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+8 Fábulas de Rafael Pombo (Cortas y largas para niños)

Fábulas de Rafael Pombo
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¿Quién fue Rafael Pombo? ¿Cuáles son sus mejores fabulas? Rafael Pombo fue un reconocido fabulista, poeta y traductor colombiano que dedico parte de su vida a la literatura infantil.

Dentro de su amplia trayectoria escribió diversas fabulas infantiles como: la gallina y el cerdo, la pastorcita, la pobre viejecita, Simón el bobito, entre muchas otras.

Su forma particular de redactar las fabulas fue lo que hizo que se popularizada en la década de los 80. Por otro lado, fue galardonado y premiado como el mejor poeta y fabulista de Colombia.

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+8 Fábulas de Rafael Pombo ¡Las mejores!

Rafael Pombo se destaco por sus fábulas en toda Latinoamérica, son divertidas, interesantes y poseen grandes reflexiones.

¿Has leído alguna fábula de Rafael Pombo? A continuación te presentamos un listado con las mejores:

El Coche

Esta fábula de Rafael Pombo, cuenta la historia de un coche que va a toda prisa por toda la ciudad. Por donde pasa todas las personas lo ven de un lado a otro y piensa lo ágil y audaz que es su chofer.

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Sin embargo, ya entrada la noche el coche se estaciona y todos se acercan para conocer al conducto. ¿Sabes que paso luego?

¡Triqui!
¡Traque!
¡Juipi!
¡Juape!
¡Arre!
¡Hola!
¡Upa! ¡Vivo!, ¡Carambola!

Así del pescante,
feroz, jadeante,
se explica el cocheto
de un coche viajero
que alzando humareda
y atroz polvareda
veloz bamboleante,
más brinca que rueda.

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Y el látigo zumba;
y todo retumba
con tal alboroto,
cual de un terremoto
que al orbe derrumba,
y toda la gente
se agolpa imprudente
a ver qué noticia
al mundo desquicia,
o qué personaje
va en urgente viaje
de cántaros de oro,
que siguen ligeros
tal vez bandoleros,
galgos carniceros,
en pos del tesoro.

Al fin paró el coche
ya entrada la noche,
y abriólo el gentío
con gran reverencia;
y (¡extraña ocurrencia!)
lo hallaron… ¡vacío!

Tal es, en retrato,
más de un mentecato
de muchos que encuentro.
¡Qué afán! ¡Qué aparato!
Y nada por dentro.

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Moraleja del coche: nunca dejes que las apariencias te engañen. Muchas personas se muestran interesantes y divertidas por fuera, pero por dentro son temerosas y vulnerables.

La nariz y los ojos

Esta fábula de Rafael Pombo nos cuenta la historia de una nariz egoísta que acusa a los ojos de no hacer bien su trabajo.

Esta pobre nariz esta molesta porque tiene que cargar unos pesados lentes por culpa de los ojos que no ven bien. ¿Saben que hizo la nariz al respecto?

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Púsose la nariz mal humorada
Y dijo a los dos ojos :
«Ya me tienen ustedes jorobada
Cargando los anteojos.»

«Para mí no se han hecho. Que los sude
El que por ellos mira»
Y diciendo y haciendo se sacude,
Y a la calle los tira.

Su dueño sigue andando, y como es miope,
Da un tropezón, y cae,
Y la nariz aplástase … Y del tope
A los ojos sustrae.

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Sirviendo a los demás frecuentemente
Se sirve uno a sí mismo;
Y siempre cuesta caro el imprudente
Selvático egoísmo.

Moraleja de la nariz y los ojos: esta fábula deja como enseñanza que el egoísmo nunca deja nada bueno.

Siempre se debe velar por el bien común, y no tomar acciones que solo benefician a una persona. Haciendo acciones egoístas todos salen perdiendo.

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Pastorcita

Esta fábula de Rafael Pombo narra la historia de una pastorcita que cuidaba sus ovejas, pero que cierto día se perdieron, y ella no las podía encontrar.

