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+11 Poemas de León Felipe ¡Grito a la libertad!

Poemas de León Felipe
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¿Que corriente persigue la poesía de León Felipe? fue un poeta oriundo de España, nacido en la provincia de Zamora el 11 de abril del año 1884.

Curiosamente, nació bajo el seno de una familia adinerada y con influencias, sin embargo, León Felipe repitió el mismo patrón de muchos escritores y es su trayectoria profesional no comenzó específicamente por la literatura.

Se licenció como farmacéutico y viajó por diversas partes de su país ejerciendo dicha profesión, mientras exploraba su faceta de actor teatral.

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Tiempo después, cuando había cumplido los 35 años de edad, dio sus primeros pasos por la lírica, en una época en la que residía en la capital española.

Este destacada figura de la literatura del siglo XX realizó una importante labor de traducción de poemas de Walt Whitman y de adaptación de obras shakespearianas.

Su producción poética incluye los títulos como Versos y oraciones de caminante, Drop a star, ¿Qué se hizo del rey don Juan? y Como tú, además de dramas como La manzana y El juglarón.

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Poemas de León Felipe de estilo único

La vida independiente y bohemia que llevó León Felipe marcó su obra. Fue un poeta de estilo muy personal, con una poesía difícil de calificar, de la que se dice que es un canto a la libertad.

Sus trabajos poéticos esta llena de cierto énfasis religioso popular pero anticlerical, y por su puesto destaca por se independiente de todas las corrientes literarias de la época, lo que la posicionan como textos que son difícil de encajar en un estilo específico.

Los aportes de este reconocido escritor español en el ámbito de la literatura son notables, y hoy queremos recordar su obras más representativas en este artículo.

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Es por estas razones y por muchas otras, los poemas de León Felipe merecen reconocimiento. A continuación podrás disfrutar algunos de los textos poéticos de este importante escritor.

Poemas de León Felipe de estilo único

Romero solo

Este poema de León Felipe describe la libertad como solo la naturaleza puede hacerlo, esa libertad que todos deseamos pero no sabemos como expresar.

Pero el mismo tiempo hace una ligera critica a los poetas y su forma selectiva de plasmar su visión.

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Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.

Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.

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La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.

No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.

Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

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Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

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Con las piedras sagradas

No hay lugar a duda que los textos poéticos nos envías mensajes importantes escondido entre líneas y metáforas.

Este poema de León Felipe trata sobre los caminos de la vida que solemos transitar y que en muchas ocasiones evolucionan junto a nosotros, conforme van cambiando las circunstancias.

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Con las piedras sagradas
de los templos caídos
grava menuda hicieron
los martillos
largos
de los picapedreros analíticos.

Después,
sobre esta grava, se ha vertido
el asfalto negro y viscoso
de los pesimismos.

Y ahora… Ahora, con esta mezcla extraña,
se han abierto calzadas y caminos
por donde el cascabel de la esperanza
acelera su ritmo.

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Yo soy el gran blasfemo

No todos los poemas de León Felipe son composiciones cortas, este en particular es una producción un poco más extensa de la que hemos observado en esta lista.

Pero no carece en ningún sentido de la belleza artística nata de la poesía y menos del estilo característico del autor.

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El grito suena bien
en el vientre de la cueva,
el salmo bajo el mediodía
de los templos
y la canción en el crepúsculo…
El grito es el primero.

Hay un turno de voces:
yo grito, tú rezas, él canta…
El grito es el primero.

Y hay un turno de bridas:
él las lleva, tú las llevas, yo las llevo.
Y a la hora de las sombras subterráneas
la blasfemia reclama sus derechos.

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Los caballos piafan ya enganchados
y la carroza aguarda…
¿Quién la lleva?
Yo: el blasfemo.

Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
Éste es el poeta,
tú eres el salmista,
ése es el que llora,
tú eres el que grita…
yo soy el blasfemo.

Yo la llevo. Yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.
¡Arriba! ¡Subid todos!
¡Vamos hacia el infierno!

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La aijada tiene su ritmo,
y la tralla, y el frito, y el aullido…
y la blasfemia del cochero.
¡Arre!

¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!
Voy a cantar.
Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Vida mía, vida mía,
tengo un ojo pitañoso
y el otro con ictericia.
Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

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Esta es mi copla,
la copla de mi carne,
la copla de mi cuerpo.

Mas si mis ojos están sucios
los vuestros están ciegos.
¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!
Voy a cantar otra vez.

El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
El viejo rey de Castilla
tiene una pierna leprosa
y la otra sifilítica.

