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+7 Fábulas de Augusto Monterroso [Las MEJORES]

Fabulas de Augusto Monterroso
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Augusto Monterroso fue un escritor mexicano que se especializo en la narrativa sencilla y sarcástica. Sus fábulas y cuentos cortos se caracterizan por no tener un género definido, ya que, era sumamente ocurrente e ingenioso al momento de redactar.

Desde muy joven comenzó su carrera literaria, y esto hizo que se hiciera de grandes galardones y premios a lo largo de su vida.

Los escritos de Monterroso siempre estaban impregnados de un gran sentido del humor, además de un poco de ironía. Es considerado uno de los mejores fabulistas de Latinoamérica, y el mejor de México.

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+7 Mejores fábulas de Augusto Monterroso (Escritor Mexicano)

Las fábulas de Augusto Monterroso son sumamente reconocidas, quizás has leído alguna sin saberlo. Acá te dejamos un listado con las mejores ocho, para que conozcas un poco más el trabajo de este fabulista mexicano.

El burro y la flauta

Esta fábula de Augusto Monterroso narra la historia de una vieja flauta que se encontraba tirada en un campo. Esta flauta esta sola, desgastada y hacía mucho tiempo que nadie la tocaba.

Sin embargo, un día, un burro que pasaba por aquel lugar hizo un resoplo bastante fuerte, que logro alcanzar a la flauta, y aquel aliento produjo la más bella melodía.

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Ambos quedaron maravillados con aquel sonido, sin embargo, no sabían como actuar ante tal accidente. ¿Qué creen que paso?

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del burro y de la flauta.

Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.

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Moraleja del burro y la flauta: las cosas más hermosas de la vida, como el arte y la música no necesitan de mucha racionalidad.

El grillo maestro

La siguiente fábula de Augusto Monterroso cuenta la historia de un profesor grillo, el cual le ensañaba a sus alumnos grillitos que ellos eran el animal que cantaba mejor, porque ellos utilizaban sus alas para producir tal sonido.

También les decía  a sus alumnos, que los pájaros eran los que pero cantaban porque ellos se esforzaban en sobremanera en sacar una linda melodía a través de la garganta, un órgano pésimo para intentar crear hermosos cantos.

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En eso el director entra bruscamente al aula y al oír aquello. ¿Cómo creen que el director tomo aquellas palabras?

Allá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno, el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el grillo daba a los grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.

Al escuchar aquello, el Director, que era un grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos.

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Moraleja del grillo maestro: cada persona tiene su propia verdad, sin embargo, no quiere decir que sea la correcta, o la más acertada.

El perro que deseaba ser un ser humano

Esta fábula de Augusto Monterroso cuenta la historia de un rico mercader que estaba rodeado de los delicados y costosos lujos. Su vida estaba llena de comodidades y poseía un perro que lo acompañaba siempre.

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Pero este perro tenía envidia de todo lo que poseía su amo, es por esto, que el deseaba ser un humano igual que él. Para eso, paso muchos años perfeccionando su caminar, e intentando no morder o salivar a cada momento.

Ya podía caminar en dos patas, pero no podía dejar de hacer otras cosas. ¿El perro logro ser un humano?

En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.

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Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.

Moraleja del perro que deseaba ser un humano: nunca desprecies tu propia naturaleza, ya que, cambiarla no puedes.

La oveja negra

Esta fábula de Augusto Monterroso  cuenta la historia de un rebaño de ovejas blancas que despreciaban en sobremanera a una pobre oveja negra. Era tanta la intolerancia hacía aquel animal que entre todas decidieron matarla.

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Sin embargo, años después tuvieron remordimiento de consciencia y decidieron hacer una estatua en su honor. Todas las nuevas ovejas negras que nacían siempre corrían con la misma suerte. ¿Qué creen que hacían las ovejas blancas con las negras?

En un lejano país, nació una oveja negra que al ser tan diferente de las demás fue sacrificada por el rebaño. Años después, las ovejas blancas se arrepintieron del acto y esculpieron una estatua en su honor. Y así, continuaba siendo para cada oveja negra que nacía, de modo que las ovejas blancas y comunes, perfeccionaban su arte con cada escultura que erigían.