La pobre pastorcita lloraba por la noches y soñaba con sus ovejas. Sin embargo, un amigo la animo y le dijo que no se preocupara que ya regresaran las ovejas.

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Ella le hizo caso y espero con paciencia el regreso de sus ovejas. ¿Las ovejas regresaron?

Pastorcita perdió sus ovejas, y quién sabe donde estarán.

No te enfades pastorcita, que oyeron tus quejas y ellas mismas bien pronto vendrán.
Y no vendrán solas, que traerán sus colas, y ovejas y colas gran fiesta darán.

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Pastorcita se queda dormida y soñando las oye balar,
Se despierta y las llama enseguida: ¡ovejitas, vengan ovejas¡, y engañada se tiende a llorar.

No llores, Pastora, que niña que llora bien pronto la oímos reír y cantar.
Levantándose contenta, esperando que ha de verlas bien presto quizás,
y las vio, mas dio un grito observando que dejaron sus colas atrás:

¡Ay, mis ovejitas, pobres raboncitas!
¿Dónde están mis colas? ¿No las veré más?

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Pero andando por todo el rebaño, otro grito una tarde soltó,
cuando un gajo de un viejo castaño cargadito de colas halló.

Secándose al viento, dos, tres, hasta cien, allí una tras otra colgadas las vio.

Dio un suspiro y un golpe en la frente, y ensayó cuanto pudo inventar,
miel, costura, variado ingrediente, para tanto rabón remendar.
Busco la colita de cada ovejita y al verlas como antes se puso a bailar.

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Moraleja de la pastorcita: no llores por cosas que tienen solución, más bien ocúpate para resolverlo

La abeja y la paloma

La siguiente fábula de Rafael Pombo narra la historia de un pobre abejita que esta a punto de ahogarse, pero una bondadosa paloma la ve y la rescata con una rosa.

Luego ambas vuelan juntas y la abeja nota que un cazador esta a punto de dispararle a la paloma. Entonces la abeja decide hacer algo para que no le pase nada a su amiga la paloma. ¿Qué hará la abejita?

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Viendo que estaba ahogándose
una abejita
una paloma tierna se precipita,
y en una rosa
que le lleva en el pico
sálvala airosa.

Poco después la abeja
vio que en la loma
un cazador apúntale
a la paloma.

Vuela: en la mano
pícalo atroz, y el tiro
tuércese vano.

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No hay ser tan miserable
que nunca pueda
pagarnos un servicio
que en su alma queda;
no hay mayor goce
que el de probar
que el alma lo reconoce.

Moraleja de la abeja y la paloma: la enseñanza de esta fábula es que siempre se debe hacer el bien, sin importa a quien, ya que, esas personas te pueden ayudar a ti, en momentos de dificultad.

La gallina y el cerdo

Esta fábula de Rafael Pombo cuenta la historia de una gallina que mientras bebía agua agradecía al cielo y a Dios por tan divina agua.

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Mientras tanto, un cerdo un tanto malhumorado se burla de las frases que emite la gallina, sin embargo, esta le da una gran lección. ¿Qué le dijo la gallina al cerdo?

Bebiendo una gallina
de un arroyuelo,
a cada trago alzaba
la vista al Cielo,
y con el pico
gracias daba a quien hizo
licor tan rico.

¿Qué es eso? gruñó un puerco,
¿Qué significa
tan ridícula mueca?
y ella replica:
Nada, vecino.
la gratitud es griego
para un cochino

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Pero no hay alma noble
que no agradezca
hasta una gota de agua
que se le ofrezca;
y aun la gallina
siente la inagotable
bondad divina.

Moraleja de la gallina y el cerdo: ser una persona agradecida es sumamente importante. Poder apreciar y dar gracias por lo poco y por lo mucho, puede hacer la diferencia entre una persona feliz y una amargada.

Simón el bobito

Esta fábula de Rafael Pombo narra la historia de Simón el bobito, un niño que hace un sinfín de acciones para conseguir lo que quiere.

