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+8 Fábulas de las emociones [Cortas y largas para niños]

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Los niños suelen pasar por momentos de mucha tensión, miedo, alegría, ansiedad, molestia, empatía, entre otros. Durante la niñez es fácil pasar de un sentimiento al otro sin mayores esfuerzos, es por esto, que contar con fábulas que ayuden y orienten a los niños en temas emocionales es esencial, para su buen crecimiento.

Las fábulas de las emociones para niños, están escritas con anécdotas de la vida cotidiana, para que los más pequeños se sientan identificados. A la vez que le muestran como deben actuar y comportarse en dicha situación.

+8 Fábulas sobre las emociones ¡Excelentes para niños de primaria!

Las fábulas de las emociones para niños no son comunes, sin embargo, acá te recopilamos las mejores, para que conozcas un poco más como son. No te las pierdas.

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Laura cambia de ciudad

La siguiente fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de Laura una niña de cuatro años, que estaba un poco molesta porque las vacaciones habían terminado, y debía comenzar las clases en un nuevo colegio.

Su padre había sido promovido a un mejor puesto y por esta razón tuvieron que mudarse. Laura fingía delante de sus padres, pero ella quería regresar a su antigua escuela, con sus amigos de siempre.

Además, pronto cumpliría sus cinco años, y pensaba que nadie iría a su cumpleaños, porque en aquel lugar no tenía amigos. ¿Cómo continua la historia?

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Las vacaciones se terminaron y Laura estaba triste. De nuevo tenía que ir al colegio y no estaba entusiasmada con la idea. Y es que a su padre lo habían ascendido a director de una sucursal bancaria y por ello tuvieron que mudarse de ciudad. Ella quería volver al colegio de siempre donde tenía muchos amigos.

Tan sólo le faltaba un mes para cumplir los cinco años y pensaba que en su fiesta no tendría ningún amigo. Sin embargo, en presencia de sus padres disimulaba, sus papás andaban muy ilusionados con la casa que habían adquirido y ella no quería «aguarles» la fiesta.

De camino para el colegio, siempre de la mano de su mamá, iba pensando en su maestra Cristina y lo bien que se la pasaba con ella ¡Desde luego, ya no sería lo mismo!

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La madre la condujo hasta la puerta de la clase cuando, ¡Qué sorpresa! ¿Cristina estaba allí? ¿Estaba soñando? Pronto se aclaró el equívoco. La maestra se llamaba Rosa y era hermana gemela de Cristina.

En la clase había veinte niños y estaban sentados por grupos de siete. Laura se sentó en el grupo donde había seis.

En dicho grupo estaba sentada María, que era hija de su maestra y que casualmente vivía en su misma urbanización. Ricardo y Jaime eran dos niños muy divertidos y habladores.

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Estaba también Carmen, una niña de etnia gitana de ojos grande y tez morena, pero la que más le llamó la atención era una niña de rasgos distintos de los de todos.

Era china y sus padres acababan de instalar un bazar frente al colegio, por lo que llevaba poco tiempo residiendo en la ciudad.

Se llamaba Yenay y todavía no sabía hablar español. Laura, desde el primer momento, conectó con Yenay y se entendían perfectamente sin palabras. Había pasado un mes y Laura ya estaba mucho más alegre.

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Jugaba constantemente en el recreo con los niños de su grupo y además se había propuesto enseñarle su lengua a Yenay. Sus papás le había preparado una fiesta de cumpleaños a la que habían acudido todos los niños sin faltar ninguno de los de su grupo.

También acudieron a dicha fiesta amiguitos antiguos, ya que la distancia entre las dos ciudades era de apenas veinte kilómetros. Laura disfrutó muchísimo.

Se había dado cuenta de que seguía teniendo los amigos de siempre y había conseguido otros nuevos con los que compartiría todos sus juegos.

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Moraleja de Laura se cambia de ciudad: siempre debes estar abierto a nuevas amistades. Los cambios no siempre son malos, pueden tener su lado positivo.

Los dos amigos

Esta fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de dos amigos que eran inseparables, lo que era del uno, era del otro. Cierta noche, uno de los amigos estaba en su casa durmiendo, cuando se despierta sobre exaltado y un tanto preocupado.

