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+16 Fábulas de Tomás de Iriarte (Las más populares)

Mejores fabulas de tomas de iriarte
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Mejores Fábulas de Tomás de Iriarte. Cortas y largas con moraleja explicada para niños. Tomás de Iriarte fue un poeta y escritor español del siglo XVIII. Sus escritos tienen un tome divertido y cercano, pero sobre todo se resalta la gran imaginación de este escritor.

Durante su vida incursiono en el mundo de la producción, traducción y la ilustración. Se cree que escribió al menos 100 fabulas, con un tono sarcástico pero cómico a la vez.

Su particular manera de presentar las historias hizo que fuera reconocido en toda España. Sus obras han sido traducidas al menos en siete idiomas diferentes.

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Como fabulista tuvo una gran influencia de Esopo, pero dándole un toque más personal. No se saben con exactitud cuantas fábulas redacto durante su vida, pero se estima que más de 150. Es considerado uno de los más grandes escritores y fabulistas españoles.

+16 Mejores fábulas de Tomás de Iriarte (Cortas y Largas)

De seguro has leído alguna fábula de Iriarte sin saber que es de él. A continuación te mostramos un listado con las mejores 8 fábulas cortas de Iriarte

La mosca y la polilla

La siguiente fábula de Iriarte narra la historia de una mosca que cierta noche consiguió un frasco destapado de miel. La mosca comenzó a comer mucha miel, pero desde el borde del frasco, sin embargo, se adentraba más y más en la miel, hasta que quedo atrapada.

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Sus patas y alas estaban llenas de miel y no podía moverse. En eso pasa una polilla cerca y ve aquella escena, y en vez de ayudar, le dice a la mosca que por su glotonería estaba en aquella situación. Tiempo después la mosca, desde el frasco veía como la polilla se acercaba al fuego. ¿Qué creen que paso con la polilla?

Una noche cualquiera, una mosca se posó sobre un frasco rebosante de miel y comenzó a comerla alrededor del borde. Poco a poco, se alejó del borde y entró desprevenida en el frasco, hasta quedar atrapada en el fondo. Sus patas y alas se habían pegado con la miel y no podía moverse.

Justo en ese momento, una polilla pasó volando y, al ver la mosca forcejear para liberarse, dijo:

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—¡Oh, mosca insensata! ¿Era tanto tu apetito que terminaste así? Si no fueras tan glotona estarías en mejores condiciones.

La pobre mosca no tenía cómo defenderse de las certeras palabras de la polilla y siguió luchando. Al cabo de unas horas, vio a la Polilla volando alrededor de una fogata, atraída por las llamas; la polilla volaba cada vez más cerca de estas, hasta que se quemó las alas y no pudo volver a volar.

—¿Qué? —dijo la mosca—. ¿Eres insensata también? Me criticaste por comer miel; sin embargo, toda tu sabiduría no te impidió jugar con fuego.

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Moraleja de la mosca y la polilla: mira tus propios errores antes de criticar el de los demás

El bufón y el campesino

La siguiente fábula de Iriarte narra la historia de un caballero que abrió un teatro y decidió no cobrar la entrada. También anuncio que el que presentara el mejor show tendría una recompensa. En aquel lugar se presentaron muchas personas.

Pero un bufón famoso creo mucha expectativa en el pueblo, ya que, dijo que haría un acto inédito, que nunca antes se había visto algo sin igual. Es así como todo el público hace silencio. Y estando el bufón en medio del escenario sin nada. ¿Qué creen que hace?

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Un noble caballero no solo abrió un teatro sin cobrar la entrada, sino también anunció a todos que recompensaría generosamente a quien se le ocurriera el mejor acto de entretenimiento.

Varios artistas compitieron por el premio. Entre ellos se encontraba un bufón muy famoso en el pueblo por sus bromas. El bufón dijo que él tenía un acto de entretenimiento que jamás se había puesto en escena.

