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+15 Poemas matemáticos (Amor, Enamorar, Cortos)

Poemas matematicos cortos y más
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¿Buscas poemas matematicos? Cortos para niños, enamorar, sobre amor, con numeros o de amistad. Matemáticas y poesía, ciencia y literatura, números y letras.¿Quién se imaginaría que ambas podrían estar entrelazadas? ¿Que podrían coexistir en perfecta armonía?  Es posible que te sorprenda pero, como lo afirma el dicho, los opuestos se atraen.

La poesía abre un océano de posibilidades en cuanto a abordar distintas temáticas, entrega total libertad al poeta de expresar su visión y punto de vista sobre lo que sea que desarrolle, en este caso, la infinidad de los números.

Listado de poemas matemáticos (Cortos, de amor o para enamorar)

En Escribirte, encontrarás poemas matemáticos que te demostrarán que estas temáticas no tienen que estar separadas una de otra.

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Las matemáticas y los poemas, unidos en uno solo.

15. A la divina proporción (Rafael Alberti)

Empezamos este conteo con un poema matemático de Alberti, que podría verse como una oda, una dedicación, una celebración a esta ciencia inequívoca:

A ti, maravillosa disciplina,
media, extrema razón de la hermosura,
que claramente acata la clausura
viva en la malla de tu ley divina.

A ti, cárcel feliz de la retina,
áurea sección, celeste cuadratura,
misteriosa fontana de mesura
que el Universo armónico origina.

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A ti, mar de los sueños, angulares,
flor de las cinco formas regulares,
dodecaedro azul, arco sonoro.
Luces por alas un compás ardiente.
Tu canto es una esfera transparente.
A ti, divina proporción de oro.

14. Así soñé yo la verdad (Gabriel Celaya)

El poeta español reseña en estas líneas al astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler, quien se enfocó en estudiar los movimientos de los planetas:

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Kepler miró llorando los cinco poliedros
encajados uno en otro, sistemáticos, perfectos,
en orden musical hasta la gran esfera.

Amó al dodecaedro, lloró al icosaedro
por sus inconsecuencias y sus complicaciones
adorables y raras, pero, ¡ay!, tan necesarias,
pues no cabe idear más sólidos perfectos
que los cinco sabidos, cuando hay tres dimensiones.

Pensó, mirando el cielo matemático, lejos,
que quizá le faltara una lágrima al miedo.

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La lloró cristalina: depositó el silencio,
y aquel metapoliedro, geometría del sueño,
no pensable y a un tiempo normalmente correcto,
restableció sin ruido la paz del gran sistema.

No cabía, es sabido, según lo que decían,
más orden que el dictado. Mas él soñó: pensaba.

Eran más que razones: las razones ardían.
Estaba equivocado, mas los astros giraban.

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Su sistema era sólo, según lo presentido,
el orden no pensado de un mundo enloquecido,
y él buscaba el defecto del bello teorema.

Lo claro coincidía de hecho con el espanto
y en la nada, la nada le besaba a lo exacto.

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13. Balada de los números (José Verón)

En este poema matemático, José Verón nos muestra en la simplicidad de lo cotidiano, que todo en esta vida simboliza una cifra, todo puede ser contado, enumero, ordenado, sólo tiene que apreciarse detenidamente, para fijarse que esta ciencia lo abarca todo:

Un monte me sostiene y el sol traza mi sombra.
Bajo el peso ligero de mis ojos
los números se extienden,
signos en la materia polícroma del valle.

Junto al camino;
al amparo del único ciprés,
los huesos de un centauro son la nada,
lo que un cero perdido significa.

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Pero el árbol esbelto y verde oscuro,
el ciprés solitario de funeral ternura,
es la unidad , lo simple, lo que empieza.

Y ese abrirse la estrada de dos senderos,
como el eco sonoro y los amantes,
trama el sentido del número segundo.

Y las hojas menudas del trébol atrevido
que, retando a mis pies, surge del suelo
¿no son principio, centro y fin, como reclama
el tres para ser cifra?.

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Si mis brazos extiendo y miro el horizonte,
siento cruzar los puntos cardinales:
cuatro,
y en ellos flota el viento caprichoso
que el fuego misterioso siembra de humo,
y la tierra y el agua se cortejan
con fluvial armonía.

