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+11 Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz ¡La décima musa!

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz
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¿Cuáles son los mejores poemas de Sor Juana Inés de la Cruz? Al escuchar su nombre uno pensaría que sus trabajó poéticos son únicamente religiosos.

Pero para sorpresa de muchos, Sor Juana Inés de la Cruz dedicó buena parte de sus obras a temas mundanos, como el amor, los valores, el rol de la mujer en la sociedad, el mundo clásico, entre otros.

Como una mujer adelantada a su tiempo con lucidez emocional y de pensamiento, Sor Juana Inés llevaba la sinceridad a flor de piel.

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Utilizaba su pluma como medio para decir la verdad implacable de forma firme y directa, aspectos de su personalidad que motivaron a muchos hombres ilustres de su tiempo.

Como escritora cultivó una diversidad de géneros admirables, entre los que destacan el auto sacramental, teatro y la lírica, esta última cargada con sonetos, décimas y romance.

Sor Juana Inés de la Cruz ha sido de inspiración para cineastas, autores de poesía, teatro, opera y ficción,.

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Considerada como la mayos exponente de las letras hispanoamericana del siglo XVII y hoy recordaremos algunos de sus trabajos más influyentes e inspiradores.

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz

Por sus opiniones abierta y su ausente temor a decir la verdad libremente, Sor Juana Inés de la Cruz fue considerada por muchos como la Décima Musa, el Fénix de América o el Fénix mexicano.

La lírica ocupa la mayoría de sus trabajos literarios. Con frecuencia escribía poemas románticos que utilizaban la decepción como recurso habitual.

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Curiosamente Sor Juana Inés comentó en una oportunidad que sus trabajos fueron peticiones de terceros y declaró que solo su composición titulada, primero sueños, fue escrito por iniciativa propia.

Este poema fue publicado en 1692 y representa la obra más importante de su carrera.

Con el dolor de la mortal herida

Sor Juana Inés representó una sería amenaza intelectual para muchos hombre de la época, pues viviendo en una sociedad totalmente machista tuvo que enfrentar obstáculos y limitantes.

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Sin embargo logró escribir maravillosas obras que hoy se recuerdan como todo un legado.

Un ejemplo claro de las habilidades para la escritura que manejaba esta religiosa mujer, es el siguiente poema de Sor Juana Inés.

Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.

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Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.

Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,

No sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: qué me admiro?
Quién en amor ha sido más dichoso?

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Hombres necios que acusáis

De entre todas las obras de esta admirable mujer, es digna de mención una redondilla que con el simple hecho de leer su título se entiende a la perfección su intencionalidad.

Una pieza considerada de corte feminista bastante adelantada para su época y que expone ideas liberadoras hacia los derechos de la mujer de una forma burlona.

 

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Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

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Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

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Con el favor y desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

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Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

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¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

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Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?

Este poema de Sor Juana Inés expone claramente los ideales que perseguía la escritora, y con rimas poéticas defiende a capas y espadas su posición de pensamiento manteniendo firme su criterio y opiniones.

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

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Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

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Que consuela un celoso epilogando la serie de los amores

Decepción amorosa es la palabra que esta escrita implícitamente en cada una de la líneas que componen este poema de Sor Juana Inés.

Un elemento que, como ya habíamos mencionado, es común encontrarlo en las obras románticas de la escritora.

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

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Doctrínanle tibiezas y despego
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.

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Sentimientos de Ausente

En esta oportunidad no encontramos con un poema que rebela la perspectiva religiosa de escritora, creencias a la cual rendía fiel devoción.

Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento.

Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.

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Si del campo te agradas,
Goza de sus frescuras venturosas
Sin que aquestas cansadas
Lágrimas te detengan enfadosas;
Que en él verás, si atento te entretienes
Ejemplo de mis males y mis bienes.

Si al arroyo parlero
Ves, galán de las flores en el prado,
Que amante y lisonjero
A cuantas mira intima su cuidado,
En su corriente mi dolor te avisa
Que a costa de mi llanto tiene risa.

Si ves que triste llora
Su esperanza marchita, en ramo verde,
Tórtola gemidora,
En él y en ella mi dolor te acuerde,
Que imitan con verdor y con lamento,
Él mi esperanza y ella mi tormento.

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Si la flor delicada,
Si la peña, que altiva no consiente
Del tiempo ser hollada,
Ambas me imitan, aunque variamente,
Ya con fragilidad, ya con dureza,
Mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.

Si ves el ciervo herido
Que baja por el monte, acelerado
Buscando dolorido
Alivio del mal en un arroyo helado,
Y sediento al cristal se precipita,
No en el alivio en el dolor me imita,

Si la liebre encogida
Huye medrosa de los galgos fieros,
Y por salvar la vida
No deja estampa de los pies ligeros,
Tal mi esperanza en dudas y recelos
Se ve acosa de villanos celos.

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Si ves el cielo claro,
Tal es la sencillez del alma mía;
Y si, de luz avaro,
De tinieblas emboza el claro día,
es con su oscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.