La noticia se difundió rápidamente generando un gran revuelo y el teatro estaba abarrotado. El bufón apareció solo en la plataforma sin ningún aparato o ayudante, y gracias a la expectativa, se produjo un gran silencio. De repente, inclinó la cabeza hacia su pecho e imitó con su voz el gruñido de un cerdo. Fue tan convincente su acto que la audiencia pensó que el bufón traía un cerdo debajo de su capa y exigió que se la quitara. El teatro se inundó de aplausos cuando se quitó la capa y no encontraron nada debajo de ella.

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Un campesino en la multitud, sintiéndose inconforme con lo visto dijo:

—¡Por Hércules que este bufón no me va a vencer con ese truco!

De inmediato proclamó que haría lo mismo al día siguiente, aunque de una manera más sencilla.

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Al día siguiente, una multitud aún más grande se reunió en el teatro, pero era evidente que la audiencia prefería al bufón y solo quería ridiculizar al campesino antes que ver el espectáculo. Ambos artistas se presentaron en el escenario. El bufón gruñó y chirrió primero y obtuvo como en el día anterior, los aplausos y ovaciones de los espectadores.

A continuación, el campesino comenzó su acto pretendiendo que tenía un pequeño cerdo debajo de su capa (cosa que en verdad hizo). Sin la sospecha del público, se las arregló para halarle la oreja al animal. El halón de oreja hizo que el cerdo oculto gruñera y chirriara. La multitud, sin embargo, decidió que la imitación del bufón era mucho más exacta y pidió a gritos que el campesino fuera expulsado del teatro.

En esto, el campesino sacó al pequeño cerdo que traía en su capa y lo mostró a todos como evidencia del error y les dijo:

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—Miren todos, esto demuestra el tipo de jueces que son.

Moraleja del bufón y el campesino: se debe aprender a diferenciar lo verdadero de lo falso

El murciélago y las comadrejas

Esta fábula de Iriarte cuenta la historia de un múrciela que cayó al suelo y en eso lo atrapa una comadreja, y esta le dice que es enemiga de todas las aves, y que la mataría. Pero el murciélago le insistió que no era un ave, que era un ratón, y este lo examino con cuido y le creyó, así que lo dejo libre.

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En otro día el murciélago volvió a caer en el piso, y esta vez lo atrapa otra comadreja y le dice que no lo dejara vivir porque odia a todos los ratones. ¿Qué creen que le dijo el murciélago a la comadreja?

Un murciélago cayó al suelo y de inmediato fue atrapado por una comadreja que detestaba las aves. Viéndose a punto de perecer, le suplicó a la comadreja que lo dejara vivir. La comadreja se negó, diciendo que era su naturaleza ser enemiga de todas las aves.

Resuelto a no darse por vencido, el murciélago le aseguró que no era un ave sino un ratón. Dudosa, la comadreja se acercó al murciélago y al notar que este no tenía plumas, lo dejó en libertad. A los pocos días, el murciélago volvió a caer al suelo y fue atrapado por otra comadreja. Sin embargo, esta comadreja sentía una gran hostilidad hacia los ratones.

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Nuevamente, el murciélago rogó por su vida. La comadreja se negó, afirmando que desde el día de su nacimiento es enemiga de todos los ratones. El murciélago le aseguró que no era un ratón sino un ave. La comadreja se acercó al murciélago y al observar sus alas, lo dejó volar. Fue así como el murciélago escapó dos veces.

Moraleja del murciélago y las comadrejas: es de personas inteligentes y sabias adaptarse a las circunstancias

El león y el mosquito

La siguiente fábula de Iriarte narra la historia de un león que descansaba al pie de un frondoso árbol, y en eso se aparece un mosquito y comienza a zumbar cerca del león.

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Aquel animal enfurecido le dijo al mosquito que se fuera porque sino, lo mataría. Sin embargo, el mosquito lleno de orgullo y conociendo sus habilidades, le dijo que el no podría atraparlo, y lo reto a un duelo.

En eso el mosquito pico la nariz, las orejas y la cola. ¿Qué creen que hizo el león?