En lo agreste hay un cinco,
digital y bucólico,
que significa paz.

Desde el valle se aniebla
la sangre de los números
Veo un seis en el paisaje vivo,
en la hermosa parcela de universo
que la tarde y el tiempo seducen con amor.

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Lejos,
heredero de lluvias,
el puente celestial del Arco Iris:
siete colores presta al firmamento,
y la leyenda eterna, siete enigmas.

Hay quietud; todo es perfecto y mesurado
como si fuese un ocho la campiña.

Tal vez las nueve musas no están lejos
de la alameda que ríe junto al río,
y el cielo sea un diez incontenible y puro.

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Ocultos al orgullo de las urbes,
los números construyen sinfonías
y definen aromas planetarios,
espejos del infinito y de la nada.

12. Cinta de Moebius (Isla Correyero)

En este poema matemático, Correyero nos enseña que la vida nos da incontables oportunidades en las que poseemos un numeral vasto de opciones, y cada una de ellas, nos llevará a un resultado final distinto:

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Yo vengo de perder una batalla de la vida
y otra más y otra más y otra.
Pero mi espíritu está indemne
y aún puedo saltar sobre todas las pérdidas
aunque sé que sin más flexibilidad
y menos exactitud que
en los 20 o 25 metros de edad que tuve
y ahora ya no tengo más que predicciones
presagios de lo que va a ocurrir
según veo a los tipos que se acercan a mis ojos
según huelo sus preocupaciones
según cómo se empeñan en agradarme
o en desagradarme.

Eso veo. Ya lo tengo claro estoy preparada para perder
y distinguir cuál será la ventaja que yo saque
o cuál la captura
qué parte de mi corazón se llevará
quien me persiga y observe
cuánto soy de vulnerable.
Lo tengo claro todo eso de las pérdidas y las
ganancias afectivas o las otras
y no me importa perder el beneficio
porque yo vengo de una habilidad de penitenciarías
y en los correccionales en donde estuve
siempre me dejaron muy exactamente claro
que el modelo de mi conducta
iba derechito a los peligros y que ganar
en ellos
sería una suerte ingrata para mí.

De todos modos a veces he ganado
una chuchería una bola o la pieza de un zapato.
Y una vez sólo una vez gané
algo complicadamente bueno algo grande y
prodigioso que ahora con los años
valoro más que nunca.

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Pero hoy ya sé que no volverá
la buena estrella ni el azar a mi vida
porque mi sublevación y mi trastorno
están conspirando para que me hunda:
Y a eso no le pondré freno ni me doblegaré.

Ya tengo bastante con mi suficiencia para el dolor
y una superioridad colérica para subsistir
y todavía asombrarme de cómo
entre el perder y el ganar
he preferido siempre la sutil y constante ingenuidad
que producen las pérdidas.

Así como si esto fuera un dulce
me ahorro el terror del desengaño.

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11. Dios es un matemático (Antonio Álvarez Bürgos)

Dios es perfecto, desde el principio calculando toda su creación, organizando, analizando sin tener un resultado final, sino una constante adición de cosas, como lo explica este poema matemático:

Mientras más viejo
se muere menos:
matemática pura
Dios es un matemático
prolijo, previsible
y la naturaleza el libro
que se le quedó abierto,
olvidado,
con pájaros inocentes
escapando del destello
engañados como las flores
de un espejismo;
como los peces efímeros
vagando en una tierra
infecunda,
como los días que se mueren
a la hora señalada
todos los días,
cuando el sol es un reloj
agonizante allá en la vida,
que apunta prosternado
hacia el ocaso.

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Matemática pura
Hábito de cándidos silencios
apocalípticos
Memoria que fuiste,
memoria que eres,
doliente,
mucho antes de haber sido
y de ahora que menos
se muere.

