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+9 Poemas de José de Espronceda ¡Emblemáticos!

Poemas de José de Espronceda
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¿Quién es José de Espronceda? ¿Cuáles son sus grandes obras literarias? La poesía es uno de los géneros literarios más emblemáticos en cuanto a libertades y potencias expresivas.

Quienes cultivan esta corriente se les conoce como poetas y a ellos se les atribuye una particular sensibilidad por aspectos de la vida diaria y elementos naturales.

Desde sus inicios la poesía ha sido un género vital en la producción cultural de las diferentes naciones del mundo.

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Esto quizás se deba al ritmo musical que se poza en sus letras, de este modo el hombre primitivo recordaba contenidos y mensajes.

La poesía también sirvió para entender la lengua, se convirtió en una poderosa herramienta para entender el mundo y sus maravillas.

Muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia se han dedicado a la poesía y han dejado grandes legados llenos de inspiración y que a pesar del tiempo se mantienen vivos y regalas sonrisas y esperanzas a muchas generaciones.

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Este es el caso del reconocido escritor español José de Espronceda, quien desde muy temprana edad mostro inclinaciones firmes hacia la literatura y distintas áreas culturales.

Poemas de José de Espronceda ingeniosos y románticos

José de Espronceda fue considerado como el máximo exponente del primer romanticismo en España.

Su pluma se levanto para componer hermosos poemas y textos en lo que supo plasmar con claridad y belleza diferentes aspectos de la vida.

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Su producción poética es altamente apreciada en gran parte del mundo y por lo generar se suelen usar calificativos de excelencia a la hora de hacer referencia a esta.

Además fue un hombre de inteligencia admirable que supo rodearse de amistades que cultivaran sus sed de conocimiento.

Los grandes aportes que este hombre dejó son excepcionales y dignos de recordatorio, conoce aquí algunos de los poemas de Espronceda más emblemáticos de toda la historia.

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Guerra

Hermoso el poema de Espronceda el que lidera esta recopilación de su trabajos más admirables.

En este son descritos sentimientos personales pero siempre siguiendo los patrones de romanticismos, corriente poética que lo caracteriza.

¿Oís?, es el cañón. Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.

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El pueblo ved que la orgullosa frente
levanta ya del polvo en que yacía,
arrogante en valor, omnipotente,
terror de la insolente tiranía.

Rumor de voces siento,
y al aire miro deslumbrar espadas,
y desplegar banderas;
y retumban al son las escarpadas
rocas del Pirineo;

y retiemblan los muros
de la opulenta Cádiz, y el deseo
crece en los pechos de vencer lidiando;
brilla en los rostros el marcial contento,
y dondequiera generoso acento
se alza de Patria y Libertad tronando.

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Al grito de la patria
volemos, compañeros,
blandamos los aceros
que intrépida nos da.

A par en nuestros brazos
ufanos la ensalcemos
y al mundo proclamemos:
«España es libre ya».

¡Mirad, mirad en sangre,
y lágrimas teñidos
reír los forajidos,
gozar en su dolor!

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¡Oh!, fin tan sólo ponga
su muerte a la contienda,
y cada golpe encienda
aún más nuestro rencor.

¡Oh siempre dulce patria
al alma generosa!
¡Oh siempre portentosa
magia de libertad!

Tus ínclitos pendones
que el español tremola,
un rayo tornasola
del iris de la paz.

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En medio del estruendo
del bronce pavoroso,
tu grito prodigioso
se escucha resonar.

Tu grito que las almas
inunda de alegría,
tu nombre que a esa impía
caterva hace temblar.

¿Quién hay ¡oh compañeros!,
que al bélico redoble
no sienta el pecho noble
con júbilo latir?

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Mirad centelleantes
cual nuncios ya de gloria,
reflejos de victoria
las armas despedir.

¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!
Y al mar se lancen con bramido horrendo
de la infiel sangre caudalosos ríos,
y atónito contemple el océano
sus olas combatidas
con la traidora sangre enrojecidas.

Truene el cañón: el cántico de guerra,
pueblos ya libres, con placer alzad:
ved, ya desciende a la oprimida tierra,
los hierros a romper, la libertad.

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El mendigo

Cuando uno piensa en épocas antiguas no se imagina el enorme potencial que mantenían las personas de ese tiempo.

Algunas explotándolo desde el anonimato mientras otras conseguían tanta fama que inclusos siglos después se les recuerda por su talento.

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Este poema de Espronceda es prueba fiel del magnifico potencial que poseía el escritor español en sus tiempos de glorias, que a pesar de su corta vida dejo escritos fabulosos como el que te mostraremos a continuación.

Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

El palacio, la cabaña
son mi asilo,
si del ábrego el furor
troncha el roble en la montaña,
o que inunda la campaña
El torrente asolador.