Es así como decide alistarse rápido, y en medio de la noche ir a la casa de su amigo. Para su sorpresa su amigo lo estaba esperando con una bolsa de dinero de un lado y del otro una espada. ¿Qué creen que paso luego?

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Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió apresuradamente y se dirigió a la casa del otro.

Al llegar, golpeó ruidosamente y todos se despertaron. Los criados le abrieron la puerta, asustados, y él entró en la residencia. El dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una mano y su espada en la otra, le dijo:

– Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún motivo. Si viniste a mi casa es porque algo grave te sucede.

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Si perdiste dinero en el juego, aquí tienes, tómalo. Y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar a los que te persiguen, juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo para todo.

El visitante respondió:

– Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de esos motivos. Estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas intranquilo y triste, que la angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado.

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La pesadilla me preocupó y por eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar seguro de que te encontrabas bien y tuve que comprobarlo por mí mismo.

Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que, cuando supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda.

Moraleja de los dos amigos: la amistad implica estar pendiente y atento de la necesidad de la otra persona, y en la medida de lo posible ayudarlo a mejorar.

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Pedro y el lobo

La siguiente fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de Pedro, un pastorcito que todas las mañanas llevaba a sus ovejas al campo.

Esa era su rutina de todos los días, sin embargo, eso le aburría mucho, y para animarse un poco, comenzaba a gritar que un lobo se acercaba para comerse a sus ovejas.

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En eso los campesinos se acercaban corriendo, y veían que era una treta, y se enojaban mucho. Pedro hizo esto en muchas ocasiones. Sin embargo, un día, realmente si apareció el lobo. ¿Y que creen que paso?

Érase una vez un pequeño pastor que se pasaba la mayor parte de su tiempo paseando y cuidando de sus ovejas en el campo de un pueblito. Todas las mañanas, muy tempranito, hacía siempre lo mismo. Salía a la pradera con su rebaño, y así pasaba su tiempo.

Muchas veces, mientras veía pastar a sus ovejas, él pensaba en las cosas que podía hacer para divertirse. Como muchas veces se aburría, un día, mientras descansaba debajo de un árbol, tuvo una idea.

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Decidió que pasaría un buen rato divirtiéndose a costa de la gente del pueblo que vivía por allí cerca. Se acercó y empezó a gritar:

– ¡Socorro, el lobo! ¡Qué viene el lobo!

La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano, y se fue a auxiliar al pobre pastorcito que pedía auxilio, pero cuando llegaron allí, descubrieron que todo había sido una broma pesada del pastor, que se deshacía en risas por el suelo.

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Los aldeanos se enfadaron y decidieron volver a sus casas. Cuando se habían ido, al pastor le hizo tanta gracia la broma que se puso a repetirla. Y cuando vio a la gente suficientemente lejos, volvió a gritar:

– ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo!

La gente, volviendo a oír, empezó a correr a toda prisa, pensando que esta vez sí que se había presentado el lobo feroz, y que realmente el pastor necesitaba de su ayuda.

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Pero al llegar donde estaba el pastor, se lo encontraron por los suelos, riéndose de ver cómo los aldeanos habían vuelto a auxiliarlo.

Esta vez los aldeanos se enfadaron aún más, y se marcharon terriblemente enfadados con la mala actitud del pastor, y se fueron enojados con aquella situación.

A la mañana siguiente, mientras el pastor pastaba con sus ovejas por el mismo lugar, aún se reía cuando recordaba lo que había ocurrido el día anterior, y no se sentía arrepentido de ninguna forma.

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Pero no se dio cuenta de que, esa misma mañana se le acercaba un lobo. Cuando se dio media vuelta y lo vio, el miedo le invadió el cuerpo. Al ver que el animal se le acercaba más y más, empezó a gritar desesperadamente:

– ¡Socorro, el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Qué se va a devorar todas mis ovejas! ¡Auxilio!