Así que, Fabio amado
Saber puede mis males sin costarte
La noticia cuidado,
Pues puedes de los campos informarte;
Y pues yo a todo mi dolor ajusto,
Saber mi pena sin dejar tu gusto.
Mas ¿cuándo ¡ay gloria mía!
Mereceré gozar tu luz serena?

¿cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿cuándo veré tus ojos, dulce encanto,
y de los míos quitarás el llanto?

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¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?

¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿y cuándo yo dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto?
Que tanto ha de penar quien goza tanto.

¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable?
Que mal se ceñirá a lo definido
Lo que no cabe en todo lo sentido.

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Ven, pues, mi prenda amada,
Que ya fallece mi cansada vida
De esta ausencia pesada;
Ven, pues, que mientras tarda tu venida,
Aunque me cueste su verdor enojos,
Regaré mi esperanza con mis ojos.

Nacimiento de Cristo

Nuevamente nos topamos con un texto poético inspirado en las carencias religiosas, pero a diferencia del primero, este rinde homenaje de forma dulce y hermosa al hijo del Dios todo poderoso.

De la más fragante rosa
Nació la abeja más bella,
A quien el limpio rocío
Dio purísima materia.

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Nace, pues, y apenas nace,
Cuando en la misma moneda,
Lo que en perlas recibió
Empieza a pagar en perlas.

Que llora el alba, no es mucho
Que es costumbre en su belleza;
Mas ¿quién hay que no se admire
De que el sol lágrimas vierta?

Si es por secundar la rosa,
Es ociosa diligencia,
Pues no es menester rocío
Después de nacer la abeja.

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Y más cuando en la clausura
De su virginal pureza
Ni antecedente haber pudo,
Ni puede haber quien suceda,

¿Pues a que fin es el llanto,
que dulcemente riega?
Quien no puede dar más fruto
¿qué importa que estéril sea?

Mas ay, que la abeja tiene
Tan íntima dependencia
Siempre con la rosa, que
Depende su vida de ella;

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Pues dándole néctar puro,
Que sus fragancias engendran,
No sólo antes le concibe
Pero después le alimenta.

Hijo y madre, en tan divinas
Peregrinas competencias,
Ninguno queda deudor,
Y ambos obligados quedan.

La abeja paga el rocío
De que la rosa la engendra,
Y ella vuelve a retornarle con
Lo mismo que la engendra.

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Ayudando el uno al otro
Con mutua correspondencia,
La abeja a la flor fecunda,
Y ella a la abeja sustenta.

Pues si por eso es el llanto,
Llore Jesús, norabuena,
Que lo que expende en rocío
Cobrará después en néctar.

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz cortos

Con regularidad la escritora componía  textos poéticos cortos, siempre manteniendo sus estilo innovador y las temáticas vivas.

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Los poemas de la autoría de Sor Juana Inés de la Cruz con extensión reducida son destacable por su intensidad, suelen ser piezas en las que los sentimientos y las emociones descritas llevan mayor impacto.

+11 Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz ¡la décima musa!

De las composiciones cortas más importantes de la escritora se puede afirmar que están llenas de emoción, romance, dolor y sin duda, llevan una carga de inspiración para cautivar a los lectores y conocedores de la buena poesía clásica.

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Amor empieza por desasosiego

Este poema de Sor Juana Inés trata sobre la suerte que corre el amor cuando movilizado por las pasiones y la intensidad de las emociones se deja envolver por las inseguridades y los celos.

La escritora describe en sus composición que el mismo miedo a perder a la persona amada se puede convertir en la razón de perderla.

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

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Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.

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Quéjase de la suerte

El orden del mundo es el protagonista de este poema de la autoría de Sor Juana Inés, que contaminado con los vicios y vanidades ha corrompido a las sociedad que no entienden lo verdaderamente importante.

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

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Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.

Yo no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

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Contiene una fantasía contenta con amar decente

El amor aparece para darle vida a este poema de la escritora, pero no como relación humana sino más como una experiencia divina.

Que puede ser experimentado pero a diferencia de las relaciones de pareja no puede ser poseído.

Detente, sombra de mi bien esquivo
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

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Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

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Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión

Un poema escrito por la talentosa poetisa en el que se manifiesta su ferviente pasión por decir la verdad sin importar las condiciones, otro de sus escrito que defiende su pensamiento abierto y anticipado.

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

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es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

La sentencia del justo

Finalizamos este recorrido por los más famosos poemas de la escritora mexicana Sor Juana Inés de la Cruz con este que deja en claro un principio bíblico.

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Que plantea que solo Dios tiene el poder de juzgar al prójimo, el humano solo juzga por su propia condición.

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

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Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias

Sor Juana Inés de la Cruz fue una religiosa y escritora nacida en suele mexicano a mediados del siglo XVII.

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El estilo predominante en sus obra es el barroco una corriente literaria que se desarrollo en la época y que se caracterizaba por hacer uso del juego de palabras.

Sin duda, la escritora fue toda una maestra en el arte del soneto y en el concepto barroco creando con estos dos elementos obras dignas de admiración.

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