Un león descansaba bajo la sombra de un frondoso árbol cuando un mosquito pasó zumbando a su alrededor. Enfurecido, el león le dijo al mosquito:

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—¿Cómo te atreves a acercarte tanto? Vete, o te destruiré con mis garras.

Sin embargo, el mosquito era muy jactancioso y conocía bien sus propias habilidades y las ventajas de su diminuto tamaño.

—¡No te tengo miedo! —exclamó el mosquito—. Puedes ser mucho más fuerte que yo, pero tus afilados dientes y garras no me harán el menor daño. Para comprobarlo, te desafío a un combate.

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En ese momento, el mosquito atacó al león picándolo en la nariz, las orejas y la cola. El león, aún más enfurecido a causa del dolor, intentó atrapar al mosquito, pero terminó lastimándose gravemente con sus garras.

Lleno de orgullo, el mosquito comenzó a volar sin mirar hacia a donde iba. Fue de esta manera que tropezó con una telaraña y quedó atrapado entre los hilos de seda. Entonces, se dijo entre lamentos:

– Qué triste es mi final; vencer al rey de todas las bestias y acabar devorado por una insignificante araña.

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Moraleja del león y el mosquito: las victorias no duran para siempre

El gallo y la joya

Esta fábula de Iriarte cuenta la historia de un gallo que estaba muy hambriento.

Caminaba de un lado al otro en la granja para ver si encontraba algo de comida, sin embargo, se percato que los pollitos se habían comido todo el maíz y no habían dejado nada para él.

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Entonces comenzó a escarbar en la tierra y encontró una hermosa joya que había perdido la esposa del granjero. ¿Cómo sigue la historia?

En la granja, un gallo muy hambriento escarbaba la tierra buscando algo de comer para él y las gallinas con las que compartía su gallinero, cuando descubrió un diamante que la esposa del granjero había perdido.

—¡Qué desilusión! —dijo el gallo—. Sin duda eres una prenda muy costosa y quien te perdió daría mucho por encontrarte. Pero yo prefiero un solo grano de maíz o de trigo antes que todas las joyas del mundo.

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Moraleja del gallo y la joya: las cosas que no son útiles no poseen ningún valor para quien las consigue

La zorra y las uvas

Esta fábula de Iriarte narra la historia de una zorra que estaba sumamente sedienta pero en eso ve un racimo grande de uvas, aquellas uvas eran jugosas y seguro saciarían su sed.

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Pero se encontraba ene lo alto de una parra. La zorra se estiro lo más que pudo y salto varias veces intentando atraparla, sin conseguirlo. ¿Qué creen que hizo la zorra?

En un día muy caluroso, una zorra sedienta se topó con un racimo de uvas grandes y jugosas que colgaban en lo alto de una parra. La zorra se paró de puntillas y estiró sus brazos intentando alcanzar las uvas, pero estas se encontraban muy lejos de su alcance.

Sin querer darse por vencida, la zorra tomó impulso y saltó con todas sus fuerzas una y otra vez, pero las uvas seguían muy lejos de su alcance.

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Esta vez, la zorra se sentó a mirar las uvas con desagrado.

—Qué ilusa he sido —pensó—. Me he esforzado en alcanzar unas uvas verdes que no saben bien.

Y se marchó muy, pero muy enojada.

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Moraleja de la zorra y las uvas: es mejor ser honesto con nosotros mismo, cuando hay algo que no podremos conseguir

El burro con piel de león

La siguiente fábula de Iriarte cuenta la historia de un burro que encontró en medio del campo una piel de león, y pensó que si se colocaba aquella piel todos los animales pensarían que era un león y le temerían.

Y efectivamente así fue, todos los animales al verlo pensaron que era un león y le huían. Es así como el burro se sentía muy gallardo y valiente, hasta que un día se le escapo un fuerte rebuzno cerca de un astuto zorro. ¿Qué creen que paso luego?

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Érase una vez un burro que encontró una piel de león en medio del campo:

“Con esta piel podré disfrazarme de león y asustar a los demás animales”, pensó entre risas.