Pero sus gritos han sido en vano. Ya era bastante tarde para convencer a los aldeanos de que lo que decía era verdad. Los aldeanos, habiendo aprendido de las mentiras del pastor, de esta vez hicieron oídos sordos.

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¿Y lo qué ocurrió? Pues que el pastor vio como el lobo se abalanzaba sobre sus ovejas, mientras él intentaba pedir auxilio, una y otra vez:

– ¡Socorro, el lobo! ¡El lobo!

Pero los aldeanos siguieron sin hacerle caso, mientras el pastor vio como el lobo se comía unas cuantas ovejas y se llevaba otras tantas para la cena, sin poder hacer nada, absolutamente.

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Y fue así que el pastor reconoció que había sido muy injusto con la gente del pueblo, y aunque ya era tarde, se arrepintió profundamente, y nunca más volvió burlarse ni a mentir a la gente.

Moraleja de Pedro y el lobo: las mentiras no conducen a nada bueno. Las personas que no son honestan se ganan el desprecio y la desconfianza de todos

La desobediente tortuguita Ruby

Esta fábula de las emociones para niños, narra la historia de Ruby una tortuguita que vivía con su mama y sus hermanas tortugas. Cierto día la mama tortuga le dijo a Ruby que cuidara de sus hermanitas, que ella necesitaba salir.

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Al poco tiempo la tortuga escucha música a lo lejos, y decide arreglarse y dejar a sus hermanas solas, para poder ir a escuchar mejor aquellas melodías.

Es así como llega a la casa de Franklin, un perro que tenía mucha hambre, y le dice a la tortuga que lo ayude a comer. Entonces la tortuga le muerde el dedo al dueño de Franklin y este suelta un trozo de pollo. ¿Qué creen que paso después?

Era una vez una tortuguita que se llamaba Ruby y que vivía con su mamá y sus dos hermanitas tortugas. Un día, la mamá le dijo a Ruby que cuidara de sus hermanitas porque ella iba al campo en busca de unas hojas frescas para comer.

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Ruby le contestó que sí, que ella cuidaría de sus hermanas. Pero a lo lejos, Ruby, la tortuguita, escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color rojo, un sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque decía que le gustaba esa música que estaba sonando.

Cuando llegó al lugar de dónde venía la música, se encontró que allí vivía un perro que se llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si ella no había pasado por algún lugar adonde hubiera comida abundante.

Ella le dijo:

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– Tranquilo amigo, yo te voy a ayudar a conseguir comida. Cuando tu dueño se ponga a comer me avisas.

Así fue, cuando el señor José se iba a llevar un muslo de pollo a la boca, vino la tortuguita Ruby y le mordió el dedo gordo del pie.

Del dolor que le produjo la mordedura de la tortuga, soltó el muslo de pollo de inmediato, llegó el perro y se lo llevó corriendo para comérselo lejos porque tenía mucha hambre.

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El señor José se puso a llorar; de inmediato su esposa, la señora María le preguntó que por qué daba tantos gritos.

Él le mostró la herida que le había hecho la tortuguita y le pidió que llenara una olla grande con agua y la pusiera en el fogón a calentar para meter a la tortuguita dentro del agua caliente y poderla comer.

Después llegó el perro y escuchó que la señora María buscaba afanada a la tortuguita porque el agua ya estaba caliente, pero Franklin, el perro, sabía que matarían a su amiga la tortuguita Ruby por haberlo ayudado a conseguir comida.

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Olfateó dónde se encontraba la tortuguita que se encontraba debajo de una cama y le dijo:

– Sssssh…, no te preocupes, que cuando se acuesten yo te abro la puerta para que salgas.

Cuando oscureció la tortuguita Ruby salió y el perro se despidió de ella en la puerta.

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La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la vio y la metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en peligro, corrió muy deprisa y mordió en la nalga al señor.

Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita, del saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola, junto con sus hermanitas.

La tortuguita Ruby, arrepentida, le prometió a su mamá que la obedecería, ya que casi pierde la vida por desobedecerla. Y además, no había sido tan responsable dejando a sus hermanitas solitas.

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Moraleja de la desobediente tortuguita Ruby: ser desobedientes pueden traer grandes consecuencias,  tanto así, que hasta se puede perder la vida.

