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+10 Poemas medievales ¡Llenos de amor y cultura!

poemas medievales
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La edad media es el período más extenso de la historia de la humanidad. Es en esa época en la que el ser humano realizó grandes descubrimientos en un lapso de diez siglos, que van desde la caída del Imperio Romano hasta el Descubrimiento de América o la caída del Imperio Bizantino (algunos autores discrepan con este último punto).

+10 Poemas medievales para dedicar

Los Poemas medievales  vienen a aportar un lenguaje lleno de romanticismo, lírica y aspectos de una época heroica llena de batallas y de amores imposibles. Repasemos los 10 poemas medievales más destacados de la historia.

Poemas medievales para recordar
Con esta selección podrás deleitarte con lestras de antaño, hermosas y que han perdurado hasta nuestros días.

10. Omnia Sol Temperat (Carmina Burana, manuscrito medieval de cantos y poemas en latín)

Este poema medieval (en los siglos medievales difícilmente existía una diferencia palpable entre canciones y poemas), es una oda al disfrute y gozo de los dones de la vida como el sol, el amor, la primavera y la felicidad, todo esto considerado buena fortuna para la época.

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A todos conforta el sol,
puro y delicado;
Nuevo y radiante es el rostro
del mundo en abril;
hacia el amor se apresura
el corazón del hombre,
y sobre la felicidad
reina el dios de la juventud.

Cuántas novedades
en la fiesta de la primavera,
Y su autoridad
nos ordena gozar;
recorrer caminos conocidos,
y en tu propia primavera,
es leal y correcto
poseer a tu amante.

Ámame fielmente,
piensa que confío en ti;
con todo mi corazón,
con toda mi voluntad
estoy contigo,
aun cuando esté lejos.
Quien ama como yo,
está girando en la rueda de la fortuna.

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9. A la partida de Monsieur (Elizabeth I de Inglaterra)

Este poema medieval fue escrito por la pluma de la Reina Elizabeth I, poetisa que fue regente de Inglaterra y que llenó de letras hermosas la época medieval. Se cree que estos versos fueron  inspirados por un noble cuyo amor era considerado imposible para la Reina. Acá se puede observar la dicotomía que el amor puede presentar desde tiempos remotos.

Sufro sin enseñar mi descontento,
Y amo, aunque deba aparentar odio.
No me atrevo a expresar mis sentimientos,
Parezco muda, aunque por dentro hablo.
Soy y no soy, en llamas me congelo,
Pues he dejado de ser yo, no soy más mía.

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Este dolor es como mi sombra,
Me sigue al vuelo y vuela si la sigo,
Me acompaña y hace lo que hago,
Y me aflige su pena, que comparto.
No hay manera de alejarla de mi pecho
Hasta que el fin de las cosas la destierre.

Insúflame una pasión más tierna
Pues blanda soy, nieve derretida,
O sé cruel, amor, y así sé amable:
Deja que flote o permite que me hunda.
Hazme vivir con un dulce deleite,
O déjame morir para que olvide que he amado.

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8. O Fortuna (Carmina Burana, manuscrito medieval de cantos y poemas en latín)

Escrito durante el siglo XIII, esta canción o poema medieval está dedicado a la Diosa Romana de la Fortuna, de la suerte, del azar. Con este poema los hombres llamaban a la Fortuna para lograr tenerla de su lado y alcanzar sus propósitos.

Oh Fortuna,
como la luna
variable de estado,
siempre creces
o decreces;
¡Que vida tan detestable!
ahora oprime
después alivia
como un juego,
a la pobreza
y al poder
lo derritió como al hielo.

Suerte monstruosa
y vacía,
tu rueda gira,
perverso,
la salud es vana
siempre se difumina,
sombrío
y velado
también a mí me mortificas;
ahora en el juego
llevo mi espalda desnuda
por tu villanía.

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La Suerte en la salud
y en la virtud
está contra mí,
me empuja
y me lastra,
siempre esclavizado.
En esta hora,
sin tardanza,
toca las cuerdas vibrantes,
porque la Suerte
derriba al fuerte,
llorad todos conmigo.