El burro se puso la piel del león y recorrió el campo disfrazado. Al verlo, las personas y los animales corrían aterrorizados. ¡Pensaban que el burro era en realidad un león!

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Un día, el burro estaba tan orgulloso de su hazaña que dejó escapar un fuerte rebuzno.

Cerca, había un astuto zorro que no podía ser engañado.

—Quítate ese disfraz, burro descocado —dijo el zorro—. Pareces un león, pero por la forma en que rebuznas, solo puedes ser un burro.

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Moraleja del burro con piel de león: siempre sé tu mismo, nunca intentes imitar a otro. Cada persona es única y especial

El mosquito y el toro

La siguiente fábula de Iriarte narra la historia de un mosquito que paseaba por el campo, y al verse cansado decide reposar en el cuerno de un enorme toro. Luego de descansar s ele acerca al oído al toro y le pide disculpas por causarle molestias. ¿Qué creen que respondió el toro?

Un mosquito voló por el prado y se posó en la punta del cuerno de un enorme toro. Después de descansar por un buen rato, se preparó para volar. Pero antes de irse se acercó al oído del toro para disculparse:

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— Lamento haber usado tu cuerno como lugar de descanso. Debes estar muy contento de que me vaya ahora —dijo el mosquito.

El toro levantó la vista y respondió con indiferencia:

—Pequeño mosquito, gracias por compartirme tan grandiosa disculpa. Pero piensas demasiado bien de ti mismo. ¡Ni siquiera me di cuenta de que estabas allí!

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Moraleja del mosquito y el toro: la ignorancia se puede reflejar en la vanidad.

El oso, la mona y el cerdo

La siguiente fábula de Tomás de Iriarte narra la historia de un oso bailarin, el cual se estaba preparando para una gran presentación.

El oso se incomodo un poco porque la mona lo estaba observando, sin embargo, pensó en que la mona le podía decía que tal iba su baile.

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Y es así como la mona dice que estaba muy mal, esta respuesta no le gusto al oso, pero igual siguió practicando. Tiempo después un cerdo interviene. ¿Qué creen que le dijo el cerdo al oso?

Un oso, dedicado a la danza, ensayaba un número con los pies. No la tenía muy bien aprendida, y debía apurarse, porque tenía un espectáculo y estaba dispuesto a ganar dinero en la actuación.
De pronto se acercó a verle una mona. Le estuvo observando un buen rato. El oso, aprovechó y le preguntó:
– Dime, mona, ¿qué tal?
– Muy mal, contestó ella sin dudar.
El oso al principio se enfadó. ¡Que osada la mona! ¿No ha dicho que lo hago mal?
– ¿Por qué dices eso?- le dijo el oso a la mona- ¿Acaso no es mi baile talentoso?
En esto que llegó un cerdo. Llevaba allí un rato, observando, y gritó entre aplausos:
– ¡Bravo, bravo! ¡Qué delicia, qué deleite! ¡Qué gran baile! Bailarín tan virtuoso no se encuentra así como así.
El oso, al oír aquello, comenzó a reír. Y con humildad le dijo:
– Cuando me desaprobaba la mona, llegué a dudar. Pero cerdo, si tú me alabas, muy mal debo bailar.

Moraleja del oso, la mona y el cerdo: si el sabio no aprueba lo que haces seguramente lo estas haciendo mal, pero si por el contrario el necio te aplaude, estas mucho peor

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Los dos conejos

Esta fábula de Tomás Iriarte narra la historia de un conejo que corría por su vida, detrás de el estaban unos perros cazándolo.

Este conejo corría lo más rápido que podía, pero en eso, se topa con otro conejo, y este segundo conejo ve el predicamento de su colega, es así como comienza a hablar con el.

Sin embargo, comenzaron a discutir sobre que raza eran los perros que perseguían al conejo estaban entre galgos y podencos. En eso que están hablando llegan los perros. ¿Qué creen que paso después?

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Por entre unas matas,
seguido de perros
-no diré corría-
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero,
y le dijo: ‘detente,
amigo, ¿qué es esto?’.

