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+9 Poemas de Santa Teresa de Jesús ¡Devoción!

Poemas de Santa Teresa de Jesús
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¿Cuales son las características de los poemas de Santa Teresa de Jesús? ¿Cómo influyeron en la literatura española? Teresa de Ávila fue una religiosa y muy prolífica escritora española que vivió durante el siglo XVI.

Mejor conocida por su nombre religioso de Santa Teresa de Jesús, es considera una de las teóricas más importantes del misticismo cristiano en su país natal.

Pero no solo se dedicó a la poesía y la literatura, también instituyó un total de 17 conventos en toda España.

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Como poetisa, escribió obras basadas en su doctrina religiosa, por lo que sus poemas están inspirados en visiones místicas que tuvo durante buena parte de su vida.

Teresa dejó diversas obras literarias, consideradas referentes de la literatura hispánica y hoy traemos algunas de ellas para recordar su legado.

Además estos escritos le merecieron la mención en el catálogo de autoridades de la Real Academia Española.

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Poemas de Santa Teresa de Jesús movidos por la fe

Las principales características del estilo literario de Santa Teresa de Jesús son la sencillez y la sinceridad. En sus versos utiliza lenguajes coloquial que tienen siempre una apariencia de espontaneidad.

Además esta talentosa escritora plasmo en sus versos su vida y su evolución espiritual pues no sólo escribió poemas con temáticas al azar compuso poemas autobiográfico.

Entre los que figuran La vida, las Relaciones espirituales, y sus cerca de quinientas Cartas.

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Poemas de Santa Teresa de Jesús movidos por la fe

Alma, buscarte has de mí

Este primer poema de Santa Teresa de Jesús refleja la sencillez con que la poetisa componía sus obras, además en él se plasma las profunda devoción que marcó su vida y por supuesto sus trabajos.

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

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Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en mí.

Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a mí buscarme has en ti.

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Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y a mí buscarme has en ti.

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Aquellas palabras

La mayoría de los poemas de Santa Teresa de Jesús son composiciones movidas por la fe, en donde el amor es el principal protagonista, pero no el amor del mundo, más bien el que proviene de Dios.

Ya toda me entregué y di
y de tal suerte he trocado,
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Cuando el dulce cazador
me tiró y dejó rendida,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída.

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Y cobrando nueva vida
de tal manera he trocado
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedo hecha
una con su Criador,

ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
y mi amado es para mi,
y yo soy para mi amado.

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Dichoso el corazón enamorado

El amor siempre ha inspirado a los poetas para elaborar hermosas composiciones, Santa Teresa de Jesús no es la exención.

Este poema de su autoría plasma con la sencillez que la caracteriza las dicha que se obtiene al tener un corazón inspirado por Dios, enamorado de su alegría y gozo.

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Dichoso el corazón enamorado
que en solo Dios ha puesto el pensamiento;
por él renuncia todo lo criado,
y en él halla su gloria y su contento.

Aun de sí mismo vive descuidado,
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso.

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Oración

Este poema de Santa Teresa de Jesús es otra de sus composiciones inspiradas por la fe religiosa, pero en esta oportunidad se viste de oración dirigía al Dios.

Al mismo tiempo deja una enseñanza reflexiva para los lectores.

Nada te turbe;
nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda;
la pacïencia
todo lo alcanza.

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Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.

Gloria a Dios Padre,
gloria a Dios Hijo,
igual por siempre
gloria al Espíritu.
Amén

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Poemas de Santa Teresa de Jesús inspiradores

Santa Teresa de Jesús recibió mensajes divinos en repentinos trances o en sueños. Así como lo lees gozó la dicha de tener epifanías.

Según sus propios relatos, Jesucristo le aconsejó que hiciese a un lado sus pláticas mundanas en el recibidor del convento y pusiese más empeño en comunicarse con Dios y el Espíritu Santo.

+9 Poemas de Santa Teresa de Jesús sobre Dios

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Sus experiencias afianzaron su fe y la hicieron dedicarse a Dios con mucho más fervor y estos hechos marcaron el rumbo de su obras.

Todo lo vivido le indujo a escribir numerosos poemas lírico-religiosos y obras didácticas en las que mostró siempre su estilo destacado por su expresividad, gracia y delicadeza, que son excepcionales.

Coloquio amoroso

En la poesía de Santa Teresa de Jesús es normal conseguir términos como la fe, el amor y la sensibilidad hacia la humanidad como temas principales.

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En este poema de su autoría estos elementos son representados en un texto que deja una profunda reflexión.

Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
Decidme: ¿en qué me detengo?
O Vos, ¿en qué os detenéis?

-Alma, ¿qué quieres de mí?
-Dios mío, no más que verte.
-Y ¿qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.

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Un alma en Dios escondida
¿qué tiene que desear,
sino amar y más amar,
y en amor toda escondida
tornarte de nuevo a amar?

Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma os tenga,
para hacer un dulce nido
adonde más la convenga.