7. La melodía de las siete torres (William Morris)

Con este poema medieval podemos vislumbrar  el bien y el mal, representados por los caballeros inocentes que se atreven a traspasar las puertas del lugar en el que mora la Bella Yolanda de las Flores. Este último personaje los encanta y lleva a su muerte esperanzados por encontrar el amor en aquella mujer de grandes encantos.

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Nadie va hacia allí ahora:
Qué queda allí para ver?
de las filas de almenas desoladas
y el pesado techo de plomo gris?
«Por lo tanto», dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Nadie camina allí ahora;
excepto bajo la pálida luz de la luna.
Los fantasmas se pasean en fila;
si uno pudiera verlos, sería una terrible visión.
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Pero nadie puede verlos ahora.
Aunque estén sentados a lo largo del foso,
con los pies sumergidos en el agua y en fila.
Sus largos cabellos flotando al viento.
«Por lo tanto», dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

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Si alguien va hacia allí ahora,
debe ir hacia allí solo.
Sus puertas no se abrirán a ninguna fila
de lanzas relucientes ¿irás entonces solo?
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Sé mi amor, vé hacia allí ahora,
a traer mi cofia de allí.
Mi cofia y mi manto adornado de perlas
Oliver, vé hoy mismo!
«Por lo tanto», dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

No soy feliz ahora
no puedo decirte porqué
Si vas, los curas y yo en fila
rezaremos para que no mueras.
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

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Si vas por mí ahora,
besaré por fin tu boca,
(Ella dijo para sí)
(Las tumbas se yerguen grises en fila)
Oliver, abrázame fuerte!
Por lo tanto, dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

6. La sepultura (versión en español de Jorge Luis Borges)

Su nombre lo indica. Un poema medieval que habla acerca de la muerte, de lo que representa estar muerto, de lo que ahora será la morada del cuerpo inanimado.

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Para ti una casa fue construida,
incluso antes de que nacieras,
para ti el polvo fue destinado,
antes de que salieras de tu madre.

No está concluida aún,
ni su hondura ha sido medida,
ni se sabe aún qué largo tendrá.
Ahora te conduzco hacia donde estarás;
ahora te mido y a la tierra después.

Tu casa no es alta,
es baja y yacerás ahí.
El techo se alza muy cerca de tu pecho.
Así habitarás helado en el polvo.
Sin puertas es la casa,
y oscura está por dentro,
allí estarás fuertemente encarcelado
y la Muerte tendrá la llave.

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Atroz es esa casa de tierra
y terrible habitar allí;
vivirás allí
y te dividirán los gusanos.
Así estarás acostado
y dejarás a tus amigos.

Ningún amigo irá a visitarte.
Nadie irá a ver si te gusta la Casa,
nadie abrirá la puerta.
Nadie bajará hasta ti
porque pronto serás aborrecible para la vista.
Porque pronto tu cabeza será despojada de su cabello;
y la belleza del cabello se apagará.

+5 Poemas medievales oníricos

En estos 5 poemas medievales con los que cerramos el conteo, se ven reflejados los sueños o anhelos que las personas de la época dilucidaban mientras pasaban sus ratos libres producto, bien de sus cavilaciones o de las lecturas que los acompañaban es sus tiempos de ocio.

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Veamos lo que pasaba por las mentes medievales.

Los poemas medievales se inspiran en el amor
Las construcciones medievales pueden generar hermosas letras pues están edificadas de forma delicada y con cuidado en el detalle.

5. La dama Isabel y el caballero Elfo (balada medieval asociada a las leyendas de Halewyn)

En este poema medieval apreciamos la forma en la que la Dama Isabel imagina que un Elfo la convida a un lugar en el que se supone que ella encuentre la muerte, siendo el Elfo el que, contrario a lo que se esperaba, llega a un fatal final víctima de los encantos de la Dama.

La Dama Isabel bordaba sentada en su alcoba,
Mientras los mancebos la rodeaban alegres.
Entonces ella escuchó que un Caballero Elfo
Soplaba su cuerno estremeciendo el cielo.
Era la primera semana de mayo.