Moraleja de la oveja negra: la tolerancia es el pilar fundamental de toda buena convivencia. Las diferencias no son algo malo, sino algo bueno. Siempre es bueno aceptar a los demás tal y como son, para que luego no llegue el arrepentimiento.

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El camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse

La siguiente fábula de Augusto Monterroso narra la historia de un particular camaleón que hacía parte de la policía, sin embargo, su trabajo era deshonesto y cruel.

Se encargaba de hacerles la vida imposible a todos los animales de la selva, y gracias a que podía camuflajearse, lograba todo lo que se proponía.

Cierto día, todos los animales tuvieron una gran idea, y para confundirlo utilizaban cristales de colores para así ver al camaleón. ¿Qué creen que paso con el camaleón?

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En un país de la selva, los animales comenzaron a usar una estrategia para contrarrestar al camaleón que se dedicaba a la política con ambigüedad e hipocresía. Utilizaban cristales de colores para así, ver al camaleón y luego los unos a los otros, de un color en específico conforme a la necesidad. Así toda la ciudad quedó cegada a los colores de la realidad por todos los cristalitos de colores que sobreponían según el parecer.

Moraleja del camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse: las personas pueden cambiar de tonos o colores dependiendo de la posición o el cargo que tengan. Hay que tener mucho cuidado con esta clase de personas

La rana que quería ser una rana auténtica

Esta fábula de Augusto Monterroso cuenta la historia de una rana que deseaba ser autentica, era tanto su anhelo por tener la aprobación de los demás que hacía lo que fuera para lograrlo.

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Se cambiaba de peinado, ropa y se miraba con regularidad en el espejo para encontrar aquella autenticidad.

Era tanta su monería y la búsqueda por el que dirán que se comenzó a mutilar para que los demás la degustaran. ¿Qué creen que dijeron los que probaron aquella rana?

Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

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            Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.

            Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

            Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.

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            Un día observó que lo que más adoraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

            Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.

Una rana deseaba ser completamente auténtica, empezó por mirarse al espejo para encontrar la manera, luego comenzó a peinarse y arreglarse para que los demás pudiesen comprobar su autenticidad, llegando a hacer cualquier cosa para lograrlo. Al final, unos cocinaron y probaron sus piernas, concordando, a su pesar, que la rana sabía a pollo.

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Moraleja de la rana que quería ser una rana auténtica: la autenticidad es algo que se forja por el criterio propio, no es necesario la aprobación de los demás.

La jirafa que de pronto comprendió que todo es relativo

Esta fábula de Augusto Monterroso cuenta la historia de una jirafa que era sumamente despistada, un día esta en medio de la selva completamente perdida y desorientada, así que comenzó a caminar sin rumbo fijo, hasta que termino en medio de un campo de batalla.

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En aquel lugar ambos bandos decían que estaban haciendo historia, y que su muerte sería recordada, sin darse cuenta que se estaban matando innecesariamente. En eso, por poco una bala pasa por la cabeza de la jirafa. ¿Cómo creen que sigue la historia?

Hace mucho tiempo, en un país lejano, vivía una Jirafa de estatura regular pero tan descuidada que una vez se salió de la selva y se perdió.

Desorientada como siempre, se puso a caminar a tontas y a locas de aquí para allá, y por más que se agachaba para encontrar el camino no lo encontraba.

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Así, deambulando, llegó a un desfiladero donde en ese momento tenía lugar una gran batalla.

A pesar de que las bajas eran cuantiosas por ambos bandos, ninguno estaba dispuesto a ceder un milímetro de terreno.

Los generales arengaban a sus tropas con las espadas en alto, al mismo tiempo que la nieve se teñía de púrpura con la sangre de los heridos.

