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+6 Fábulas de solidaridad ¡Fáciles para niños!

Fábulas de solidaridad
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¿Cuáles son las mejores fábulas de solidaridad? La solidaridad es un valor que se le inculca a los niños desde que son pequeños, es sinónimo de ayuda, apoyo y protección a un tercero.

Solidaridad es cuando un niño le presta un lápiz a otro, o lo ayuda a llevar sus libros porque están muy pesados.

También se puede decir que la solidaridad es cuando dos niños se apoyan mutuamente para lograr alcanzar un fin específico.

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Es por esto, que las fábulas de solidaridad son esenciales, para que los más pequeños de la casa reconozcan cuando deben ser solidarios, y sobre todo hacer que aflore ese hermoso valor en ellos.

+6 Mejores fábulas de solidaridad

Las fábulas de solidaridad son poco comunes, sin embargo, acá te mostramos las seis mejores fábulas sobre solidaridad. No te las puedes perder, están geniales.

La paloma y la hormiga

Esta fábula de solidaridad nos narra la historia de una pobre hormiguita, que estaba a punto de desmallarse por el sol tan intenso que estaba haciendo.

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Ella esta sumamente acalorada, es así, como se acerco a un manantial para tomar un poco de agua y refrescarse. En eso, cae por accidente en aquel manantial y la corriente la arrastraba de un lado al otro.

Pidió ayuda desesperadamente, y una bondadosa paloma escucho sus gritos. Arranco una rama y se la acerco a la hormiga para que se salvara. Al rato, la hormiga escucha una ruido extraño. ¿De que creen que se trataba?

Aquel día, el sol estaba bastante intenso. Una pequeña hormiga, estuvo a punto de desmayarse de la sed que tenía. Decidió entonces bajar hasta un tranquilo manantial, para hidratarse y reponer sus energías. Se inclinó un poco para tomar; pero, se ha caído sin pensar. La corriente comenzó a arrastrarla. 

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– ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Que alguien me ayude! Dijo la hormiga muy asustada.  

En las alturas, se encontraba una paloma observando lo que allí ocurría. Al ver a la pobre hormiguita en peligro, buscó velozmente cortar una rama con su pico; enseguida, la lanzó. Le angustiaba que la pequeña se pudiera ahogar (y una ayuda no está demás). La hormiga subió a la rama, y la usó como salvavidas hasta lograr llegar a la orilla. 

Al cabo de un rato, la hormiguita escuchó a lo lejos un sonido misterioso. Se trataba de un cazador preparando su arma para disparar a la bondadosa paloma. La hormiga sin dudar, le dio un fuerte mordisco en el tobillo, y al éste gritar… alertó a la paloma para de allí emigrar. La fiel ave, miró a la hormiga con total agradecimiento, y alzó inmediatamente su vuelo hacia otro lugar.  

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Moraleja de la paloma y la hormiga: siempre debemos ayudar al prójimo, no sabemos cuando seamos nosotros los que necesitemos su ayuda.

Quiero salvar a mi abuelo

La siguiente fábula de solidaridad cuenta la historia de una familia poderosa y millonaria. Esta familia conseguía todo con solo dar un poco de dinero, estaban acostumbrados a no esperar o molestarse por pequeñas cosas.

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Su vida estaba rodeada de lujos y comodidades. Sin embargo, cierto día el mayor de aquella familia, el abuelo se enfermo, y fue llevado de emergencia a la clínica.

En aquel lugar le dijeron que el abuelo necesitaba un trasplante de riñón para poder sobrevivir.

Aquella familia pensó en cuanto costaría comprar un riñón, pero el medico les indico que eso era ilegal, que debía aparecer algún donante.

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El medico sugirió que todos se hicieran exámenes para ver quien era compatible con el señor. ¿Qué creen que paso luego?

Una familia muy adinerada se encontraba muy afligida. Todo el tiempo su dinero había resuelto todos sus problemas. Nunca habían tenido que esperar por nada, todo lo compraban. Pero ese día, el mayor de todos los miembros de la familia había tenido que ser ingresado a una clínica de emergencia.

El médico había indicado que el millonario Sr. Tenía una falla renal que solo podía ser resuelta con un trasplante de riñón. Todos pensaron ¿Cuánto podía costar un riñón? Pero se sintieron perdidos al darse cuenta que no era legal comprar un riñón y que el abuelo tendría que esperar a que apareciera un donante.

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Un médico les había dado otra opción. Hacer análisis a todos los miembros de la familia para ver si alguno era compatible y podía ser el donador. Sin pensarlo mucho, los adultos de la familia se realizaron los exámenes. Pero para decepción de todos, ninguno era compatible.

El tiempo corría, el abuelo agravaba y la familia estaba cada vez más triste. De pronto cuando ya las esperanzas se acababan entro a la habitación, el nieto adolescente del adinerado señor. Venía acompañado del médico.
Sin emitir palabra se acercó a su madre abrazándola y les dijo a todos.

– Yo quiero salvar a mi abuelo.

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Todos se quedaron muy confundidos.

