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+15 Poemas del renacimiento más famosos del mundo

Poemas del renacimiento
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Si vamos al significado estricto, entendemos como renacimiento el resurgir, volver a nacer. En la poesía, fue una corriente literaria originaria en Italia y significó la reaparición de la cultura grecolatina, dejada en el olvido luego de la caída del imperio romano.

Con la época renacentista, surge la burguesía, fortaleciendo así el poder de la realeza, y promoviendo al hombre renacentista como alguien culto, en la constante necesidad de aprender.

Listado de los mejores poemas de la época del renacimiento

En Escribirte, te presentamos una selección variada de los poemas del renacimiento más famosos, para que aprendas sobre esta corriente que logró extenderse por toda Europa.

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Los poemas renacentistas utilizaban lenguaje sencillo, pero muy cuidado y estético

15. Soneto a Laura (Francesco Petrarca)

Este poema del renacimiento toca una de las temáticas más comunes, la inevitable muerte, y de su amor platónico hacia el personaje Laura:

A una joven bajo un verde laurel
Amor lloraba, y yo con él gemía…
Bendito sea el año, el punto, el día…
El que su arte infinita y providencia…
En la muerte de Laura
Fue el día en que del sol palidecieron…
Los que en mis rimas sueltas…
Mi loco afán está tan extraviado…
Mis venturas se acercan lentamente…
No tengo paz ni puedo hacer la guerra…
Porque una hermosa en mí quiso vengarse…
Si con suspiros de llamaros trato…
Si el fuego con el fuego no perece…

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14. A Dulcinea del Toboso (Miguel de Cervantes Saavedra)

Este poema de Miguel de Cervantes se puede entender como una declaración de amor de Don Quijote a su musa, Dulcinea, quien no aparece explícitamente en la novela, pero es ella el motivo de inspiración para él convertirse en caballero:

¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
por más comodidad y más reposo,
a Miraflores puesto en el Toboso,
y trocara sus Londres con tu aldea!
¡Oh, quién de tus deseos y librea
alma y cuerpo adornara, y del famoso
caballero que hiciste venturoso
mirara alguna desigual pelea!
¡Oh, quién tan castamente se escapara
del señor Amadís como tú hiciste
del comedido hidalgo don Quijote!
Que así envidiada fuera, y no envidiara,
y fuera alegre el tiempo que fue triste,
y gozara los gustos sin escotes.

13. Coplas del alma que pena por ver a Dios (San Juan de la Cruz)

Este poema del renacimiento toca un tema igualmente común en esa corriente, el del acercamiento del hombre con Dios, para lograr así la perfección del alma y del espíritu:

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Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

I

En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

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II

Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

III

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Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

IV

El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

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V

Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

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12. A una señora pasada la mocedad (Fray Luís de León)

Este poema de Fray Luis de León de nuevo toca el tema de la humanidad, esta vez en lo rápido que puede pasar el tiempo:

Elisa, ya el preciado
cabello que del oro escarnio hacía
la nieve ha variado.
¡Ay! ¿yo no te decía:
«recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?»
Ya los que prometían
durar en tu servicio eternamente,
ingratos se desvían
por no mirar la frente
con rugas afeada, el negro diente.
¿Qué tienes del pasado
tiempo sino dolor? ¿cuál es el fruto
que tu labor te ha dado,
si no es tristeza y luto
y el alma hecha sierva a vicio bruto?
¿Qué fe te guarda el vano
por quien tú no guardaste la debida
a tu bien soberano?
¿por quién mal proveída
perdiste de tu seno la querida
prenda? ¿por quién velaste?
¿por quién ardiste en celos? ¿por quién uno
el cielo fatigaste
con gemido importuno?
¿por quién nunca tuviste acuerdo alguno
de ti mesma? Y agora
rico de tus despojos, más ligero
que el ave huye, y adora
a Lida el lisonjero:
tú queda entregada al dolor fiero.
¡Oh cuánto mejor fuera
el don de la hermosura que del cielo
te vino, a cuyo era
habello dado en velo
santo, guardado bien del polvo y suelo!
Mas ahora no hay tardía;
tanto nos es el cielo piadoso
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
en breve del dolor saca reposo…

11. Nada te turbe (Santa Teresa de Jesús)

Este poema del renacimiento de Santa Teresa de Jesús nuevamente se basa en la religión, esta vez en la unificación con Dios, como una figura amorosa y onmipotente:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia,
todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.