‘¿Qué ha de ser? -responde el conejo-;
sin aliento llego…
Dos pícaros galgos
me vienen siguiendo’.

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‘Sí -replica el otro-,
por allí los veo…
Pero no son galgos’.
‘¿Pues qué son?’.
‘Podencos’.

‘¿Qué? ¿Podencos dices?’
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo’.

‘Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso’.
‘Son galgos, te digo’.
‘Digo que podencos’.

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En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

Moraleja de los dos conejos: nunca pierdas de vista lo que realmente importa.

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El buey y la cigarra

Esta fábula de Tomas de Iriarte cuenta la historia de un trabajador y esforzado buey que mientras realizaba surcos en la tierra, una molesta cigarra comenzó a molestarlo.

Esta cigarra se burlaba porque el surco le había quedado torcido al buey.

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Sin embargo, el buey le respondió que su amo le perdonaba aquella pequeñez porque era una obra grande, que no podía ser completamente perfecta. ¿Cómo creen que termina la historia?

Arando estaba el buey, y a cada trecho
una cigarra, cantando le decía:
¡Ay! ¡Qué surco tan torcido has hecho!
Pero él, la respondió: Señora mía,
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.

Calle, pues, cigarra haragana reparona;
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona,
entre tantos aciertos, un descuido.

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¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
¡Una cigarra al animal más útil!
Mas ¿si me habrá entendido
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leves

Moraleja del buey y la cigarra: el envidioso siempre hace de un pequeño defecto algo enorme, para tener argumentos para criticar y humillar.

El fabricante de galones y la encajera

La siguiente fábula de Tomas de Iriarte narra la historia de un fabricante de galones, el cual se sentía muy bien por  el trabajo que realizaba, sin embargo, a veces tenía diferencias con su vecina, la cual le daba mucha importancia al material en si mismo de los galones. Para ella, no debía de menospreciarte la materia prima de las cosas que se elaboran. ¿Cómo continua la historia?

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Cerca de una encajera
vivía un fabricante de galones.
Vecina, ¡quién creyera,
la dijo, que valiesen más doblones
de tu encaje tres varas
que diez de un galón de oro de dos caras!

De que a tu mercancía,
esto es lo que ella respondió al vecino,
tanto exceda la mía,
aunque en oro trabajas, y yo en lino,
no debes admirarte;
pues más que la materia vale el arte.

Quien desprecie el estilo
y diga que a las cosas sólo atiende,
advierta que si el hilo
más que el noble metal caro se vende,
también da la elegancia
su principal valor a la sustancia.

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Moraleja del fabricante de galones y la encajera: la materia de un escrito o producto es importante, pero también la manera como es elaborada y tratada, para que llegue a ser arte.

El caballo y la cabra

Esta fábula de Tomas de Iriarte cuenta la historia de una cabra que mientras estaba en el campo, escuchaba una suave melodía a un violín, esta cabra estaba deleita con aquella sonata, sin embargo, no se podía olvidar de comer su alimento.

Mientras comía le cometo a un caballo que estaba en aquel lugar lo hermosa de la armonía, tanto así que hasta ella bailaba y le recordaba su juventud. ¿Qué le respondió el caballo a la cabra?

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Estaba una cabra muy atenta
muy largo rato escuchando,
de un acorde de violín el eco blando.
Los pies la bailaban de contenta,
y a cierto jaco que, también suspenso
casi olvidaba comer el pienso,
dirigió de esta suerte la palabra:

¿No oyes de aquellas cuerdas la armonía?
Pues sabe que son tripas de una cabra
que fué en un tiempo compañera mía.
Confío (dicha grande!) que algún día
no por menos dulces trinos
formarán mis sonoros intestinos.

Volvióse el buen rocín, y respondióla:
A fe que no resuenan esas cuerdas
sino porque las hieren con las cerdas
que sufriendo me arrancaron de la cola.

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Mi dolor me costó, y pasé buen susto;
pero, al fin, tengo el gusto
de ver que gran lucimiento
debe a mi auxilio el músico instrumento.