– ¿De qué hablas? Tú no te realizaste los análisis, estás muy joven aún- Dijo su madre-.

El chico estiró una carpeta a su madre, donde aparecía el resultado de los análisis que decían que el si era compatible.

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– Le pedí al Dr. Que los hiciera y soy compatible. Amo a mi abuelo, por favor, déjenme salvarlo, tengo miedo, pero no es más grande que el amor que siento por él.

Los padres no pudieron negarse y el adolescente salvó la vida de su adorado abuelo.

Moraleja de quiero salvar a mi abuelo: el amor es capaz de cambiar el corazón de las persona, además de sacrificar cualquier cosa por el ser amado. Cuando vayas a ayudar a alguien hazlo con amor y compasión.

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El conejo y el hormiguero

Esta fábula de solidaridad nos sitúa en un bosque, en el cual vivían toda clase de animales.

En aquel lugar se encontraba una trabajadora colonia de hormigas, que llevaban mucho tiempo haciendo su hormiguero para guardar ahí la comida para el invierno.

Ya tenían todo casi listo, hasta que un travieso conejo destruyo el hormiguero sin darse cuenta.

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Este conejo se disculpo, sin embargo, las hormigas le dijeron que si era real su arrepentimiento, debía ayudar a reconstruirlo. El conejo accedió y las ayudo. Tiempo después un depredador apareció. ¿Y que creen que paso?

En un frondoso bosque en el que varias especies compartían hogar, había un hormiguero en el que las pequeñas hormigas se disponían a reunir comida para el invierno. Mientras eso sucedía, dos juguetones conejos pasaban por los alrededores: iban y venían corriendo hasta que uno de ellos pasó sobre el hormiguero destruyendo parte de él. Al darse cuenta de lo que había hecho, el conejo volvió a donde las hormigas y les dijo:

—Lo siento mucho, la próxima vez tendré más cuidado.

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—Si de verdad lo sientes, ayúdanos a reparar el daño; aún tenemos mucho trabajo —replicaron las hormigas y el conejo accedió.

Días después, el conejo volvió a pasar corriendo por las cercanías, pero esta vez porque era perseguido por un depredador de la zona. Cuando las hormigas se dieron cuenta de esto, decidieron ayudar al conejo como éste lo había hecho previamente; todas ellas treparon en el puma que la seguía dejándole ronchas en todo el cuerpo, por lo que el animal tuvo que retirarse a sanar sus picaduras.

Moraleja del conejo y el hormiguero: siempre asume tus responsabilidades, e intenta no dejar enemigos regados por ahí.

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Crear amistades siempre será la mejor opción, esos nuevos amigos te pueden ayudar en cualquier momento

La clase de la maestra Lechuza

Esta fábula de solidaridad nos sitúa en la clase de la maestra Lechuza, cierto día esta maestra venía muy cargada a la escuela, y su alumno Galileo el burro, se ofreció a ayudarla, a lo que la maestra agradeció ampliamente.

Al llegar al salón de clase, y notar la acción del Galileo con la maestra, el ratón Boliche quiso imitar la buena obra de su compañero y le dijo a la profesora que él podía repartir los dibujos que ella debía entregar.

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A la par que pasaba esto, una pequeña ardilla se entristeció porque los colores se mezclaron en su dibujo y se había arruinado. Al notar esto la hormiga Tachi le dijo algo. ¿Qué creen que le dijo?

A la entrada de la escuela, la maestra Lechuza iba cargada con una enorme carpeta con los dibujos que sus alumnos habían hecho durante todo el curso. El burrito Galileo le propuso llevar el portafolios hasta la clase.

– ¡Muchas gracias, Galileo! Puedes ponerla en mi mesa, ¡me has sido de gran ayuda! – dijo la maestra.

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El ratón Boliche, animado por el ejemplo del burrito, se ofreció para repartir los dibujos a los estudiantes. Cuando le entregó el último trabajo a la ardilla Cascabel, ésta se puso muy triste.

– ¡Vaya birria de acuarela he hecho! Se me han mezclado los colores y ha quedado fatal.

La hormiga Taichí que oyó su queja, le sugirió que fuera con ella a pintar a la salida de clase y así le enseñaría un montón de trucos.

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– ¿Harías eso por mí? – preguntó Cascabel.

– ¡Claro que sí! además, ¡seguro que lo pasamos muy bien! – le aseguró Taichí.

La ardilla se puso de tan buen humor, que cuando vio al oso Tragoncete en el patio, decidió compartir con él sus bellotas, avellanas y nueces.

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Tragoncete, agradecido a Cascabel, también quiso ayudar a alguien y al ver que la tortuga Roqui estaba seria y solitaria en una esquina del recreo, se acercó a ella. Tragoncete empezó a contarle chistes y a hacerle bromas, hasta que consiguió que se animara. Luego se fueron los dos a divertirse con los demás.