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Si tuviese aquel cuerno, ella dijo, Que oigo temblar,
Al Caballero Elfo que lo toca en mi seno le dejaría reposar.

La Dama dijo las palabras en un suspiro,
Y el Caballero Elfo en la ventana fue visto.

Es un asunto extraño, dulce doncella; dijo el Elfo.
Apenas he tocado mi cuerno cuando vuestros labios me convocaron.

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¿Vendrá conmigo al Bosque Verde, doncella?
Pues si no lo desea, de todos modos lo hará.

Él saltó sobre un corcel, la Dama sobre otro,
Y hacia el Bosque Verde juntos cabalgaron.

Desmonta, Dama Isabel, este es el lugar;
Este es el sitio en donde morirás.

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Piedad, amable señor, piedad por esta doncella;
Dejad que vea a mi padre, y a mi querida madre.

Siete Hijas de Reyes fueron muertas por mí,
Y tu único destino es ser la octava.

Reposa conmigo, caballero, apoya tu cabeza en mi falda,
Permite que descanse antes de vestir mi mortaja.

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Se acercó a él y con caricias lo arrulló,
Cautivo de sus encantos, el Elfo se durmió.

Con el cinto de su espada la doncella lo sometió,
Y con su propia daga, herida mortal le dio.

Si Siete Hijas de Reyes por tí fueron muertas,
Yaced aquí, y sed un esposo para ellas.

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4. Dos rosas rojas a través de la luna (William Morris)

Una doncella y un caballero se conocen y su encuentro se ve truncado por la batalla a la que fue llamado el señor. A su regreso el Caballero del escudo de dos rosas rojas a través de la luna, se encuentra con su amada. Una pequeña historia de amor y batalla, como las que tanto abundaban en la edad media, contada en este poema medieval.

Había una dama que en un gran salón vivía,
de ojos grandes, apariencia alta y esbelta;
que siempre cantaba de mediodía en mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

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Cierta vez un caballero llegó cabalgando
en primavera, cuando los caminos estaban resecos;
y oyó a la dama cantar al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

Sin embargo, no se detuvo del todo,
montó al galope más allá del salón;
y dejó a la dama cantando al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

Porque, de hecho, la batalla pronto se dispuso,
y el escarlata y el azul llegaron a encontrarse,
y así montó hasta el próximo y cálido mediodía;
Dos rosas rojas a través de la luna.

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Pero el combate se dispersó de colina en colina,
de molino en molino;
y se dijo a sí mismo, mientras se acercaba el mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

Apenas podía verse entre el escarlata y el azul
un yelmo o un zapato dorado;
entonces gritó, mientras la batalla recrudecía al mediodía,
¡Dos rosas rojas a través de la luna!

En verdad el oro perforó a través
de las lanzas teñidas de azul y escarlata;
y clamaron, al ser cortadas al mediodía,
¡Dos rosas rojas a través de la luna!

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Pensé que se detenía cuando cabalgó de nuevo
por el salón, aunque empapado y sucio por lluvia;
y sus labios fueron capturados para besarlos al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

Bajo el signo de mayo ella se inclinó ante la corona,
todo era dorado, nada de color marrón;
y entonces los cuernos soplaron en el salón al mediodía,
Dos rosas rojas a través de la luna.

3. El mito de Arturo (G.K. Chesterton)

El Rey Arturo ha sido una figura álgida de las historias que se desarrollan durante el siglo VI, perteneciente a la edad media. Este poema medieval explora la figura de Arturo desde la óptica imaginaria del autor.

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¡Ah! hombre educado que nunca aprendiste a aprender,
Y que evitas deducir mediante diminutos y tímidos pasos,
Como el alto vapor que el fuego jamás podrá consumir
Y los grandes relatos de hombres que nunca fueron grandes.

¿Has pensado de qué clase de hombre se trata?
¿De quién dicen los hombres que «podría derribar gigantes»?
O qué hondos recuerdos en el abismo del tiempo
Aburren el boato de Camelot y de la corona.