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El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Esta es la copla de mi tierra,
la copla de mi reino.
Mas si mi reino está podrido
su espíritu es eterno.

¡Músicos, poetas y salmistas;
obispos y guerreros!…
Llevadme de nuevo el compás.
En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

En los cuernos de la mitra
hay una plegaria verde
y otra plegaria amarilla.
En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

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Ésta es la copla de mi alma,
de mi alma sin templo
porque la bestia negra
apocalíptica,
lo ha llenado de estiércol.

Tres veces cantó el gallo,
tres veces negó Pedro,
tres veces canto yo:
por mi carne,
por mi patria y por mi templo…
Por todo lo que tuve y ya no tengo…

¡Arre! ¡Arre! ¡Arre!
¡Vamos al infierno!

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Tú con el laúd, éste con el salterio,
aquel con la bocina, ése con su lamento,
vosotros con la espada,
y yo, como Don Juan y como Job,
maldiciendo, blasfemando…
cada cual con su instrumento.

Vamos bien,
no hemos errado el sendero.
Conjugad otra vez:
éste es el poeta, tú eres el salmista,
ése es el que llora, tú eres el que grita.

Yo soy el blasfemo…
¿Y el sabio? ¿Donde está el sabio?
¡Eh, tu!
Tú que sabes lo que pesan las piedras
y lo que corre el viento…

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¿Cuál es la velocidad de las tinieblas
y la dureza del silencio?
¿No contestas?…
Pues las bridas son mías. Yo la llevo,
yo llevo hoy la carroza, yo la llevo.

Músicos, sabios, poetas y salmistas,
obispos y guerreros…
Dejadme todavía preguntar:
¿Quién ha roto la luna del espejo?

¿Quién ha sido?
¿La piedra de la huelga,
la pistola del gángster,
o el tapón del champaña
que disparó el banquero?

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¿Quién ha sido?
¿El canto rodado del poeta,
el reculón del sabio,
o el empujón del necio?

¿Quién ha sido,
la vara del juez, el báculo o el cetro?
¿Quien ha sido?
¿Nadie sabe quién ha sido?

Pues las bridas son mías.
Adelante! ¡Arre! ¡Arre!…
¡Vamos hacia el infierno!
Ya no hay otro camino.

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«¿Llegaremos a tiempo?»
«¿Antes de que amanezca?»
«Desde luego.»

Y para hacer más corta la jornada
ahora cantaremos en coro,
y cantaremos las coplas
del Gran Conserje Pedro.

Yo llevaré la voz cantante
y vosotros el estribillo
con lúgubre ritmo de allegreto.

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Copla:
Vino la guerra.
Y para hacer obuses y torpedos
los soldados iban recogiendo
todos los hierros viejos de la ciudad.

Y Pedro, el Gran Conserje Pedro,
le dijo a un soldado:
«Tomad esto…»
Y le dio las llaves del templo.

Estribillo:
Pedro, Pedro…
El Gran Conserje Pedro
que ha vendido las llaves del templo.

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Copla:
Pedro… Te dijo el Señor de los Olivos
cuando heriste con tu espada al siervo:
«Mete esa espada en la vaina,
que yo sé a lo que vengo.»

Y la metiste…
con las cajas de caudales en el templo.

Estribillo:
Pedro, Pedro, el Gran Conserje Pedro,
amigo de soldados y banqueros.

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Copla:
Y ahora tenemos que ir al cielo
dando un gran rodeo
por el camino del infierno,

cavando un largo túnel en el suelo
y preguntando a las raíces y a los topos,
porqué ya no hay campanas
ni espadañas,

Pedro, y los pájaros…
todos tus pájaros se han muerto.

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Estribillo:
¡Pedro, Pedro,
todos tus pájaros se han muerto!

Sin embargo, señores,
yo no soy un escéptico
y hay unas cuantas cosas en que creo.

Por ejemplo, creo en el Sol,
en el Diluvio y en el estiércol;
en la blasfemia,
en las lágrimas y en el infierno;
en la guadaña y en el Viento;
en el lagar,

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en la piedra redonda del amolador
y en la piedra redonda del viejo molinero;
y en el hacha que derriba los árboles
y descuartiza los salmos y los versos;
en la locura y en el sueño…

y en el gas de la fiebre también creo,
en ese gas ingrávido,
expansivo y etéreo,
antifilosófico,

antidogmático y antidialéctico
que revienta los globos…
los grandes globos,
los globitos y el cerebro.