Cuando volvieron todos a clase, la maestra Lechuza, feliz con el comportamiento de sus alumnos, les dejó la tarde libre para jugar en el bosque

Moraleja de la clase de la maestra Lechuza: La solidaridad es un valor contagioso, si eres solidario con alguien más, podrás contagiar a otros niños a ser como tú.

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Sendy

Esta fábula de solidaridad narra la historia de Sendy, una hermosa y cariño perrita, que al enfermar de su pata, sus dueños deciden llevarla muy lejos y botarla.

La pobre Sendy no conseguía el camino a casa, no tenía agua, cobijas o un plato de comida. Ella estaba sumamente adolorida por su patita, y muy triste porque nadie la amaba.

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Es así, como un día despertó en una hermosa casita, con cobijas limpias, comida, y su patita curada.

Era un lugar mágico, con niños alegres y amables. Sendy se sentía nuevamente amada y querida. ¿Qué creen que paso con esta perrita?

Érase una hermosa perrita llamada Sendy. De un momento a otro enfermó de su patita. Sus dueños decidieron deshacerse de ella arrojándola a la calle.

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Sendy sola y abandonada cojeaba buscando el camino a casa, pero jamás la encontró. Pasaron cerca de dos semanas. Sendy cobijada entre cartones viejos, hambrienta y sedienta recordaba los bellos momentos que pasó junto a sus dueños y los hijos de ellos. Sendy lloró al recordar y llorando se quedó dormida.

Temprano por la mañana despertó en un bello jardín cobijada en una linda casita de madera, su pata había sido sanada y su cuerpo cubierto con un hermoso y cálido abrigo. Fue entonces cuando Sendy se preguntó:

– ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegue aquí?.

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Salió de su casita, vio muchos niños jugando, riendo y cantando. Todo era mágico. Sendy lloró de alegría moviendo la colita. Sendy supo por fin que alguien la amaba en verdad.

Moraleja de Sendy: la solidaridad abarca a todos los seres vivos, ser bueno con un pequeño animal, puede ser un gran gesto de amor y bondad.

Por necesidad

La siguiente fábula de solidaridad cuenta la historia de un pequeño niño que se encontraba a la puerta de una frutería.

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El niño daba la impresión que estaba esperando a alguien, sin embargo, en lo que los dueños se descuidaron el niño tomo un par de manzanas, pero la hija del dueño lo vio, y lo tomo por el brazo.

De inmediato comenzó a llamar a la policía, pero su padre hablo con él niño, y este le dijo que sabía que estaba mal, pero que sus hermano tenía mucha hambre.

Es así como el dueño lo perdona, le dice que no lo vuelva hacer, y le da una bolsa llena de frutas. Años más tarde el frutero seguía en el mismo lugar, pero se sintió mal, y termino en el hospital. ¿Cómo continua la historia?

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Un niño muy sucio y harapiento estaba parado al lado de la puerta de una frutería. No compraba, ni se movía del lugar, solo miraba las frutas y a los lados como esperando algo.

De pronto pensó que nadie lo miraba y rápidamente tomó dos manzanas, pero la hija del dependiente lo vio y le llamó la atención.

-¡Oye! estás robando, ¡policía, policía, este niño está robando!

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El padre de la niña salió y tomó al niño por el brazo, que trataba de escapar desesperado.

-Por favor señor, no me haga daño, perdón, no quería robar, pero somos muy pobres y mis hermanitos tienen hambre, solo quería llevarles algo de comer.

El hombre se compadeció del niño y en vez de acusarlo, tomó varias frutas y se las dio.

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-Toma, lleva a tus hermanos, pero no vuelvas a hacerlo, robar es malo y te puedes meter en problemas.

-Gracias señor, dios se lo pague- dijo el niño conmovido- algún día lo recompensará.

El niño salió apresurado a su casa a llevar las frutas a sus hermanitos para que pudieran comer. Al llegar todos estaban felices, comieron a gusto y el niño nunca contó lo que había sucedido.

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Años más tarde el dependiente de la frutería, ya viejo y cansado seguía trabajando. Ya estaba solo, sus hijos se habían ido de su lado a hacer sus vidas. Intentaba levantar una caja y sintió un dolor muy fuerte en el pecho y sin darse cuenta se desmayó.

Cuando despertó, estaba en un hospital, a su lado estaba un hombre que al darse cuenta que el dependiente despertaba, se paró a su lado, para tranquilizarlo.

-Descanse, ya todo está bien.

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-¿Qué hago aquí? ¿Qué paso?, yo no puedo pagar esto.

-No tiene que pagar nada señor, ya todo está pago, afortunadamente yo venía pasando en frente de su tienda y pude traerlo a tiempo.

-Hijo pero yo no puedo pagarte, mi tienda no vende tanto y tengo poco dinero.

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-Usted ya me pagó señor, hace muchos años, cuando no me delató y me regaló frutas para dar de comer a mis hermanos. Estamos a mano.

El señor recordó aquel día, y apretando la mano del hombre que salvó su vida, sonrió.

Moraleja por necesidad: has siempre el bien, no importa a quien ni en donde, esas buenas acciones se te regresaran tarde o temprano.

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