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10. Sonetos (Garcilaso de la Vega)

En este poema del renacimiento de uno de los autores más famosos de la época, Garcilaso de la Vega emplea un lenguaje culto, con metáforas y versos no utilizados anteriormente:

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I

Cuando me paro a contemplar mi’stado
y a ver los pasos por dó me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
más cuando del camino’stó olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si quisiere, y aún sabrá querello;
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

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9. A la tristeza (Juan Boscán)

Este poema del renacimiento toca un tema filosófico, ese encuentro del hombre con sus sentimientos, ese análisis a sí mismo:

Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo,
sólo en ver que el alegría
presume de hacerme suyo.
¡Oh tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.
Pero di,
ya que estó en tu compañía:
¿Cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí
no hay remedio para echallo.
¿Quién jamás estuvo así?
Que de ver que en ti me hallo
me hallo que estoy sin ti.
¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú heciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces vernás mejor.
pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.

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8. La cabellera cortada (Gutierre de Cetina)

Este poema del renacimiento emplea la metáfora para denotar cualidades fisícas a alguien, en este caso para referirse a la cabellera y rostro del personaje en cuestión:

¿Son éstos los rubísimos cabellos
que ya bajando en trenzas elegantes,
ya llovidos de perlas y diamantes,
ya al aura sueltos, eran siempre bellos?
¡Ah!
¿Quién los pudo separar de aquellos
vivos marfiles que ceñían antes,
del más bello de todos los semblantes,
de sus hermanos más felices que ellos?
Médico indocto, ¿fue el remedio solo
que hallaste, el arrancar con vil tijera
tan rico pelo de tan noble frente?
Pero sin duda te lo impuso Apolo
para que así no quede cabellera
que con la suya competir intente.

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7. Del pastor apasionado a su amor (Christopher Marlowe)

Este poema del renacimiento es una hermosa declaración de amor, en el que el autor, ofrece promesas de una vida idílica si tan sólo la contraparte, corresponde su amor:

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Ven a vivir conmigo y sé mi amor,
y probaremos todos los placeres
que los montes, los valles y los campos,
y las abruptas cumbres nos ofrezcan.

Allí nos sentaremos en las rocas
a observar los rebaños y pastores,
junto a un riachuelo tenue, en cuyos saltos
músicas aves cantan madrigales.

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Allí te tejeré un lecho de rosas
y un sinfín de fragantes ramilletes
y te haré una corona y un vestido
todo en hojas de mirto fabricado.

Te haré un tapado con la mejor lana
que nos puedan brindar nuestras ovejas,
y hermosas zapatillas para el frío
que han de tener hebillas de oro puro.

Un cinturón de paja y tiernos brotes,
con broches de coral y tachas de ámbar:
y si tales placeres te persuaden,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.

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Argénteos platos para los manjares,
igual de hermosos que los de los dioses,
en mesa de marfil serán dispuestos
para ti y para mí, todos los días.

En primavera, los pastores jóvenes
te halagarán con cantos y con bailes;
si conmueven tu alma estas delicias,
ven a vivir conmigo y sé mi amor.

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6. Un poema, una canción (Antonio de Villegas)

En verso y prosa, el autor español Antonio de Villegas noas presenta este poema algo melancólico, que se refiere al amor:

¡Oh ansias de mi pasión;
dolores que en venir juntos
habéis quebrado los puntos
de mi triste corazón!
Con dos prisiones nos ata
el amor cuando se enciende:
hermosura es la que prende,
y la gracia es la que mata.
Ya mi alma está en pasión;
los miembros tengo difuntos
en ver dos contrarios juntos
contra un triste corazón.

