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+20 Poemas famosos de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de quevedo
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Francisco de Quevedo es un importante literato del siglo XVII, que se caracterizó por tener una presencia fuerte y una trayectoria poderosa durante el transcurso de su vida.

Tan importante es, que su obra se paseó por todos los géneros literarios de la época incluyendo la sátira y la poesía. Hoy te invitamos a acompañarnos a leer parte del compendio de los poemas de Quevedo.

Poemas de Francisco de Quevedo
Quevedo tiene en su haber no solo poemas, también sátira con carácter.

Casamiento ridículo

Este poema de Quevedo habla del matrimonio de una señora mayor cuya dote no le era beneficiosa a nadie.

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Trataron de casar a Dorotea
Los vecinos con Jorge el extranjero,
De mosca en masa gran sepulturero
Y el que mejor pasteles aporrea.

Ella es verdad que es vieja, pero fea,
Docta en endurecer pelo y sombrero;
Faltó el ajuar y no sobró dinero,
Mas trájole tres dientes de librea.

Porque Jorge después no se alborote
Y tabique ventanas y desvanes,
Hecho tiesto de cuernos el cogote,
Con un guante, dos moños, tres refranes
Y seis libras de zarza, llevó en dote
Tres hijas, una suegra y dos galanes.

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A un hombre de gran nariz

Este poema de Quevedo fue inspirado por la rencilla que mantuvo durante su vida con Luis de Góndora. Acá este gran exponente de la literatura aplica la sátira para potenciar sus diferencias con Góndora.

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.

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Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

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A un juez de mercadería

Este poema de Quevedo hace alusión a las obligaciones que un  juez muchas veces no cumplía y la incapacidad de llevar el oficio con gallardía.

Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,
menos bien las estudias que las vendes;
lo que te compran solamente entiendes;
más que Jasón te agrada el Vellocino.

El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,
y al compás que la encoges o la extiendes,
tu mano para el fallo se previno.

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No sabes escuchar ruegos baratos,
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.
Pues que de intento y de interés no mudas,
o lávate las manos con Pilatos,
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.

Túmulo de la mariposa

Este poema de Quevedo, aunque está protagonizado por una mariposa, pareciera estar relacionado con una persona y, en cada una de sus palabras, estar descrita la personalidad y vida de esa persona.

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Yace pintado Amante,
De amores de la Luz muerta de amores,
Mariposa elegante
Que vistió rosas y voló con flores;
Y codicioso el fuego de sus galas
Ardió dos primaveras en sus alas.

El aliño del prado
Y la curiosidad de Primavera
Aquí se han acabado,
Y el Galán breve de la Cuarta Esfera
Que con dudoso y divertido vuelo
Las lumbres quiso amartelar del Cielo.

Clementes hospedaron
A duras Salamandras llamas vivas;
Su vida perdonaron,
Y fueron rigurosas, como esquivas,
Con el galán idólatra que quiso
Morir como Faetón, siendo Narciso.

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No renacer hermosa,
Parto de la ceniza y de la muerte,
Como Fénix gloriosa
Que su linaje entre las llamas vierte,
Quien no sabe de amor y de terneza
Lo llamará desdicha, y es fineza.

Su tumba fue su Amada,
Hermosa sí, pero temprana y breve;
Ciega y enamorada,
Mucho al Amor y poco al Tiempo debe;
Y pues en sus amores se deshace,
Escríbase: Aquí goza, donde yace.

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Poemas de amor de Francisco de Quevedo

El amor forma parte de cada persona. Puede ser exteriorizado de muchas formas y cada poeta desarrolla letras cargadas de este sentimiento que nos embarga una o varias veces en la vida. Vamos a ver cuáles son los poemas de amor de Quevedo que en Escribirte traemos para ti.

Definición de amor

Siempre encontraremos en las letras de los poetas de la historia un poemas que, directa o indirectamente, defina el amor. Quevedo se une a esta amplia lista y presenta esta hermosa defición del amor.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

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Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

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Amor constante más allá de la muerte

Cuando se ama no a una persona, sino a su ser, es posible desarrollar sentimientos tan fuertes que permitan que el sentimiento se prolongue hasta jurar que será eterno. En este poema de amor de Francisco de Quevedo podemos apreciarlo.

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

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Soneto amoroso

Un trabajo con las letras y las rimas que se adentran en el corazón del lector para desatar sentimientos apasionados, emociones y afectos con cada palabra expresada en este poema de amor de Francisco de Quevedo.

A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.

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Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.

Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.

Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.

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Lamentación amorosa y…

A veces el amor va más allá de expresar lo bonito de este sentimiento. También puede la tristeza y la certeza de la realidad engendrar unas letras con sentimientos que connotan amor y tristeza.