Y por qué un estandarte tapiza todo el fondo,
Más allá de las cabalgatas, de innumerables lanzas,
Y en virtud de qué brujería, en las colinas occidentales,
Un trono ha permanecido vacío mil años.

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Quién ejecuta, con tal desproporción, este inmenso laberinto,
La historia inmortal de un pecado mortal;
Menos fábula humana que hecho histórico
Que asesina mitos como polillas y se bate con un alfiler.

Consuélate; el resto no es difícil.
Jamás un mito serás, te lo prometo.

2. El caballero de la carreta (Chrétien de Troyes)

Otra figura que destaca en la edad media es la de Lancelot quien perteneció a los Caballeros de la Mesa redonda que encabezó el Rey Arturo. Este poema medieval contiene en sus letras valor, amor, tristeza y honor, algunos de los valores y sentimientos más destacados de la época.

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Y encuentran un lugar muy hermoso,
un monasterio, y cerca del enrejado
un cementerio de muros cerrados.

No era loco ni malvado
el caballero que en el monasterio
entra de pie para rezar a Dios,
mientras la joven cuida su caballo.

Cuando termina su oración y regresa,
hacia él se acerca un monje muy viejo,
le suplica dulcemente que lo informe
sobre aquello que desconoce,
y el viejo habla de un cementerio:
«Llevadme allí, que Dios os ayude»
«Con todo gusto, señor», responde el monje.

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El caballero, detrás del monje,
entra y recorre las más bellas tumbas,
y había letras sobre cada una,
nombres de los que dentro se agitaban.

Título tras título, el caballero lee las letras:
«Aquí se agita Gauvain,
aquí Luis, aquí Yvan».
Llegan los ataúdes con nombres célebres,
caballeros elegidos, los más preciados y mejores
de esta tierra y otros lugares.

(Lancelot y sus caballeros llegan al Puente de la Espada, el único camino hacia la Tierra de las Prisiones).

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Al pie del alto puente
descienden de sus caballos,
aguas ásperas, ruidosas, rebeldes,
tan terribles como las del Río del diablo;
nadie en el mundo, si allí cayera.

Y el puente que lo atravesaba
era una espada blanca y limpia,
pero fuerte y escarpada,
con dos lanzas a cada lado.
Mucho se desalentaron los caballeros,
pensando en leones y leopardos del otro lado.

El agua, el puente y los leones
tanto terror les provocaron
que de miedo temblaron.

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(Lancelot les habla a sus caballeros)

Señores, partid complacidos
porque por mi os habéis conmovido:
por vuestro amor y franqueza.
Bien sé que no deseáis mi mal,
pero mi fe es tal
que prefiero la muerte y nunca regresar…

Ellos suspiran, lloran sin piedad.
Aunque sobre la espada se mantenga
no llegará entero ni sano del otro lado.
Prefiere mutilar sus pies y manos,
cruzar descalzo, caer del puente
y bañarse en las aguas intactas
más nunca regresar.

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Con gran dolor, obligado, da un paso,
luego otro, castigando manos,
rodillas y pies que sangran,
sólo el amor consuela su sufrimiento.
Del otro lado del puente recuerda
los dos leones que creyó haber visto,
ni un lagarto se veía ahora,
nada que mal le haga:
pone su mano delante de la cara,
comprueba que los leones sólo existen del otro lado.

1. Dies Irae (Tomás de Celano)

En este poema medieval el monje franciscano, Tomás de Celano, expone, entre versos, lo que padecerán las almas de la historia al presentarse el día del juicio final en el que, según cuentan las historias religiosas, seremos llamados a justificar nuestras acciones.

Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.
¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!

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La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos,
reunirá a todos ante el trono.
La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.

Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.
Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando apenas el justo esté seguro?
Rey de tremenda majestad
tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.

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Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.
Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.
Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, Señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.
Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

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Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.
Refutados los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.
Día de lágrimas será aquel renombrado día
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ése, pues, perdónalo, oh Dios.
Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso.
Amén.

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Usted, que leyó estas líneas llenas de fervor poético, puede observar la forma en la que antaño eran hilvanadas las ideas para plasmarlas con hermosas letras, frases y versos con poemas medievales para la posteridad.

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