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Y creo que hay luz en el rito,
luz en el culto y luz en el misterio.
Creo que el agua se hace vino,
y sangre el vino,
sangre de Dios y sangre de mi cuerpo.

Creo que el trigo se hace harina
y carne la harina…,
carne de Dios y carne de mi cuerpo.

Creo que un hombre honrado
cuando nos da su pan
tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos.

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Éste es mi credo.
Éste es mi viejo credo y pronto será el vuestro.
Ya lo iréis aprendiendo.
Con él entraremos por la puerta norte
y saldremos por el postigo del infierno.

El infierno no es un fin, es un medio…
Nos salvaremos por el fuego.
Y no es un fuego eterno.

Pero es, como las lágrimas,
un elevado precio
que hay que pagarle a Dios,
sin bulas ni descuentos,

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para entrar en el reino de la luz,
en el reino de los hombre,
en el reino de los héroes,
en el reino que vosotros
habéis llamado siempre
el reino beatífico del cielo.

¡Vamos allá!
¿Estamos todos?
Hagamos el último recuento:
Éste es el salmista,
el que deshizo el salmo
cuando dijo con ira y sin consejo:

«Tú eres el Dios que venga mis agravios
y sujeta debajo de mí, pueblos.»
Y éste es el poeta luciferino,
el que inventó el poema

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esterilizado y antiséptico
y guardó en autoclaves la canción,
puritano, orgulloso y fariseo.
¡Oh, puristas y estetas!

Aún no está limpio vuestro verso
y su última escoria ha de dejarla
en los crisoles del infierno.

Aquí van los artistas sodomitas,
los pintores bizcos
y los poetas inversos.

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No lloréis.
Pero no digáis tampoco
que la Luz y el Amor se ven mejor
torciendo la mirada o torciendo el sexo.

Ni llanto ni ufanía. Vamos al gran taller,
a la gran fragua
donde se enderezan los entuertos.

Aquel es el que grita,
el hombre de la furia,
y aquel otro el que llora,
el hombre del lamento.

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Allá va el rey leproso y sifilítico,
éste es el sabio tímido,
cargado de tarjetas y de miedo.
Aquí van el juez y el gángster
los dos juntos en el mismo verso.

Éste es el Presidente
demócrata y guerrero
que desnudó la espada en el verano
y debió desnudarla en el invierno.

¡Ay del que se armó tan sólo
para defender su granero,
y no se armó
para defender primero el pan de todos!

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¡Ay, del que dice todavía:
nos proponemos conservar lo nuestro!
Allí va el demagogo,
aquél es el banquero,
éstos son los cristianos

-que ahora se llaman los «cristeros»-
Y éste es el hombre de la mitra,
la bestia de dos cuernos,
el que vendió las llaves…
el Gran Conserje Pedro…

¡Aquí van todos!
Y aquí voy yo con ellos.
Aquí voy yo también,
yo, el hombre de la tralla,
el de los ojos sucios… el blasfemo.

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Sí. Ahora ya sin hogar y sin reino
sin canción y sin salmo,
sin llaves y sin templo…
yo la llevo,
yo llevo hoy la carroza, yo la llevo.

Se va del salmo al llanto,
del llanto al grito, del grito al veneno…
¡Arre! ¡Arre!
¡Y se gana la luz desde el infierno!

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Poemas de León Felipe inspirado por la libertad

León Felipe fue un hombre inquieto y trashumante, que incursionó primero en el teatro y después sufrió los pesares del exilio.

Todos estos sucesos le llevó a vivir y estar en muchos lugares, por lo que es normal que su poesía carezca de elementos nacionalistas y si humanos.

La mayoría de los poemas de León Felipe representan un grito a la libertad, por lo que sus obras destacan como conversaciones con la vida y un profundo deseo o necesidad de exponer las cosas de una forma diferente a las convencionales de sus época.

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+11 Poemas de León Felipe ¡Un grito a la libertad!
Poemas de León Felipe inspirado por la libertad

Además expresan un profundo sentimiento por y para la humanidad y un fuerte deseo de reivindicar la independencia del ser humano, sobre todo en el ámbito político.

Esta sección de artículo puedes encontrar otra pequeña muestra del trabajo de León Felipe y sus cautivadoras letras.

Cómo ha de ser tu voz

Este verso compuesto por la mano de León Felipe utiliza la figura de la mujer, como muchos de sus colegas, con el objetivo de trasmitir un mensaje, que en éste caso trata sobre el carácter de la mujer.

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Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra…

Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera…
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?

Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?

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que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a otra estrella.

Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.

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La nada y la eternidad

Muchos escritores han escrito en sus obras temas filosóficos, como es la nada y la eternidad, justo los temas que se tratan en este poema de León Felipe.

En esta ocasión el escritor nos compone una obra en donde compara la eternidad con un sueño.

Si la Agonía,
el vestíbulo de la muerte
de donde no ha tornado nadie
nunca tampoco… Si la agonía
no fuese más que un sueño,
un dulce sueño…

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el último sueño
en el que, ya, sin angustias
ni dolores
vemos una lucecita
alumbrando dulcemente
la vida celestial…

La vida celestial
que se pierde en la Nada
y tiene la misma fuerza que le Eternidad…
Porque la Nada… ¿no es la Eternidad?

Y la Nada y la Eternidad
¿no son un dulce sueños?

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Reclinada mi cabeza
sobre la almohada vacía de la Nada
sueño con la infinita Eternidad.

Sé todos los cuentos

Esta producción expone un excelente mensaje reflexivo que crítica las acciones y comportamientos humanos que en muchas circunstancia comunes.

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Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:

que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,

que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.

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Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

Vencidos

Todos, si conocemos algo de literatura clásica, hemos oído sobre Don quijote de la Mancha, una maravillosa historia escrita por Miguel de Cervantes.

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Sin embargo hoy no hablaremos de este relato, más bien se trata de uno inspirado en él.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…

Y ahora ociosa y abollada
va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero,

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sin peto y sin espaldar…
va cargado de amargura…
que allá encontró sepultura

su amoroso batallar…
va cargado de amargura…
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar…

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…

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va cargado de amargura…
va, vencido, el caballero
de retorno a su lugar.

Cuántas veces, Don Quijote,
por esa misma llanura
en horas de desaliento
así te miro pasar…
y cuántas veces te grito:

Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,

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hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar.

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame
a ser contigo pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…

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Poemas de León Felipe cortos

El repertorio de poesía escrita por León Felipe cuenta con composiciones breves que son igual de fascinantes y cautivadoras como las que pudimos observar en secciones anteriores.

Estos poemas tratan de temas variados, pero en ellos siempre puedes observar su intención de hablar sobre la libertad. Disfruta de la poesía escrita por este destacado poeta y deja que la inspiración llegue a tu mente.

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Poemas de León Felipe cortos

Colofón

La oscuridad y la luz ha sido motivo de inspiración para muchos escritores, y este poema de León Felipe, utiliza la luz para describir la salida de una situación marcada por la agonía de la tristeza.

Luz…
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.

Gloria

Este poema de León Felipe es otro que hace una invitación a la reflexión pero esta vez en función de la espiritualidad.

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Y la Gloria última,
la vida celeste….
¿no será el triunfo de la materia
y de la forma
que vuelve a hacerse
luz y espíritu otra vez?

Dame tu oscura hostia

Este poema del destacado escritor, es una clara referencia a un sueño eterno marcado por la oscuridad, que bien se puede entender como la llegada de la muerte, un elemento bastante recurrente en la poesía.

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No te apiades de mí, luz cenicienta.
Dame tu oscura hostia, tu último pan…
Un sueño sin retorno y sin recuerdo.

Déjame hundirme en ese pozo negro,
más abajo del limo y de la larva…
Donde la vida es un fantasma verde
que nadie vio jamás.

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Ahora de pueblo en pueblo

Este último poema, trata del camino que recorremos en busca de nuestro destino, no solo en la vida, también después de la muerte en la que viajamos como almas en penas en busca de nuestra estrella.

Ahora de pueblo en pueblo
errando por la vida,
luego de mundo en mundo errando por el cielo
lo mismo que esa estrella fugitiva…
¿Después?… Después…

ya lo dirá esa estrella misma,
esa estrella romera
que es la mía,
esa estrella que corre por el cielo sin albergue
como yo por la vida.

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León Felipe fue un representante de los creadores exiliados tras la Guerra Civil, y como ya lo hemos mencionado en párrafos anteriores, sus versos poseen un talante crítico y de lucha contra las injusticias sociales.

Los versos destacan por la sobriedad del léxico, y por un ritmo amplio y reiterativo que le comunica una sonoridad semejante a la de los versículos bíblicos.

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Aunque en ocasiones incurran en lo prosaico o parezcan fruto de un fácil verbalismo.

Este importante escritor que proporcionó versos emblemáticos, fallecido en Ciudad de México el 18 de septiembre de 1968.

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