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Es capaz de trepar arboles para coger un fruto, o de ordeñar una vaca para conseguir leche, sin embargo, todo lo que hace le sale mal, porque es bobito y no piensa bien las cosas. ¿Qué más le paso a Simón el bobito?

Simón el Bobito llamó al pastelero:
« ¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!»

«-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero
«Ver ese cuartillo con que has de pagar».

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Buscó en los bolsillos el buen
Simoncito Y dijo: «¡De veras! no tengo ni unito».

A Simón Bobito le gusta el pescado
Y quiere volverse también pescador,
Y pasa las horas sentado, sentado,

Pescando en el balde de mamá Leonor.

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Hizo Simoncito un pastel de nieve
Y a asar en las brasas hambriento lo echó,

Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.

Simón vio unos cardos cargando ciruelas
Y dijo: «-¡Qué bueno Las voy a coger».

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Pero peor que agujas y puntas de espuelas

Le hicieron brincar y silbar y morder.
Se lavó con negro de embolar zapatos,
Porque su mamita no le dio jabón,
Y cuando cazaban ratones los gatos

Espantaba al gato gritando: ¡ ratón !
Ordeñando un día la vaca pintada
Le apretó la cola en vez del pezón;
¡Y aquí de la vaca! Le dio tal patada

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Que como un trompito bailó don Simón.
Y cayó montado sobre la ternera;
Y doña ternera se enojó también,
Y ahí va otro brinco y otra pateadera
Y dos revolcadas en un santiamén.

Se montó en un burro que halló en el mercado
Y a cazar venados alegre partió,

Voló por las calles sin ver un venado,
Rodó por las piedras y el asno se huyó.

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A comprar un lomo lo envió taita Lucio,
Y él lo trajo a casa con gran precaución

Colgado del rabo de un caballo rucio
Para que llegase limpio y sabrosón.

Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el Bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
Y grita: «¡me ahogo! ¡Vénganme a sacar!»

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Trepándose a un árbol a robarse un nido,
La pobre casita de un mirlo cantor…

Desgájase el árbol, Simón da un chillido,
Y cayó en un pozo de pésimo olor.

Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco,
y volviendo a casa le grita a papá

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«Taita, yo no puedo matar pajaruco
Porque cuando tiro se espanta y se va».

Viendo una salsera llena de mostaza,
Se tomó un buen trago creyéndola miel,

Y estuvo rabiando y echando babaza

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Con tamaña lengua y ojos de clavel.
Vio un montón de tierra que estorbaba el paso,

Y unos preguntaban: «¿Qué haremos aquí?»
«-¡Bobos! dijo el niño, resolviendo el caso;
Que abran un gran hoyo y la echen allí».

Lo enviaron por agua, y él fue volandito
Llevando el cedazo para echarla en él:
Así que la traiga el buen Simoncito
Seguirá su historia pintoresca y fiel.

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Moraleja de Simón el bobito: a pesar de nuestra condición siempre debemos pensar bien las cosas antes de hacerlas, ya que, una mala decisión puede atraer consecuencias irreversibles

La pobre viejecita

Esta fábula de Rafael Pombo cuenta la historia de una pobre viejecita que se quejaba de no tener nada, más lo tenía todo.

Contaba con una casa grande, un jardín, comida de toda clase, una amplia cama, mucha salud, pero siempre se quejaba de que le hacia falta algo. ¿Qué crees que le paso a la pobre viejecita?

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Érase una viejecita Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate, Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba Qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande Con su huerta y su jardín
Nadie, nadie la cuidaba Sino Andrés y Juan Gil
Y ocho criados y dos pajes De librea y corbatín

Nunca tuvo en qué sentarse Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines Y resorte al espaldar
Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma, Mucha seda y mucho olán.

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Y esta pobre viejecita Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir
Y al mirarse en el espejo La espantaba siempre allí

Otra vieja de antiparras, Papalina y peluquín.
y esta pobre viejecita No tenía que vestir

Sino trajes de mil cortes Y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos, Chanclas, botas y escarpín,

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Descalcita por el suelo Anduviera la infeliz
Apetito nunca tuvo Acabando de comer,
Ni gozó salud completa Cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas, Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse Ni de hambre ni de sed, y esta pobre viejecita

Al morir no dejó más Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal.