Tú, que satisfacción igual esperas,
¿Cuándo la gozarás? Después que mueras.
Así, ni más ni menos, porque en vida
no ha conseguido ver su obra aplaudida
algún mal escritor, al juicio apela
de la posteridad, y con ello se consuela.

Moraleja del caballo y la cabra: muchas personas se llenan de fama, luego de la muerte, pero en vida nunca la merecieron.

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El gato y el ratón

La siguiente fábula de Tomas de Iriarte narra la historia de un ratón que se encontraba en su agujero, este pobre ratón no tenía mucho, sin embargo, el creía poseer lo más valioso de este mundo, que era la felicidad.

El se sentía feliz porque solo él contaba con esa prenda valiosa. Pero un gato escucha todo aquello y le dice al ratón que el también posee la felicidad. ¿Cómo creen que lo tomo el ratón?

Cierto (dijo un ratón en su agujero:)
no hay prenda más amable y estupenda
que la fidelidad: por eso quiero
tan de veras al perro perdiguero.

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Un gato replicó: pues esa prenda
yo la tengo también… Aquí se asusta
mi buen ratón, se esconde,
y torciendo el hocico, le responde:
¿Cómo? ¿La tienes tú?… Ya no me gusta.

La alabanza que muchos creen justa,
injusta a otros les parece,
si ven que su contrario la merece.
¿Qué tal, señor lector? La fabulilla
puede que le agrade, y que le instruya.

Moraleja del gato y el ratón: las cosas buenas de la vida deben compartirse con los demás, no son estrictamente solo tuyas. Compartir te llenara el alma de paz

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El jardinero y su amo

Esta fábula de Tomas de Iriarte cuenta la historia de un jardinero, el cual cuidaba con esmero un hermoso jardín de flores, en aquel sitio había un pilón que servía de estanque, donde muchas veces los peces vivían.

Sin embargo, el jardinero no puede tener el pilón lleno de agua y regar a las flores al mismo tiempo, es por esto que prefiere ocuparse de las flores. Sin embargo, su amo, ama las flores pero desea deleitarse también con los peces en el pilón. ¿Qué hará este humilde jardinero?

En un jardín de flores
había una gran fuente,
cuyo bello pilón servía
de estanque a carpas, y otros peces;
únicamente al riego
el jardinero atiende,
de modo que entretanto
los peces agua para vivir no tienen.

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Viendo tal desgobierno,
su amo le reprende;
pues aunque quiere flores,
deleitarse con los peces también quiere.

Y el rudo jardinero,
tan puntual le obedece,
que las plantas no riega
para que el agua del pilón no merme.

Al cabo de algún tiempo
el amo al jardín vuelve;
halla secas las flores,
y enfadado dice de esta suerte:
Hombre, no riegues tanto
que me quede sin peces;
ni cuides tanto de ellos,
que sin flores, gran bárbaro, me dejes.

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La máxima es trillada,
mas repetirse debe:
no escriba quien no sepa
unir la utilidad con el deleite.

Moraleja del jardinero y su amo: no siempre se puede tener todo, a veces es mejor saber escoger que conviene más

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El gusano de seda y la araña

Esta fábula de Tomas de Iriarte cuenta la historia de un gusano que  trabaja sin descanso en su capullo, mientras que una presumida araña alardeaba de lo rápido y hermosa que era su tela.

Durante un rato estuvo la araña regocijándose de su trabajo, mientras que el gusano iba poco a poco con su capullo. Es así como el gusano le responde a la araña. ¿Qué creen que le dijo?

Trabajando un gusano su capullo,
la araña, que tejía a toda prisa,
de esta suerte le habló con falsa risa
muy propia de su orgullo:

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¿Qué dice de mi tela el señor gusano?.
Esta mañana la empecé muy temprano,
y ya estará acabada al mediodía.

Mire qué sutil es, mire qué bella….
el gusano con sorna respondía:
usted tiene razón: así sale ella.

Moraleja del gusano de seda y la araña: lo importante es la calidad del producto, no el tiempo que se tarde en ser preparado.

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