No me aflige morir; no he rehusado
acabar de vivir, ni he pretendido
alargar esta muerte que ha nacido
a un tiempo con la vida y el cuidado.

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Siento haber de dejar deshabitado
cuerpo que amante espíritu ha ceñido;
desierto un corazón siempre encendido,
donde todo el Amor reinó hospedado.

Señas me da mi ardor de fuego eterno,
y de tan larga y congojosa historia
sólo será escritor mi llanto tierno.

Lisi, estáme diciendo la memoria
que, pues tu gloria la padezco infierno,
que llame al padecer tormentos, gloria.

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Su rivalidad con Luis de Góngora le sirvió de inspiración para la sátira «A un hombre de gran nariz».

Poemas cortos de Francisco de Quevedo

La poesía no tiene por que ser largos escritos de nunca acabar. Puede también decir mucho con pocas palabras como es el caso de nuestra próxima selección de poemas cortos de Francisco de Quevedo.

A la mar

El mar es una clara fuente de inspiración. Puede serlo su ecosistema, su rudeza, el vaivén de su pesada masa de agua al rozar barcos, piedras, costas o riscos, su propia existencia. Quevedo le dedica este poema a la mar.

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La voluntad de Dios por grillos tienes,
Y escrita en la arena, ley te humilla;
Y por besarla llegas a la orilla,
Mar obediente, a fuerza de vaivenes.

En tu soberbia misma te detienes,
Que humilde eres bastante a resistilla;
A ti misma tu cárcel maravilla,
Rica, por nuestro mal, de nuestros bienes.

¿Quién dio al pino y la haya atrevimiento
De ocupar a los peces su morada,
Y al Lino de estorbar el paso al viento?
Sin duda el verte presa, encarcelada,
La codicia del oro macilento,
Ira de Dios al hombre encaminada.

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A Lope de Vega

Lope de vega, poeta y dramaturgo, fue un gran amigo de Quevedo y a él le dedicó este poema corto.

Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.

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Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.

La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.

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A Dafne, huyendo de Apolo

Este poema corto de Francisco de Quevedo habla de la persecución que Apolo aplica sobre Dafne con una finalidad sexual que queda olvidada al convertirse en laurel Dafne en algún momento de la trama del poema.

Tras vos un Alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
Pues vais del Sol y de la luz huyendo.

Él os quiere gozar a lo que entiendo
Si os coge en esta selva tosca y ruda,
Su aljaba suena, está su bolsa muda,
El perro, pues no ladra, está muriendo.

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Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.
Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.

A Minta que se cubrió los ojos con la mano

Un poema corto de Quevedo que contiene contrastes notables y, que en último caso, busca hablar del amor.

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Lo que me quita en fuego, me da en nieve
La mano que tus ojos me recata;
Y no es menos rigor con el que mata,
Ni menos llamas su blancura mueve.

La vista frescos los incendios bebe,
Y volcán por las venas los dilata;
Con miedo atento a la blancura trata
El pecho amante, que la siente aleve.

Si de tus ojos el ardor tirano
Le pasas por tu mano por templarle,
Es gran piedad del corazón humano;
Mas no de ti, que puede al ocultarle,
Pues es de nieve, derretir tu mano,
Si ya tu mano no pretende helarle.

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A una dama bizca y hermosa

La belleza no se encuentra solo en lo físico, se puede hallar en el interior de una persona, en sus actos, en sus formas, en su haber. Repasemos que dice se explica en este poema de Quevedo.

Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

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El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l’alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?

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A Flori que tenía unos claveles entre el cabello rubio

Este poema corto de Francisco de Quevedo es una declaración de amor, cuyas palabras están cargadas del conocimiento que sólo aporta el haber observado con detenimiento a la persona amada.

Al oro de tu frente unos claveles
veo matizar, cruentos, con heridas;
ellos mueren de amor, y a nuestras vidas
sus amenazas les avisan fieles.

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Rúbricas son piadosas y crueles,
joyas facinorosas y advertidas,
pues publicando muertes florecidas,
ensangrientan al sol rizos doseles.

Mas con tus labios quedan vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos después, de temerosos.
Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.

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Amante sin reposo

En esta oportunidad el autor nos habla de las pasiones que padece preso del amor con este poema corto de Francisco de Quevedo.

Está el ave en el aire con sosiego,
en la agua el pez, la salamandra en fuego,
y el hombre, en cuyo ser todo se encierra,
está en la sola tierra.

Yo solo, que nací para tormentos,
la boca tengo en aire suspirando,
el cuerpo en tierra está peregrinando,
los ojos tengo en agua noche y día,
y en fuego el corazón y el alma mía.

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Estos poemas de Francisco de Quevedo están cargados de un carácter fuerte, a veces cómico y otras romántico pero con un léxico particular y personal.

¡En Escribirte te invitamos a comentar nuestros poemas  e indicarnos si te han gustado!

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