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Y a la hoguera
me hacen lado
los pastores
con amor.

Y sin pena
y descuidado
de su cena
ceno yo,
o en la rica
chimenea,
que recrea
con su olor,
me regalo
codicioso
del banquete
suntüoso
con las sobras
de un señor.

Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña,
libre me duermo sin rencor ni amor.
Mío es el mundo como el aire libre…

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Todos son mis bienhechores,
y por todos
a Dios ruego con fervor;
de villanos y señores
yo recibo los favores
sin estima y sin amor.

Ni pregunto
quiénes sean,
ni me obligo
a agradecer;
que mis rezos
si desean,
dar limosna
es un deber.

Y es pecado
la riqueza:
la pobreza
santidad:
Dios a veces
es mendigo,
y al avaro
da castigo,
que le niegue
caridad.

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Yo soy pobre y se lastiman
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas,
qué mina inagotable es el pedir.
Mío es el mundo: como el aire libre…

Mal revuelto y andrajoso,
entre harapos
del lujo sátira soy,
y con mi aspecto asqueroso
me vengo del poderoso,
y a donde va, tras él voy.

Y a la hermosa
que respira
cien perfumes,
gala, amor,
la persigo
hasta que mira,
y me gozo
cuando aspira
mi punzante
mal olor.

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Y las fiestas
y el contento
con mi acento
turbo yo,
y en la bulla
y la alegría
interrumpen
la armonía
mis harapos
y mi voz:

Mostrando cuán cerca habitan
el gozo y el padecer,
que no hay placer sin lágrimas, ni pena
que no traspire en medio del placer.
Mío es el mundo; como el aire libre…

Y para mí no hay mañana,
ni hay ayer;
olvido el bien como el mal,
nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
un palacio, un hospital.

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Vivo ajeno
de memorias,
de cuidados
libre estoy;
busquen otros
oro y glorias,
yo no pienso
sino en hoy.

Y do quiera
vayan leyes,
quiten reyes,
reyes den;
yo soy pobre,
y al mendigo,
por el miedo
del castigo,
todos hacen
siempre bien.

Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
mi cuerpo miserable al espirar.

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Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan, si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

Canción del pirata

Este poema de Espronceda es quizás una de sus composiciones más famosas y destacadas, en el se puede apreciar un escrito cargado de ingenio y talento artístico.

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Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín;

bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;

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y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul;

«Navega velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

»Veinte presas
hemos hecho
a despecho,
del inglés,

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»y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

»Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

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»Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,

»que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

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»A la voz de ¡barco viene!
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

»En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:

»sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

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»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

»¡Sentenciado estoy a muerte!;
yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena
quizá en su propio navío.

»Y si caigo
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,

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»cuando el yugo
de un esclavo
como un bravo
sacudí.

»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

»Son mi música mejor
aquilones
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

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»Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,

»yo me duermo
sosegado
arrullado
por el mar.

»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar».

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Canción de muerte

La muerte para muchos es lo único que es seguro en la vida, pero muchos sentimos terror al escuchar sobre ella.

Lo cierto es que a pesar de que la muerte genera incertidumbre y miedo, muchos literatos ha desarrollado composiciones espectaculares en su nombre.

En el caso de este poema de Espronceda, la muerte es tratada de forma romántica con el fin de que los lectores pierdan el miedo hacia ella, y que logren ver la importancia de esta en el mundo.

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El autor a contrario de mucho de sus colegas viste a la muerte con vestidos de belleza y no de penumbra.

Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.

Yo, compasiva, te ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.

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Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allí olvida
la tormenta que pasó;

allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.

Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,

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y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.

Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores,
sin espina ni dolor,

y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría,
más es eterno mi amor.

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En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;

y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.

Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa;
tu sueño, madre amorosa;
eterno regalaré;

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ven y yace para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.

Deja que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;

mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.

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Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.

Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón.

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La cautiva

Es difícil encontrar un poema en el que la figura femenina no este en el centro, José de Espronceda, por sus puesto, no podía dejar de plasmas la belleza sin igual de la mujer dentro de su composición.

Ya el sol esconde sus rayos,
el mundo en sombras se vela,
el ave a su nido vuela.
Busca asilo el trovador.

Todo calla: en pobre cama
duerme el pastor venturoso:
en su lecho suntüoso
se agita insomme el señor.

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Se agita; mas ¡ay! reposa
al fin en su patrio suelo;
no llora en mísero duelo
la libertad que perdió.

Los campos ve que a su infancia
horas dieron de contento,
su oído halaga el acento
del país donde nació.

No gime ilustre cautivo
entre doradas cadenas,
que si bien de encanto llenas,
al cabo cadenas son.