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5. Soneto III (Garcilaso de la Vega)

En este poema, de la Vega toca el tema de la existencia humana y la muerte, las cosas que ha dejado atrás:

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La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía,
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

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De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas de no veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.

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4. Imitación de Diversos (Fray Luis de León)

Este poema de Fray Luis de León hace una reflexión sobre el amor, sobre su poder para abarcar todo en la vida:

 

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Vuestra tirana exención
y ese vuestro cuello erguido
estoy cierto que Cupido
pondrá en dura sujeción.
Vivid esquiva y exenta;
que a mi cuenta
vos serviréis al amor
cuando de vuestro dolor
ninguno quiera hacer cuenta.

Cuando la dorada cumbre
fuere de nieve esparcida
y la dos luces de vida
recogieren ya su lumbre;
cuando la ruga enojosa
en la hermosa
frente y cara se mostrare
y el tiempo que vuela helare
esa fresca y linda rosa;

cuando os viéredes perdida
os perderéis por querer,
sentiréis qué es padecer,
querer y no ser querida.
Diréis con dolor, señora,
cada hora:
¡Quién tuviera, ay, sin ventura,
o agora aquella hermosura,
o antes el amor de agora!

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A mil gentes que agraviadas
tenéis con vuestra porfía
dexaréis en aquel día
alegres y bien vengadas.
Y por mil partes volando,
publicando
el amor irá este cuento,
para aviso y escarmiento
de quien huye de su bando.

¡Ay!, por Dios, señora bella,
mirad por vos, mientras dura
esa flor graciosa y pura,
que el no gozalla es perdella,
y pues no menos discreta
y perfeta
sois que bella y desdeñosa,
mirad que ninguna cosa
hay que a amor no esté sujeta.

El amor gobierna el cielo
con ley dulce eternamente,
¿y pensáis vos ser valiente
contra él acá en el suelo?
Da movimiento y viveza
a belleza
el amor, y es dulce vida;
y la suerte más valida
sin él es triste pobreza.

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¿Qué vale el beber en oro,
el vestir seda y brocado,
el techo rico labrado,
los montones de tesoro?
¿Y qué vale si a derecho
os da pecho
el mundo todo y adora,
si a la fin dormís, señora,
en el solo y frío lecho?

 

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3. Mil veces callo, que romper deseo (Hernando de Acuña)

Acuña, también fiel seguidor de De La Vega, fue un destacado poeta que basó muchas de sus obras en el amor y los celos:

 

Mil veces callo, que romper deseo
el cielo a gritos, y otras tantas tiento
dar a mi lengua vos y movimiento,
que en silencio mortal yacer la veo.
Anda cual velocísimo correo
por dentro el alma el suelto pensamiento,
con alto, y de dolor, lloroso acento,
casi en sombra de muerte un nuevo Orfeo.
No halla la memoria o la esperanza
rastro de imagen dulce o deleitable
con que la voluntad viva segura.
Cuanto en mí hallo es maldición que alcanza,
muerte que tarda, llanto inconsolable,
desdén del cielo, error de la ventura.

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2. Ojos claros, serenos (Gutierre de Cetina)

En este poema de Cetina, refleja el poder que tiene una mirada, de todas las emociones que evoca:

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Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos
ya que así me miráis, miradme al menos.

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1. Dame, amor, besos sin cuento (Cristóbal de Castillejo)

En este poema de Castillejo, expresa el deseo de que el amor y cariño expresado sea infinito, entre estos seres que se aman:

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Dame, amor, besos sin cuento,
asida de mis cabellos,
y mil y ciento tras ellos,
y tras ellos mil y ciento,
y después
de muchos millares, tres;
y porque nadie lo sienta,
desbaratemos la cuenta
y contemos al revés.

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Los poemas del renacimiento se basaron mayormente en el amor, la mitología, la naturaleza, la belleza, el conocimiento superior, la moral, la ética, y la filosofía, empleando un lenguaje sencillo pero lleno de metáforas y misticismo.

Si te agradó esta colección de poemas del renacimiento, no dudes en compartir este material, junto a muchos otros que tenemos aquí en Escribirte, ¡No te los pierdas!

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