Todos somos diferentes

La siguiente fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de un grupo de animales que decidieron abrir una escuela en el bosque. Todos tenían idea sobre las materias que se debían impartir.

El conejo quería que se incluyera la materia de carreras. El pez, la de natación. El pájaro el de vuelo, y así sucesivamente todos los animales que estaban en aquel lugar.

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Como no pudieron llegar a un acuerdo, decidieron que se impartirían todas las materias. Pero el problema llego el primer día de clases. ¿Creen que todos pudieron nadar, volar y correr?

Cuenta una historia que varios animales decidieron abrir una escuela en el bosque. Se reunieron y empezaron a elegir las disciplinas que serían impartidas durante el curso.

El pájaro insistió en que la escuela tuviera un curso de vuelo. El pez, que la natación fuera también incluida en el currículo. La ardilla creía que la enseñanza de subir en perpendicular en los árboles era fundamental. El conejo quería, de todas formas, que la carrera fuera también incluida en el programa de disciplinas de la escuela.

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Y así siguieron los demás animales, sin saber que cometían un gran error. Todas las sugerencias fueron consideradas y aprobadas. Era obligatorio que todos los animales practicasen todas las disciplinas.

Al día siguiente, empezaron a poner en práctica el programa de estudios. Al principio, el conejo salió magníficamente en la carrera; nadie corría con tanta velocidad como él. Sin embargo, las dificultades y los problemas empezaron cuando el conejo se puso a aprender a volar. Lo pusieron en una rama de un árbol, y le ordenaron que saltara y volara

El conejo saltó desde arriba, y el golpe fue tan grande que se rompió las dos piernas. No aprendió a volar y, además, no pudo seguir corriendo como antes.

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Al pájaro, que volaba y volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como a un topo, pero claro, no lo consiguió. Por el inmenso esfuerzo que tuvo que hacer, acabó rompiendo su pico y sus alas, quedando muchos días sin poder volar. Todo por intentar hacer lo mismo que un topo.

La misma situación fue vivida por un pez, una ardilla y un perro que no pudieron volar, saliendo todos heridos. Al final, la escuela tuvo que cerrar sus puertas. ¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes, habilidades, y también sus debilidades.

Un gato jamás ladrará como un perro, o nadará como un pez. No podemos obligar a que los demás sean, piensen, y hagan algunas cosas como nosotros. Lo que vamos conseguir con eso es que ellos sufran por no conseguir hacer algo de igual manera que nosotros, y por no hacer lo que realmente les gusta.

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Debemos respetar las opiniones de los demás, así como sus capacidades, habilidades y limitaciones. Si alguien es distinto a nosotros, no quiere decir que él sea mejor ni peor que nosotros. Es apenas alguien diferente a quien debemos respetar.

Moraleja de todos somos diferentes: todos poseemos habilidades y cualidades diferentes y únicas. No se pueden encasillar a todos en el mismo lugar, ya que, para eso existe la diversidad

El burrito albino

Esta fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de Gaspar un burrito albino.

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El tenía dos hermanos de color marrón, y al crecer y notar que tenía un color diferente se entristecía. Sin embargo, su mama le decía que el color no era lo importante y que no debía sentirse mal.

Pero Gaspar no creía en lo que su mama le decía. El quería ser marrón como los demás burros, y esto generó que tuviera pocos amigos y se aislara. Pero todo cambio cuando fue a un paseo de campo con los burritos de la escuela. ¿Qué creen que paso?

Gaspar tenía dos hermanos que eran de color marrón, como todos lo burritos. Su familia a pesar de todo, lo aceptó tal cual era. Gaspar era un burrito albino.

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A medida que fue creciendo, él se daba cuenta que no era como los demás burros que conocía. Entonces le preguntaba a su mamá por qué había nacido de ese color.

Su mamá le explicaba que el color no hace mejor ni peor a los seres, por ello no debía sentirse preocupado.

– Todos somos diferentes, tenemos distintos colores, tamaños, formas, pero no olvides, Gaspar, que lo mas importante es lo que guardamos dentro de nuestro corazón, le dijo su mamá.