Matemática pura
Sentencia sin secretos
virginales
Diseño de mundos irrecusables
construido.
Mientras más viejo
menos se muere
Dios es un matemático

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10. El amor es una esfera (Ricardo Nanjari)

¿Podemos establecer la semejanza? El amor  no tiene un rumbo ni un final establecido, se mantiene en constante movimiento, sin tener certeza hacia dónde va, sin alterar su forma original a pesar de las circunstancias, a esto se puede referir este poema matemático corto de Nanjari:

El amor es un semicírculo
girando en torno a lo desconocido
en un imaginario eje azul
que no es apego ni sentimiento.
Es el vacío aumentado de un sueño,
un contorno infinito
de una esfera maltratada
que solo nombro por no entender.

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9. El beso preciso (Frederic Soddy)

Este poema matematico sobre el amor también puede entenderse como un problema matemático, pues muestra lo complicado que puede ser si las formas, tal como nosotros, se enfrentaran a dificultades amorosas:

Pueden besarse los labios, dos a dos,
sin mucho calcular, sin trigonometría;
mas ¡ay! no sucede igual en Geometría,
pues si cuatro círculos tangentes quieren ser
y besar cada uno a los otros tres,
para lograrlo habrán de estar los cuatro
o tres dentro de uno, o alguno
por otros tres a coro rodeado.

De estar uno entre tres, el caso es evidente
pues son todos besados desde afuera.
Y el caso tres en uno no es quimera,
al ser éste uno por tres veces besado internamente.

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Cuatro círculos llegaron a besarse,
cuanto menores tanto más curvados,
y es su curvatura tan sólo la inversa
de la distancia desde el centro.

Aunque este enigma a Euclides asombrara,
ninguna regla empírica es necesaria:
al ser las rectas de nula curvatura
y ser las curvas cóncavas tomadas negativas,
la suma de cuadrados de las cuatro curvaturas
es igual a un medio del cuadrado de su suma.

Espiar de las esferas
los enredos amorosos
pudiérale al inquisidor
requerir cálculos tediosos,
pues siendo las esferas más corridas,
a más de un par de pares
una quinta entra en la movida.

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Empero, siendo signos y ceros como antes
para besar cada una a las otras cuatro,
El cuadrado de la suma de las cinco curvaturas
ha de ser triple de la suma de sus cuadrados

8. El número Pi (Wislawa Szymborska)

Al preguntar qué es lo único eterno en este mundo, más allá del arte, la poesía misma, la música, lo primero que se nos viene a la mente seguramente son los números, los cuales no se ven alterados por el paso del tiempo, como lo indica esta poetisa polaca:

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El admirable número Pi
tres coma uno cuatro uno.
Las cifras que siguen son también preliminares
cinco nueve dos porque jamás acaba.
No puede abarcarlo seis cinco tres cinco la mirada,
ocho nueve ni el cálculo
siete nueve ni la imaginación,
ni siquiera tres dos tres ocho un chiste, es decir, una comparación
cuatro seis con cualquier otra cosa
dos seis cuatro tres de este mundo.
La serpiente más larga de la tierra suma equis metros y se acaba.
Y lo mismo las serpientes míticas aunque tardan más.
El séquito de dígitos del número Pi
llega al final de la página y no se detiene,
sigue, recorre la mesa, el aire,
una pared, una hoja, un nido de pájaros, las nubes, hasta llegar
directo al cielo,
perderse en la insondable hinchazón del cielo.
¡Qué breve la cola de un cometa, cual la de un ratón!
¡Qué endeble el rayo de un astro si se curva en la insignificancia
del espacio!
Mientras aquí dos tres quince trescientos diecinueve
mi número de teléfono la talla de tu camisa
el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso
el número de habitantes sesenta y cinco céntimos
dos pulgadas de cintura una charada y un mensaje cifrado
que dice vuela mi ruiseñor y canta
y también se ruega guardar silencio,
y se extinguirán cielo y tierra,
pero el número Pi no, jamás,
seguirá su camino con su nada despreciable cinco
con su en absoluto vulgar ocho
con su ni por asomo postrero siete,
empujando, ¡ay!, empujando a durar
a la perezosa eternidad.

7. Escorial II (Pedro Salinas)

Tal como vimos en un poema matemático anterior, cada elemento de este mundo tiene un orden, un seguimiento, una numeración asignada:

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En vez de soñar, contar.

La fachada del oeste tiene
seiscientas doce ventanas.

Por la primavera van
en su cielo, hacia el domingo
una, dos, tres, cuatro, cinco
nubes blancas.