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Entre el humo y el estrépito de los cañones se veía desplomarse a los muertos de uno y otro ejército, con tiempo apenas para encomendar su alma al diablo; pero los sobrevivientes continuaban disparando con entusiasmo hasta que a ellos también les tocaba y caían con un gesto estúpido pero que en su caída consideraban que la Historia iba a recoger como heroico, pues morían por defender su bandera; y efectivamente la Historia recogía esos gestos como heroicos, tanto la Historia que recogía los gestos del uno, como la que recogía los gestos del otro, ya que cada lado escribía su propia Historia; así, Wellington era un héroe para los ingleses y Napoleón era un héroe para los franceses.

A todo esto, la Jirafa siguió caminando, hasta que llegó a una parte del desfiladero en que estaba montado un enorme cañón, que en ese preciso instante hizo un disparo exactamente unos veinte centímetros arriba de su cabeza, más o menos.

Al ver pasar la bala tan cerca, y mientras seguía con la vista su trayectoria, la Jirafa pensó:

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“Qué bueno que no soy tan alta, pues si mi cuello midiera treinta centímetros más esa bala me hubiera volado la cabeza; o bien, qué bueno que esta parte del desfiladero en que está el cañón no es tan baja, pues si midiera treinta centímetros menos la bala también me hubiera volado la cabeza. Ahora comprendo que todo es relativo.”

Moraleja de la jirafa que de pronto comprendió que todo es relativo: todo en esta vida es relativo, no hay verdades absolutas.

El búho que quería salvar a la humanidad

Esta fábula de Augusto Monterroso narra la historia de un búho que quería salvar a la humanidad, el se propuso estudiar a cada animal, y sus necesidades.

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Esto lo llevo a comprender que debía colocarse en la posición de cada animal para comprender mejor su padecimiento, y es así como va colocándose en el puesto de cada uno. Pero nota que deben trabajar todos los animales en conjunto para mejorar. ¿Que creen que paso luego?

En lo más intrincado de la Selva existió en tiempos lejanos un Búho que empezó a preocuparse por los demás.

En consecuencia se dio a meditar sobre las evidentes maldades que hacía el León con su poder; sobre la debilidad de la Hormiga, que era aplastada todos los días, tal vez cuanto más ocupada se hallaba;  la risa de la Hiena, que nunca venía al caso; sobre la Paloma, que se queja del aire que la sostiene en su vuelo; sobre la Araña, que atrapa a la Mosca y  la Mosca que con toda su inteligencia se deja atrapar por la Araña, y en fin, sobre todos los defectos que hacían desgraciada a la Humanidad, y se puso a pensar en la manera de remediarlos.

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Pronto adquirió la costumbre de desvelarse y de salir a la calle a observar cómo se conducía la gente, y se fue llenando de conocimientos científicos y psicológicos que poco a poco iba ordenando en su pensamiento y en una pequeña libreta.

De modo que algunos años después se le desarrolló una gran facilidad para clasificar, y sabía a ciencia cierta cuándo el León iba a rugir y cuándo la Hiena se iba a reír, y lo que iba a hacer el Ratón del campo cuando visitara al de la ciudad, y lo que haría el Perro que traía una torta en la boca cuando viera reflejado en el agua el rostro de un Perro que traía una torta en la boca, y el Cuervo cuando le decían qué bonito cantaba.

Y así, concluía: “Si el León no hiciera lo que hace sino lo que hace el Caballo, y el Caballo no hiciera lo que hace sino lo que hace el León; y si la Boa no hiciera lo que hace sino lo que hace el Ternero y el Ternero no hiciera lo que hace sino lo que hace la Boa, y así hasta el infinito, la Humanidad se salvaría, dado que todos vivirían en paz y la guerra volvería a ser como en los tiempos en que no había guerra.”

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Pero los otros animales no apreciaban los esfuerzos del Búho, por sabio que éste supusiera que lo suponían; antes bien pensaban que era tonto, no se daban cuenta de la profundidad de su pensamiento y seguían comiéndose unos a otros, menos el Búho, que no era comido por nadie ni se comía nunca a nadie.

Moraleja del búho que quería salvar a la humanidad: los grandes cambios necesitan de la cooperación de muchas personas. Nadie puede cambiar por otra la conducta o el actuar de otra persona.

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