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+5 Poemas de Robert Frost ¡Que debes leer!

Hermosos poemas de robert frost
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Robert Frost es uno de los poetas que inauguró el modernismo en su país.  Con un lenguaje sencillo, que siempre llevaba al lector al campo, Frost conquistó primero los corazones de sus lectores fuera de su natal Estados Unidos, y luego, en casa.

Los más famosos y recordados poemas de Robert Frost

Nació en San Francisco, Estados Unidos el 26 de marzo de 1874. Se inspiró siempre en la vida cotidiana, sobre todo del campo estadounidense, por lo que sus versos, considerados además básicos en el surgimiento de la poesía moderna, son sencillos y llegan al corazón.

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Luego de que su primer poemas, escrito a los 14 años, no contara con el respaldo del público estadounidense, Frost decidió probar suerte en otras áreas, como el periodismo.  Al final, viaja a Inglaterra, donde finalmente lograría publicar su primer poemario A Boy’s Will (1913; La voluntad de un joven).

Su segundo libro sí le valió la aceptación del público en casa, lo tituló  North of Boston (1914; Al norte de Boston).

Fue profesor de literatura y ganador en cuatro ocasiones del Premio Pulitzer.  Murió en la ciudad de Boston el 29 de enero de 1963.

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El peligro de la esperanza

Un corto poema de Robert Frost que habla de la esperanza, de la esperanza hecha metáfora en las estaciones del año, entre el invierno con su escarcha y la primavera, que trae vida y hace que las flores revivan.

Es justo allí
a mitad de camino entre
el huerto desnudo
y el huerto verde,
cuando las ramas están a punto
de estallar en flor,
en rosa y blanco,
que tememos lo peor.

Pues no hay región
que a cualquier precio
no elija ese tiempo
para una noche de escarcha.

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Fuego y hielo

Otra metáfora entre elementos naturales y la naturaleza del hombre.  Un poema de Robert Frost que definitivamente vale la pena leer más de una vez.

El mundo acabará, dicen, presa del fuego;
otros afirman que vencerá el hielo.

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Por lo que yo sé acerca del deseo,
doy la razón a los que hablan de fuego.

Mas si el mundo tuviera que sucumbir dos veces,
pienso que sé bastante sobre el odio
para afirmar que la ruina sería
quizás tan grande,
y bastaría.

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El botín de los muertos

Un poema de Robert Frost que habla de la muerte y cómo, al final, todo lo que poseemos, nos será arrebatado por ella, incluyendo la vida misma.

Cuenta la historia de dos hadas que descubren el cadáver de un hombre, que quedó expuesto tras el derretimiento de las nieves.  Entonces juegan con sus pertenencias, tal cual sucede cuando la muerte reclama.

Dos hadas,
en un tranquilo día de verano,
llegaron al bosque
para jugar con las flores.

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Las flores que recogieron
fueron esparcidas en el suelo
para los demás, y aquellos
para que otros las pudieran encontrar.

Guiadas por las flores vinieron,
hasta que por fin se detuvieron
en algo que yacía
a la sombra de un hombre.

La nieve debió crear
el lecho suave
cuando esta cayó
sobre el sueño de los muertos.

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Pero la nieve se había ido
hace mucho, mucho tiempo,
y el cuerpo que vestía
se había ido con la nieve.

Las hadas se acercaron
y espiaron astutamente
un anillo en su mano
con una cadena al lado.

Sobre las hojas se arrodillaron
y misteriosamente jugaron
con las cosas resplandecientes,
y no tuvieron miedo.

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Y cuando volvieron a casa,
para esconderse en su madriguera,
se las llevaron consigo
para jugar con ellas en la mañana.

Cuando tú vengas, oh muerte,
¿no vendrás guiada por las flores,
como los elfos en el bosque?
Recuerdo que yo lo hice.

Pero reconocí a la muerte
con pena y espanto,
y odié y todavía odio
los despojos de los muertos.

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Amor y una pregunta

Robert Frost relata en este poema una luna de miel es interrumpida por un extraño, que hace inquietantes preguntas a los enamorados.

Un extraño llegó hasta la puerta en el ocaso,
y habló con el justo novio.
Llevaba una vara blanca y verde en la mano,
que a su vez sostenía todas sus posesiones.
Preguntó, más con los ojos que con los labios,
si habría refugio para él durante la noche,
y se volvió para mirar la distancia del camino,
sin luces ni ventanas iluminadas.

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El novio dio un paso y cruzó la puerta diciendo:
Miremos hacia el cielo,
y preguntemos por la noche que vendrá,
tú y yo, extraño compañero
Las hojas de la vid cubrían el patio,
Los frutos de la vid eran azules,
Otoño, sí, pero el invierno estaba en el aire;
Extraño, ojalá lo supiera.

Dentro, la novia yacía sola en el atardecer,
inclinada sobre el fuego del placer,
su rostro brillaba rojo frente al carbón,
y rosa era el deseo y el pensamiento del corazón.

El novio observó el camino desgastado,
sin embargo la vio a ella en el interior,
y deseó su corazón en un cofre de oro,
inmóvil con un alfiler de plata.

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El novio pensó en un pequeño obsequio,
algo de pan, una bolsa para el descanso,
una oración sincera por los pobres de Dios,
o una maldición para los ricos.

Pero si aquel extraño fue consultado o no,
sobre la muerte del amor de dos,
por albergar la pena en la noche que vendrá,
el novio nunca lo supo, pero deseó saberlo.

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La risa del Demiurgo

¿Qué es de un demonio si no le temen?  Este es el tema de este inquietante poema de Robert Frost.  Un hombre camina solo por el bosque y se encuentra a un demonio, en lugar de rezar o huir, decide ignorarlo.

Estaba lejos en la monotonía de la madera;
corriendo con alegría en el sendero del Demonio,
aunque sabía que lo que cazaba no era un verdadero dios.

Justo cuando la luz comenzaba a decrecer,
lo escuché de repente, todo lo que necesitaba oír:
y ese sonido me ha seguido durante muchos, mucho años.

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El sonido estaba detrás de mí, no delante,
un sonido soñoliento, medio burlón,
como el de alguien que no debería importarme.

El Demonio se levantó de su revolcón para reír,
sacudiéndose la suciedad de los ojos mientras lo hacía;
y bien sabía yo lo que el Demonio quería decir.

Nunca olvidaré cómo sonó su risa.
Me sentí como un tonto por haber sido atrapado,
y acentué mis pasos para fingir
que era algo entre las hojas lo que estaba buscando
(aunque era dudoso que se quedara a ver).

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Después de eso, me senté contra un árbol.

Robert Frost es una de las voces del siglo XX más destacadas.  Con un estilo sencillo y con muchas alusiones a la vida en el campo, este poeta no deja cabos sueltos y te atrapa con cada uno de sus versos, para los que siempre recurre a experiencias cotidianas.

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