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Yo te quiero a tí, y a tí y a tí.
A tres os quiero yo.

A las doce el tiempo da
doce campanadas.

Y ya no podrá escapárseme
en las volandas del sueño
la mañana. Haré la raya
para ir sumando seiscientas
doce, más cinco, más tres,
más doce.

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¡Qué felicidad igual
a seiscientas treinta y dos!.
En abril, al mediodía
cuenta clara.

6. Me gusta, no me gusta (Fabi Porracin)

En este poema, Porracin nos adentra en su visión personal de lo que nosotros, como seres complejos, tenemos en común con esta ciencia que no se equivoca, lo que constituimos en la vida de los demás (si sustraemos o adicionamos), lo diversos que podemos llegar a ser:

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Me gusta lo que suma, lo que multiplica…
No me gusta lo que resta, y termina dividiendo un
conjunto en fracciones…

Me gusta de los conjuntos el que incluye,
el que es directamente proporcional
y también me gusta reconocer a los que son diametralmente opuestos.

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De las figuras geométricas no me gusta el círculo
cuadrado, que viciosamente encierra
O,
que aún abierto potencia
lo que se va por la tangente.
En forma inversamente proporcional, del círculo me gusta que es redondo,
y por eso puede echar a rodar…

Me gusta lo paradojal de lo plano que es plano,
y se deriva de esto que no por
superficial deja de ser sustento…

Me gusta la intersección de la diferencia.

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No me gusta haber visto un número irracional de veces
la no discriminación de lo mutuamente excluyente,
qué distinto a la espiral, que dialéctica, integra,
incluye, se abre y expande
interminablemente…

De la infinita línea de puntos me gusta paralelamente
que se parece a la más larga caminata,
la que comienza con el primer paso,
y me gusta que en el curso de esa larga caminata se
puede poner algo entre paréntesis…
O elegir un curso que se bifurque alternativamente…
que se bifurque, alternativamente
Por eso también la precisión de y en la puntuación me agradan
desproporcionadamente.

Me gusta que el saldo sea positivo….
Teniendo igual en mente que
el final de cuentas podría
resultar negativo,
Y
así, aún así, su función sería la de
incrementar algún coeficiente.

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5. Oda a los números (Pablo Neruda)

Neruda, siempre analizando la complejidad de la existencia humana, nos deleita en este poema matemático y nos muestra nuestro incansable deseo de orden y de numeración, que abarca cada aspecto de nuestra vida:

 

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Qué sed
de saber cuánto!
Qué hambre
de saber
cuántas
estrellas tiene el cielo!

Nos pasamos
la infancia
contando piedras, plantas,
dedos, arenas, dientes,
la juventud contando
pétalos, cabelleras.
Contamos
los colores, los años,
las vidas y los besos,
en el campo
los bueyes, en el mar
las olas. Los navíos
se hicieron cifras que se fecundaban.
Los números parían.
Las ciudades
eran miles, millones,
el trigo centenares
de unidades que adentro
tenían otros números pequeños,
más pequeños que un grano.
El tiempo se hizo número.
La luz fue numerada
y por más que corrió con el sonido
fue su velocidad un 37.
Nos rodearon los números.
Cerrábamos la puerta,
de noche, fatigados,
llegaba un 800,
por debajo,
hasta entrar con nosotros en la cama,
y en el sueño
los 4000 y los 77
picándonos la frente
con sus martillos o sus alicates.
Los 5
agregándose
hasta entrar en el mar o en el delirio,
hasta que el sol saluda con su cero
y nos vamos corriendo
a la oficina,
al taller,
a la fábrica,
a comenzar de nuevo el infinito
número 1 de cada día.
Tuvimos, hombre, tiempo
para que nuestra sed
fuera saciándose,
el ancestral deseo
de enumerar las cosas
y sumarlas,
de reducirlas hasta
hacerlas polvo,
arenales de números.
Fuimos
empapelando el mundo
con números y nombres,
pero
las cosas existían,
se fugaban
del número,
enloquecían en sus cantidades,
se evaporaban
dejando
su olor o su recuerdo
y quedaban los números vacíos.
Por eso,
para ti
quiero las cosas.
Los números
que se vayan a la cárcel,
que se muevan
en columnas cerradas
procreando
hasta darnos la suma
de la totalidad de infinito
. Para ti sólo quiero
que aquellos
números del camino
te defiendan
y que tú los defiendas.
La cifra semanal de tu salario
se desarrolle hasta cubrir tu pecho.
Y del número 2 en que se enlazan
tu cuerpo y el de la mujer amada
salgan los ojos pares de tus hijos
a contar otra vez
las antiguas estrellas
Y las innumerables
espigas
que llenarán la tierra transformada.

