esplendor de tu cielo.

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Tal vez ya nunca a mi oído
resonará en la mañana,
la voz del ave temprana
que canta desde su nido.

Y tal vez en los amores
con que te adoro y admiro
estas flores que hoy aspiro
serán las últimas flores…

Pero si afectos tan tiernos
quiere el destino que deje,
y que me aparte y me aleje
para no volver a vernos;

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Bajo la luz de este día
de encanto inefable y puro
al darte mi adiós te juro,
¡oh dulce México mío!

Que si él con sus fuerzas trunca
todos los humanos lazos,
te arrancará de mis brazos
¡pero de mi pecho, nunca!

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Nocturno a Rosario

Este es quizás el más representativo de todos los trabajos de Acuña. Un poema inspirado en su más grande amor, Rosario de la Peña, la musa que cautivo la mente del escritor hasta sus últimos días.

El apasionado y no correspondido amor por esta mujer influyó de tan manera en Acuña que muchas de sus obras están inspiradas en ella, pero esta en particular expone el objetivo de sus sueños a su lado.

Pues bien, yo necesito
decirte que te adoro,
decirte que te quiero
con todo el corazón;

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que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto,
y al grito que te imploro
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

De noche cuando pongo
mis sienes en la almohada,
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada,
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos;
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás;
y te amo, y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

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A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y huir de esta pasión;
mas si es en vano todo
y mi alma no te olvida,

¡qué quieres tú que yo haga
pedazo de mi vida;
qué quieres tú que yo haga
con este corazón!

Y luego que ya estaba?
concluido el santuario,
la lámpara encendida
tu velo en el altar,

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el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar…

Yo quiero que tú sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías;

que están mis noches negras,
tan negras y sombrías
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

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¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo.
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;

tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos, un alma sola,
los dos, un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Díos!

¡Figúrate qué hermosas
las horas de la vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida,
y al delirar en eso
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por ti, no más por ti.

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Bien sabe Díos que ése era
mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;

¡bien sabe Díos que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
en el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza…
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,

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¡adiós por la última vez,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores,
mi mira de poeta,
mi juventud, adiós!

La brisa

Continuamos la lista con un poema que tiene una dedicatoria incluida. Manuel acuña decidió ofrecer una de sus poesías a su querido amigo J.C. Fernández.

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Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo.

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

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¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en Oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del Estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

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Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.

La ausencia del olvido

Como todo un experto en el romance y en el amor Manuel Acuña escribe nuevamente una prosa en la que deja a flor de piel sus sentimientos y con palabras dulces crea un trabajo cautivador.

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Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,

«Ya no llores niña bella,
ya no llores,
que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda,
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella».

Oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,

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«Admito desde el momento,
buen anciano»
le dijo con dulce acento

«admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces».

Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya ni gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;

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que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.

Ya verás

Palabras motivadoras son las que componen este poema de Manuel Acuña en el que regala a una niña enseñanzas de la vida.

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DOLORA
(IMITACIÓN)

Goza, goza, niña pura,
Mientras en la infancia estás;
Goza, goza esa ventura
Que dura lo que una rosa.
¿Qué?, ¿tan poco es lo que dura?
Ya verás niña graciosa,
ya verás.

Hoy es un vergel risueño
La senda por donde vas;
Pero mañana, mi dueño,
Verás abrojos en ella.
¿Pues qué?, ¿sus flores son sueño?
Sueño nada más, mi bella,
Ya verás.

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Hoy el carmín y la grana
Coloran tu linda faz;
Pero ya verás mañana
Que el llanto sobre ella corra…
¿Qué?, ¿los borra cuando mana?
Ya verás cómo los borra,
ya verás.

Y goza mi tierna Elmira,
Mientras disfruta de paz;
Delira, niña, delira
Con un amor que no existe
¿Pues qué?, ¿el amor es mentira?
Y una mentira muy triste,
Ya verás.

Hoy ves la dicha delante
Y ves la dicha detrás;
Pero esa estrella brillante
Vive y dura lo que el viento.
¿Qué?, ¿nada más dura un instante?
Sí, nada más un momento,
ya verás.

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Y así, no llores mi encanto,
Que más tarde llorarás;
Mira que el pesar es tanto,
Que hasta el llanto dura poco.
¿Tampoco es eterno el llanto?
¡Tampoco, niña, tampoco,
ya verás!

Misterio

Sin duda el romanticismo fue la corriente perfecta para que Manuel Acuña dejará su legado dentro del arte de la literatura.

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Este poema que se muestra a continuación es otro de los tantos trabajos que utiliza elementos dulces para provocar ese efecto cautivador en los lectores.

Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;

si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;

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y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;

yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.

Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.

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Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.

Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagadas
de amor y melancolía.

Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.

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Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante,
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana,

yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo…

Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.

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Amor

Amar es fácil pero describir el sentimiento que eso produce no es tan sencillo.

Sin embargo, Manuel Acuña logró definir perfectamente todas esas emociones en este poema hermoso desarrollando un excelente trabajo lleno de ese romance característico de sus esencia.

¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!

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Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.

Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco…

Quitadle al zenzontle la armonia,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá… Mas la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.

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¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía…

Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,

¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo…
Y vivir es amar.

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A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.

¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido…

Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.

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Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;

no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca…

Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensil de nardos y de rosas,
Todo es el amor.

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Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.

El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.

El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.

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Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno…

Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.

Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la Diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,

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¡Y salve, amor! emanación divina…
…¡Tú, más blanca y más pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!…

Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura

No queda duda de que Manuel Acuña fue uno de los mejores poetas del siglo XIX, desafortunadamente abandono este mundo a temprana edad.

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El 6 de diciembre de 1873, a sus 24 años de edad se suicida consumiendo cianuro en Ciudad de México.

En torno a su muerte existe una leyenda que propone a Rosario de la Peña como causante de la misma, siendo su desprecio y la profunda herida de un amor no correspondido el motivo de su desafortunado suicidio.

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