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Con estas palabras, Gaspar se sintió más tranquilo y feliz. Demostraba a cada instante lo bondadoso que era. Amaba trotar alegremente entre flores, riendo y cantando. Las margaritas al verlo pasar decían:

– ¡Parece una nube que se cayó del cielo, o mejor un copo de nieve cayendo sobre el pastizal, o una bola de algodón gigante!

Las rosas, por su lado opinaban:

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– ¡es la luna nueva que cayó a la tierra y no sabe volver!

Cuando Gaspar salía de paseo por los montes, las mariposas salían a su encuentro, revoloteando a su alrededor, cual ronda de niños en el jardín; los gorriones, lo seguían entonando su glorioso canto.

Gaspar se sentía libre y no le importaba que algunos animales se burlaran de él. De repente llegó a un arroyo y mientras bebía agua, los sapos lo observaban con detenimiento y curiosidad y se preguntaban:

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– ¿Y este de donde salió?, ¿Será contagioso, un burro color blanco?, ¿o será una oveja disfrazada de burro?

Siguió su paseo, y en el camino se encontró con un zorro que le dijo:

– Burro, que pálido eres, deberías tomar sol para mejorar tu aspecto.

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– Yo tomo luna, por eso soy blanco, me lo dijo un cisne que nadaba en la laguna, respondió el burrito inocentemente.

– ¡Qué tonto eres! Jajaja, eso de tomar luna, es muy chistoso, jajaja, se burlaba el astuto zorro.

Gaspar no entendía dónde estaba el chiste, porque él se creyó eso de tomar luna. Siguió su camino, pensando en lo que le había dicho el zorro.

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Entonces decidió recostarse sobre la fresca hierba bajo el intenso sol de verano. Transcurrieron unas horas en las cuales, Gaspar, se había quedado dormido.

Después de un rato se despertó, tan agobiado y muerto de calor que corrió a refrescarse en la laguna.

Cuando salió del agua, observó su imagen reflejada en ella y una triste realidad, su pelaje seguía blanco como siempre. El cisne lo había engañado. Los cisnes que lo miraban se reían de él.

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– Que tonto eres, ¿crees que poniéndose al sol su pelaje cambiará de color?, se burlaban.

Gaspar siguió su camino, y de repente encontró frente a sus ojos, un paisaje muy bello que lo dejó atónito. Se encontró en su lugar, su mundo.

Todo era blanco, como él. Se metió más y más, y empezó a reír y reír. Estaba rodeado de jazmines, por acá, por allá, más acá, mas allá, todo blanco y con un aroma embriagador.

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– Gaspar, ¿Qué vienes a hacer por aquí?, le preguntaron los jazmines.

– Aparecí de casualidad, no conocía este sitio, le contestó Gaspar.

– Cuando te vimos de lejos supimos que eras vos. Oímos hablar de vos, los gorriones y las mariposas nos contaron tu historia.

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No debes sentirte triste por tu aspecto, míranos a nosotros, deberíamos sentirnos igual, y sin embargo tenemos algo que nos identifica, que no se ve pero se siente, es el hermoso perfume que emanamos, que es único y hace que todos los días nos visiten cientos de mariposas y pájaros, tan bellos como nunca vimos.

Comparten todo el día con nosotros y no les importa si somos blancos o de otro color. Tú también tienes algo que es más importante que tu color, que se percibe.

Es tu frescura, tu bondad y alegría. Cualidades que hacen que tengas muchos amigos verdaderos. Debes aceptarte tal cual eres, para que te acepten los demás, le animaron los jazmines.

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Gaspar, recordó las palabras de su mamá. Desde ese día se aceptó como era, y cosechó muchos más amigos que no lo miraban por su aspecto, sino por lo que guardaba en su gran corazón.

Moraleja del burrito albino: debemos aceptarnos tal y como somos, ya que, lo importante no el exterior sino el interior. El corazón y los buenos sentimientos, prevalecen ante todo.