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Si acaso, triste lamenta,
en torno ve a sus amigos,
que, de su pena testigos,
consuelan su corazón.

La arrogante erguida palma
que en el desierto florece,
al viajero sombra ofrece,
descanso y grato manjar.

Y, aunque sola, allí es querida
del árabe errante y fiero,
que siempre va placentero
a su sombra a reposar.

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Mas ¡ay triste! yo cautiva,
huérfana y sola suspiro,
el clima extraño respiro,
y amo a un extraño también.

No hallan mis ojos mi patria;
humo han sido mis amores;
nadie calma mis dolores
y en celos me siento arder.

¡Ah! ¿Llorar? ¿Llorar?… no puedo
ni ceder a mi tristura,
ni consuelo en mi amargura
podré jamás encontrar.

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Supe amar como ninguna,
supe amar correspondida;
despreciada, aborrecida,
¿no sabré también odiar?

¡Adiós, patria! ¡adiós, amores!
La infeliz Zoraida ahora
sólo venganzas implora,
ya condenada a morir.

No soy ya del castellano
la sumisa enamorada:
soy la cautiva cansada
ya de dejarse oprimir.

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Poemas de José de Espronceda cortos

La vida de este reconocido escritor estuvo marcada por tres periodos que se desarrollaron de manera aislada y que por supuesto, tuvieron gran impacto dentro de sus textos.

Sus versiones del político, el amorosos y el literario, se vuelve en tres factores que se reflejan constantemente en sus obras.

+9 Poemas de José de Espronceda románticos y breves

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Los primeros poemas del escritor reflejan las enseñanzas y las influencias de los poetas sevillanos y salmantinos, o bien de los autores clásicos que para el momento eran considerados como el modelo idóneo del neoclasicismo.

A la muerte de Torrijos y sus compañeros

Un hermoso poema de la autoría de José de Espronceda, que pudiera ser uno de sus trabajos más significativos de escritor español.

En el es rebelado el espíritu nacionalista y patriótico que llevaba arraigado en lo profundo de sus ser y que con toque de romanticismo da vida a una producción incomparable.

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Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están, ¡ay!, los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores,

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Y los viles tiranos, con espanto,
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores.

A un ruiseñor

Un poema de Espronceda algo breve pero que sin duda mantiene viva la esencia del escritor en cada una de sus líneas. El romance apareces e impregna de pasión un bello y dulce escrito.

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

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Teñido el cielo de amaranta y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío.

Y vertiendo dulcísimo desmayo,
cual bálsamo süave en mis pesares,
endulzará tu acento el labio mío.

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Las quejas de su amor

El amor es un elemento bastante ambiguo, para algunos es paz y armonía, mientras otros piensan en soledad al referirse a este, pero José de Espronceda compone un poema que deja al libre entender el mensaje.

Si bien es cierto, propone las quejas de su amor como título ya uno asume aspectos negativos pero al leerlo nos podemos sorprender.

Bellísima parece
al vástago prendida,
gallarda y encendida
de abril la linda flor;

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empero muy más bella
la virgen ruborosa
se muestra, al dar llorosa
las quejas de su amor.

Suave es el acento
de dulce amante lira,
si al blando son suspira
de noche el trovador;

pero aun es más suave
la voz de la hermosura
si dice con ternura
las quejas de su amor.

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Grato es en noche umbría
al triste caminante
del alma radiante
mirar el resplandor;

empero es aun más grato
el alma enamorada
oír de su adorada
las quejas de su amor.

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Soneto

No queda duda que el talento para las letras de José de Espronceda es impresionante, en cada composición dejo plasmado sentimientos románticos de una forma única.

Por su puesto este último poema de su autoría no se queda lejos de esto.

Fresca, lozana, pura y olorosa,
gala y adorno del pensil florido,
gallarda puesta sobre el ramo erguido,
fragancia esparce la naciente rosa.

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Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
vibra, del can en llamas encendido,
el dulce aroma y el color perdido,
sus hojas lleva el aura presurosa.

Así brilló un momento mi ventura
en alas del amor, y hermosa nube
fingí tal vez de gloria y de alegría.

Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.

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La última aparición pública del escritor español fue durante un banquete a varias personalidades de todos los partidos políticos del país, el 15 de mayo de 1842.

Muriendo inesperadamente 8 días después a la corta edad de 34 años. Una afección a la garganta fue lo que ocasionó sus muerte.

Que, como era de esperarse causo gran sentir y se manifestó en el velatorio al cual acudió gran afluencia de personas de todos los estratos sociales, dando muestras de respetos y admiración por su legado poético.

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José de Espronceda supo aunar la rebelión moral y la política a una creación artística circunstancias ideales para convertir su figura en un mito emblemático.

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