Para navidad

El nacimiento de Cristo es una de las fechas más significativas para todo buen cristiano, y por supuesto este hecho es motivo de conmemoración y festejos.

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Que en el mundo se le conoce como navidad y Santa Teresa de Jesús en este poema describe este hecho de forma sencilla y comprometida.

Pues el amor
nos ha dado Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.

Danos el Padre
a su único Hijo:
hoy viene al mundo
en pobre cortijo.

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¡Oh gran regocijo,
que ya el hombre es Dios!
no hay que temer,
muramos los dos.

– Mira, Llorente
qué fuerte amorío,
viene el inocente
a padecer frío;
deja un señorío
en fin, como Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.

– Pues ¿cómo, Pascual,
hizo esa franqueza,
que toma un sayal
dejando riqueza?

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Mas quiere pobreza,
sigámosle nos;
pues ya viene hombre,
muramos los dos.

– Pues ¿qué le darán
por esta grandeza?
– Grandes azotes
con mucha crudeza.

– Oh, qué gran tristeza
será para nos:
si esto es verdad
muramos los dos.

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– Pues ¿cómo se atreven
siendo Omnipotente?
¿Ha de ser muerto
de una mala gente?

– Pues si eso es, Llorente,
hurtémosle nos.
– ¿No ves que El lo quiere?
muramos los dos.

En Cristo mi confianza

Una de las características más representativas de los devotos cristianos, es que estos tienen su confianza puesta en Dios y en su fe, y es justamente esto los que mueve este poema de Santa Teresa de Jesús.

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Sea mi gozo el llanto,
sobresalto mi reposo,
mi sosiego doloroso
y mi bonanza el quebranto.

Entre borrascas mi amor
y mi regalo en la herida,
esté en la muerte mi vida
y en desprecios mi favor.

En Cristo mi confianza
en su imitación mi holganza
en Cristo mi confianza
y en su imitación mi holganza.

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Mis tesoros en pobreza
y mi triunfo en pelear,
mi descanso en trabajar
y mi contento en tristeza.

En oscuridad mi luz,
mi grandeza en puesto bajo,
de mi camino el atajo
mi gloria sea la cruz.

En olvido mi memoria,
mi alteza humillación,
en bajeza mi opinión,
en afrenta mi victoria.

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Mi lauro está en el desprecio,
en las penas mi afición,
mi dignidad el rincón
y la soledad mi aprecio.

Vuestra soy, para Vos nací…

La poesía de Santa Teresa de Jesús es inspiradora no solo por emplear dentro de ellas temas religioso, sino también por utilizar lenguaje sencillo para hacer más fácil su comprensión.

Además algunos de sus poemas  reflejas epifanías vividas por esta poetisa lo que le dieron mucho más reconocimiento.

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Vuestra soy, para Vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
eterna sabiduría,
bondad buena al alma mía;
Dios alteza, un ser, bondad,
la gran vileza mirad
que hoy os canta amor así:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criasteis,
vuestra, pues me redimisteis,
vuestra, pues que me sufristeis,
vuestra pues que me llamasteis,
vuestra porque me esperasteis,
vuestra, pues no me perdí:
¿qué mandáis hacer de mí?

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¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
amor dulce, veisme aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición;
dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?

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Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración,
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mí?

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Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadenas,
o de Egipto adelantado,
o David sufriendo penas,
o ya David encumbrado;
sea Jonás anegado,
o libertado de allí:
¿qué mandáis hacer de mí?

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Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
muéstreme la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo vos en mí vivid:
¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?

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En la cruz está la vida…

Este último poema de Santa Teresa de Jesús describe uno de las figuras más representativas del cristianismo, la cruz.

En él es señalados el verdadero significado de este símbolo y lo que representa para los devotos.

En la cruz está la vida…
y el consuelo
y ella sola es el camino
para el cielo.

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En la cruz está el Señor
de cielo y tierra
y el gozar de mucha paz
aunque haya guerra.

Todos los males destierra
en este suelo
y ella sola es el camino
para el cielo.

De la cruz dice la esposa
a su querido
que es una palma preciosa
donde ha subido.

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Y su fruto le ha sabido
a Dios del cielo
y ella sola es el camino
para el cielo.

Es una oliva preciosa
la santa cruz
que con su aceite nos unta
y nos da luz.

Toma, alma mía, la cruz
con gran consuelo
porque ella sola es el camino
para el cielo.

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Después que se puso en cruz
el Salvador,
en la cruz está la gloria
y el honor,
y el padecer dolor
vida y consuelo
y el camino más seguro
para el cielo.

La obra de Santa Teresa de Jesús ha sido traducida, total o parcialmente, a prácticamente todos los idiomas.

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Murió a los 67 años, en Alba de Tormes, el 4 de octubre de 1582. Su último suspiro lo dio en brazos de la Beata Ana de San Bartolomé, otra Carmelita Descalza de gran importancia histórica.

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