La cigarra y la hormiga

La siguiente fábula de las emociones para niños, narra la historia de una cigarra, que al llegar el invierno no tenía nada de comida guardada, entonces para no morir de hambre comienza pedirle a los demás animales un poco de comida, pero nadie quería darle.

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Hasta que llego al hormiguero y le suplica a las hormigas que la ayuden, que le den comida. ¿Qué creen que le respondieron las hormigas?

Una vez, al llegar el invierno, una cigarra que estaba muerta de hambre se acercó a la puerta de un hormiguero pidiendo comida. A su pedido respondieron las hormigas, haciendo la siguiente pregunta:

-¿Por qué durante el verano no hiciste tu reserva de alimentos como lo hicimos nosotras?

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La cigarra respondió:

– Estuve cantando alegremente todo el tiempo, y disfrutando el verano plenamente ¡Si hubiera sabido lo duro que es el invierno…!

Las hormigas le dijeron:

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-Mientras nosotras trabajamos duro durante el verano para tener las provisiones y poder pasar el invierno, tú disfrutabas y perdías el tiempo. Así que ahora…¡sigue bailando!

Pero las hormigas sintieron pena por la situación y entendieron que la cigarra había aprendido la lección, entonces finalmente compartieron con ella su alimento.

Moraleja de la cigarra y la hormiga: quien no es precavido durante el verano, no puede pasar un buen invierno

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El oro y las ratas

Esta fábula de las emociones para niños, cuenta la historia de un rico mercader, que debía viajar, pero estaba preocupado por su fortuna, entonces decide dejar todo su oro en manos de su mejor amigo.

De manera que su amigo cuidara de su fortuna mientras el regresaba. Luego de un largo viaje, el mercader regresa y lo primero que hace es ir a donde su mejor amigo a buscar el oro. Sin embargo, su amigo le da malas noticias. ¿Qué creen que le dijo al mercader?

Érase una vez un rico mercader que, antes de hacer un largo viaje, tomó sus precauciones para evitar que le robaran su fortuna.

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Para asegurarse que todos sus lingotes de oro estaban a buen recaudo, se los confió a quién pensó que era un buen amigo. Y así, tranquilo y confiado, partió de viaje.

Pasó el tiempo y el mercader regresó a su casa. Lo primero que hizo fue ir a recuperar su fortuna. Pero le esperaba una gran sorpresa.

-¡Malas noticias! – le dijo su amigo-. Guardé tus lingotes en un cofre bajo siete llaves sin saber que en mi casa había ratas. ¡No te imaginas lo que pasó! Las ratas agujerearon el cofre y se comieron el oro. ¡Esos animales son capaces de devorarlo todo!

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– Noooo, noooo ¡Qué desgracia! -se lamentó el mercader-. Estoy completamente arruinado, ¿qué voy a hacer ahora? No te preocupes amigo, tu no eres culpable, lo son esas ratas inmundas.

Pero el mercader que sospechaba de las palabras de su amigo ideó un plan para cazar a tamaño mentiroso. Antes de que se fuera le invitó a comer al día siguiente y esa misma noche salió a escondidas y cogió de su establo el mejor caballo.

Al día siguiente el amigo llegó a casa del mercader abatido:

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-Perdona mi mal humor -dijo-, pero acabo de sufrir una gran pérdida: desapareció el mejor de mis caballos. Lo busqué por el campo y el bosque pero se lo ha tragado la tierra.

– ¿Es posible? -dijo el mercader simulando inocencia-. ¿No se lo habrá llevado una lechuza? Casualmente anoche, a la luz de la luna, vi volar una lechuza llevando entre sus patas un hermoso caballo.

– ¡Qué tontería! -se enojó el amigo. ¡Dónde se ha visto, un ave que no pesa nada, alzarse con una bestia de cientos de kilos!

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– Todo es posible -señaló el mercader-. En un pueblo donde las ratas comen oro, ¿por qué te asombra que las lechuzas roben caballos?

Y así fue como el tramposo supo lo que era caer en su propia trampa. El mal amigo, confesó que había mentido, el oro volvió a su dueño y el caballo a su establo.

Moraleja de las ratas y el oro: las mentiras y las trampas siempre se les regresa a quien las hace

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