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4. Raíz de 3 (Tamara Velásquez)

¿Dedicarías este lindo poema matemático? Tamara Velásquez supo mezclar a la perfección los dilemas de un amor imposible con esta ciencia perfecta, pero al final, ¿el amor no es más que una fórmula bien aplicada?:

Matemáticamente puedo decir que del 100% de ti,
me gusta el entero de tu corazón.

Sin ti me siento como una raíz de tres,
pero ¿cómo se siente una raíz de tres?
Inexacta.
Tan cerca de una raíz perfecta,
pero tan inalcanzable como todos los números
que existen entre 3 y 4, infinitos.

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Infinitos son los momentos que pienso en ti,
pero, ¿qué hay de mí sin ti?
Tú eres mi complemento y suplemento a la vez.
Así como cuando se juntan los catetos
para formar un ángulo de 90°, perfecto.
Juntos seríamos el cuadrado perfecto.

No sé como te llegue a querer tanto,
si no te llegue a conocer al 100%.
Eres una incógnita,
la x en una ecuación imposible de igualar.

Pero, a la vez, éramos tan iguales,
como dos puntos reflejados en el plano cartesiano.
Iguales, pero con distintos signos.
Sin embargo, ¿polos opuestos se atraen no?

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Que más da, si finalmente sólo somos dos rectas paralelas
que jamás se juntarán.

3. Teorema del solitario (Leopoldo Castilla)

En la jerga matemática, un teorema es una hipótesis que puede demostrarse cierta al aplicarse ciertas operaciones o fórmulas lógicas, Castilla aquí nos presenta una:

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Tomemos una cifra imaginaria
cero
y un hombre imaginario
uno
el cero no existe
pero él cree que sí
el dos se queda siempre
en
uno
el uno existe
pero nadie le cree.

2. Una ecuación (Ricardo Nanjari)

¿No es cada aspecto de la vida, el resultado de alguna otro elemento que decidió sumarse, duplicarse? Para Ricardo Nanjari sí, quien argumenta que todo tuvo un inicio y fue desencadenándose hasta su resultado final:

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El amor antes de ser mujer
fue un silencio
y antes,
una ecuación de grado superior.
El amor antes de ser tú
fue una nube fría
y el sol,
al amanecer.
El universo antes de la explosión
fue el mismo amor oscuro
y sin palabras,
del esperado inicio.
Esta tierra antes de disolverse
fue una ardiente esfera atormentada
y antes,
tan solo poesía.

 

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1. Multiplicación (Gabriel Celaya)

Gabriel Celaya nos explica lo sencillo que es multiplicar si lo llevamos a la cotidianidad de las cosas:

Uno por uno es el hombre
cualquiera como Dios manda
y ese salvar las distancias
que -mala cuenta- se cantan.

Dos por uno es la evidencia
que en un dos por tres tendrás.
Dos por cuatro, buen compás.
Dos por cinco, la sorpresa
del diez redondo y total.
¡Qué divino es, por humano,
el sistema decimal!.

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Cero por cero es la luz
Cero por uno, el problema
(Pues con él yo creo el tú).
Cero por dos, el amor.
También cero, mas en ¡oh!
(¡Oh!, que es un eco en yo).
Cero por tres… ¡Atención!.
Debe haber algún error,
Pues cuanto más multiplico

Más repito: yo, yo, yo.

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Con este selección queda claro que no es imposible unir estos don conceptos que a simple vista nos parecen tan aislados, pero, una vez juntos, nos ofrecen una vista más simplificada de la vida, en el que somos un elemento de una gran ecuación.

Si te gustó esta selección de poemas matemáticos, no dudes en visitarnos en otra ocasión, comparte y disfruta con Escribirte.

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