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Moraleja de la pobre viejecita: no seas egoísta, aprende a apreciar todo lo que te ha dado la vida. Disfruta y se feliz con lo que posees, y nunca envidies lo que tiene tu vecino.

Mirringa Mirronga

La siguiente fábula de Rafael Pombo narra la historia de una presuntuosa gatita que invito a todos los gatos de su comunidad a ir a una fiesta muy elegante.

La gatita ya tenía preparado todo el pescado, carne, cerdo y demás, para atender a sus invitados. Les ofreció de todo cuanto tenía, sin desperdiciar nada.

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Pero en medio de la noche llego alguien haciendo alarde y reclamo. ¿Quién sería?

Mirringa Mirronga, la gata candonga va a dar un convite jugando escondite, y quiere que todos los gatos y gatas no almuercen ratones ni cenen con ratas.

«A ver mis anteojos, y pluma y tintero, y vamos poniendo las cartas primero.

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Que vengan las Fuñas y las Fanfarriñas, y Ñoño y Marroño y Tompo y sus niñas.

«Ahora veamos qué tal la alacena.

Hay pollo y pescado, ¡la cosa está buena! Y hay tortas y pollos y carnes sin grasa.

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¡Qué amable señora la dueña de casa! «Venid mis michitos Mirrín y Mirrón.

Id volando al cuarto de mamá Fogón por ocho escudillas y cuatro bandejas que no estén rajadas, ni rotas ni viejas.

Venid mis michitos Mirrón y Mirrín, traed la canasta y el dindirindín, ¡y zape, al mercado! que faltan lechugas y nabos y coles y arroz y tortuga.

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«Decid a mi amita que tengo visita, que no venga a verme, no sea que se enferme que mañana mismo devuelvo sus platos, que agradezco mucho y están muy baratos.

«¡Cuidado, patitas, si el suelo me embarran ¡Qué quiten el polvo, que frieguen, que barran

¡Las flores, la mesa, la sopa!… ¡Tilín! Ya llega la gente. ¡Jesús, qué trajín!».

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Llegaron en coche ya entrada la noche señores y damas, con muchas zalemas, en grande uniforme, de cola y de guante, con cuellos muy tiesos y frac elegante.

Al cerrar la puerta Mirriña la tuerta en una cabriola se mordió la cola, mas olió el tocino y dijo «¡Miaao!»

¡Este es un banquete de pipiripao!»

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Con muy buenos modos sentáronse todos, tomaron la sopa y alzaron la copa; el pescado frito estaba exquisito y el pavo sin hueso era un embeleso.

De todo les brinda Mirringa Mirronga: – «¿Le sirvo pechuga?» – «Como usted disponga, y yo a usted pescado, que está delicado».

– «Pues tanto le peta, no gaste etiqueta: «Repita sin miedo». Y él dice: – «Concedo».

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Más ¡ay! que una espina se le atasca indina, y Ñoña la hermosa que es habilidosa metiéndole el fuelle le dice: «¡Resuelle!» Mirriña a Cuca le golpeó en la nuca y pasó al instante la espina del diantre, sirvieron los postres y luego el café, y empezó la danza bailando un minué.

Hubo vals, lanceros y polka y mazurca, y Tompo que estaba con máxima turca, enreda en las uñas el traje de Ñoña y ambos van al suelo y ella se desmoña.

Maullaron de risa todos los danzantes y siguió el jaleo más alegre que antes, y gritó Mirringa: «¡Ya cerré la puerta! ¡Mientras no amanezca, ninguno deserta!»

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Pero ¡qué desgracia! entró doña Engracia y armó un gatuperio un poquito serio dándoles chorizo de tío Pegadizo para que hagan cenas con tortas ajenas.

Moraleja de Mirringa Mirronga: esta fábula tiene como lección nunca aprovecharse de la buena voluntad y la generosidad de una persona, porque el que da todo lo que tiene se queda sin nada.

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